Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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La trayectoria del escritor norteamericano Jonathan Franzen aparece en Google, en cientos de páginas. Nombrar obras como Las correcciones, Libertad o su más reciente novela, Encrucijadas, sería lo correcto para empezar esta nota, de suerte que el lector pueda buscar sus libros. Pero qué más da…

Alguna vez oí una frase que, si no estoy mal, es de Margaret Atwood y me resuena siempre que me siento a hablar con otro escritor: Interesarse por su persona porque nos gusta lo que escribe puede ser tan decepcionante como interesarse en un ganso porque nos gusta el foie gras

Soy asidua lectora de las historias de Franzen. Sus estructuras, sus personajes y su profundidad me encantan. Conversar con él, sin embargo, no es tan apasionante como leerlo, porque toma tiempo y maña entrar en confianza con él. Es un animal curtido por los premios, la fama y los miles de compromisos literarios, que ya poco o nada le interesan y, en cambio, le quitan concentración y tiempo para lo que realmente le importa: escribir. 

Franzen es como un búho, reposado. Te mira desde su curubito con la distancia propia de quien prefiere no hablar de su intimidad. Creo haber conocido a Franzen en el Hay Festival de Cartagena justo cuando mi tiempo con él terminaba. Al principio sólo conocí al escritor que amablemente contesta entrevistas como un oficio de rutina, para el cual ya tiene respuestas concisas y a veces hasta escuetas. A lo mejor tiene que ver también con algo de su “americanidad”, con su pragmatismo o simplemente con la seriedad con que trata su oficio.

 La entrevista que a continuación transcribo y traduzco del inglés al español da cuenta de ello. Escucharla en inglés, lo hace aún más evidente. Me pregunto si nuestra conversación fue en clave de tú o en clave de usted y no logro dilucidarlo del todo. Tú o usted, en cualquier caso los dejo, sin más, con la voz de Franzen, el animal curtido. 

"Franzen es como un búho, reposado. Te mira desde su curubito con la distancia propia de quien prefiere no hablar de su intimidad".

Para mí, usted y Zadie Smith son mi nuevo Faulkner, ¿muy desacertada mi comparación?

Pues, yo no me considero un escritor regional como lo era Faulkner pero ¿quién rechazaría un piropo como ese? Me parece genial. También admiro a Zadie. 

Cuando era joven, ¿a quién quería emular escribiendo?

¿Cuándo era muy joven? Isaac Esimov, Arthur C. Clarke, Ray Bradbury, era un lector de ciencia ficción en la prepa. Por la época en que me gradué, leí El mundo según Garp, de John Irving, ¿sabes? es un escritor muy serio pero estaba llegándole a todo tipo de gente. El modelo era algo como Trampa 22, de Joseph Heller, que es un libro inmenso, nada fácil y brillante línea por línea, así que esa ambición siempre estuvo ahí: hacer un trabajo serio que sin embargo pudiera ser apreciado por diferentes audiencias…

¿Piensa en sus lectores cuando escribe?

En cierto sentido sí, todos los días. No escribo para expresarme, escribo para crear una experiencia para el lector, así que de alguna manera en cada momento pienso cómo va a experimentar el lector eso que estoy tratando de decir. No lo hago de una manera calculada, pero trato de cuidar al lector y de darle un buen rato.

¿Coincidían usted y su gran amigo Foster Wallace en los escritores que buscaban emular?

No, Wallace venía de una corriente mucho más académica, de una sensibilidad mucho más posmoderna. Creo que para él el respeto de la crítica era muy importante. Tenía aversión a terminar un manuscrito, si entiendes a lo que me refiero, que era una idea muy posmoderna: no te complace la narrativa convencional con un principio, un nudo y un desenlace, sino que dejas por fuera el final de la historia. Yo soy mucho más convencional, más tipo siglo XIX, en términos de buscar una experiencia de lectura satisfactoria. Aunque mi propia sensibilidad sea más siglo XX, aún me gustan más los libros que tienen un final. 

Pues, yo no me considero un escritor regional como lo era Faulkner pero ¿quién rechazaría un piropo como ese? Me parece genial. También admiro a Zadie. 

¿Algo así como que usted termina sus libros y Foster Wallace los abandonaba?

Algo así… quiero decir: era innegablemente brillante en el camino.

Debe estar aburrido de hablar de él, debe surgir siempre en las entrevistas…

Extrañamente ahora surge más a menudo, después de tanto tiempo. Él era, en muchos aspectos, mi mejor amigo y creo que yo igual para él. Pero cada uno esculpió su propia estética. Él reconocía: ok, John hace la cosa formal, el ensayo con principio, medio y fin. Y yo hago algo más riffy*… (adjetivo que deriva de las piezas de jazz que tienen muchos fraseos repetidos u ostinatos)

Mi siguiente pregunta tiene mucho que ver con eso…porque siempre he creído que hay dos tipos de escritor. Unos como los marineros dedicados, que son cartógrafos y saben todo sobre sus rutas de navegación, y otros como esos marineros que siguen la estrella polar y no saben bien a dónde van a llegar. ¿Con cuál se identifica usted?

Creo que soy más como este último tipo. Trabajo por instinto, no planeo mis libros. Me toma años prepararlos para estar seguro de que tengo una historia para contar, pero no sé cómo voy a llegar al final. Me gusta que sea una aventura…Sí, pienso en un escritor como Julian Barnes, ese tipo de marinero limpio y ordenado. Yo soy más bien el que se cerciora de tener todo lo necesario en el barco antes de zarpar, pero sin saber cómo va a llegar hacia donde va. 

Todo el mundo dice que su gran obsesión como escritor es la familia. La mía en realidad es la muerte, aunque todos creen que es mi padre. ¿Qué me diría usted sobre la suya?

Siempre me ha desconcertado esa suerte de designación como escritor de familia, hasta Encrucijadas. Si haces una lista de tus cien libros favoritos, ¿cuántos de ellos no tienen una familia? Las familias son centrales en la literatura desde la biblia, desde la tragedia griega. Y sin embargo, no llamamos a Sófocles un dramaturgo de familia, o la biblia un libro sobre historias de familia, aunque eso es lo que son. Con Encrucijadas sí es diferente porque realmente tenía la intención de contar una historia familiar a través de sus generaciones, pero es la primera vez. Mis obsesiones… mmm, estaría en problemas si no tuviera historias de amor para contar y, digamos que la familia en sí misma no me parece tan interesante a nivel dramático. Bueno, si los padres están envejeciendo y los hijos tienen que lidiar con ello, eso es interesante, pero las historias de amor son eternamente interesantes…

"Yo soy mucho más convencional, más tipo siglo XIX, en términos de buscar una experiencia de lectura satisfactoria".

Bueno, también son interesantes si un niño se está convirtiendo en un adolescente, como lo recuerdo a usted en sus memorias, Zona fría (o La zona incómoda)...

Un adolescente muy incómodo, muy acomplejado, lleno de vergüenza. A mí no me gustó ser joven, no tenía hermanos menores, así que no veía la hora de volverme un adulto, y lo raro es que desde entonces me he sentido como un adolescente enmascarado de adulto. Aún me siento así.

Siempre estamos persiguiendo eso de ser adultos y ahora es como “¡qué demonios deseaba!”

Yo sé, yo sé, la gente es como: ¿Puedo ayudarlo, señor? y uno es como: ¿Señor? ¿Me está hablando a mí?

Siempre me aterra un poco la cantidad de ego que se evidencia en este tipo de reuniones de escritores (festivales, ferias y todo eso). Uno sale de ahí un poco cansado porque de alguna manera escogimos el oficio más solitario y de repente nos encontramos rodeados de gente y, aún peor, de gente como nosotros…

Es terrible, a mí no me gustan los festivales…

En ese orden de ideas, ¿qué debería tener presente un escritor cuando gane premios o le den crédito?

Uno es un afortunado si se gana un premio y no debería quejarse de lo que viene con ello. Para mí, hubo una transición muy brusca entre ser un escritor invisible y ser uno visible porque estaba acostumbrado a ser invisible y no podía creer que de repente la gente estuviera escuchando lo que decía, y tomando nota de ello y malinterpretándolo, así que…los primeros meses después de publicar Las correcciones, que fue el libro que cambió todo, yo seguía hablando de la misma manera en que hablo dentro de mi mundo privado y hubo un intervalo de tiempo entre dar las entrevistas y que fueran publicadas, y ahí me di cuenta de que la interpretación era terrible, así que no podía hablar más en mi voz común y corriente del mundo privado. Pero eso fue lo fundamental: acostumbrarme al hecho extraño de que a la gente le importara lo que yo decía. 

¿Qué envidia de ese escritor incipiente que era cuando escribió Las correcciones y qué es eso que afortunadamente no extraña de él?

No extraño estar constantemente preocupado por la plata, como tampoco extraño estar tan cargado de ira. Era una persona muy resentida durante todos mis treintas. Algo bueno salió de eso, la comedia siempre surge de la ira, pero no es una manera muy agradable de vivir. ¿Lo que extraño? Ser más joven. Es imposible no pensar en el número de años que me restan para escribir, para viajar, para disfrutar de buena salud. Cuando estás en tus treintas no piensas en eso, los años no están contados. Ahora sí lo están. 

Trabajo por instinto, no planeo mis libros. Me toma años prepararlos para estar seguro de que tengo una historia para contar, pero no sé cómo voy a llegar al final. Me gusta que sea una aventura.

Después de Libertad, ¿sigue estando tan interesado en los pájaros, o el libro drenó esa pasión? ¿Sigue disfrutando del avistamiento de aves?

Ciertamente no disfruto hablando de ello. Siempre quisiera contestar: lea el último capítulo de Zona Fría, mi problema con los pájaros, si quiere entender cómo es que uno se vuelve un enamorado de los pájaros. Pero sigo siendo un “pajarero”, de hecho vengo de nueve días de avistamientos aquí en Colombia y de no ser así no habría aceptado la invitación al Hay. Bueno…Daniel Kehlman y Juan Gabriel también eran razones para aceptar, porque son buenos amigos y no los veía desde hace años por la pandemia. Pero lo que realmente me movió fue poder ver nuevos pájaros en zonas que no conocía del país. Fuimos con mi hermano, un amigo y el guía Osvaldo Cortés al suroeste, donde están los bosques de niebla y luego a los bosques húmedos del Chocó, ¡mi tipo de lugar, es maravilloso! Fuimos a Valledupar, Perijá, La Guajira. Una de las reservas en Perijá había sido atacada por ladrones, pero Colombia es el mejor lugar para ver pájaros. En tan solo un pedacito del país se pueden ver el número total de especies que hay en toda Europa.

¿Cuál fue el pájaro nuevo que pudo ver, el que lo impresionó?

Siempre había visto en ilustraciones y fotos la tángara escarlata y blanca, pero el rojo de su plumaje es muy vívido y contrasta con las partes blancas. Sólo teníamos un día para verla en la selva tropical y justo cuando nos íbamos, ahí estaban el señor y la señora tángara escarlata.

Debe ser contradictorio tener que hablar de aves porque para usted debe ser como una suerte de meditación íntima…

Es más que todo una obsesión, una compulsión, pero realmente la palabra que mejor se ajusta es pasión, porque en la pasión hay obsesión pero también hay amor, y yo siento un amor indefenso y profundo por los pájaros. Pero lee el último capítulo de Zona Fría.

En conversación con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, gran amigo del Franzen.

Lo que más recuerdo es el adolescente en ciernes, nada qué hacer ¿Sabe qué me pasa con los libros? Que no recuerdo todo el argumento, pero sí la sensación que me dejó, ¿no le pasa?

Sí, leí Cien años de soledad otra vez hace unos años y fue un libro totalmente diferente del que recordaba. No me acordaba de que fuera chistoso y esta vez me reía a carcajadas. Sí recuerdo partes del libro, pero al releerlo fue como si por primera vez lo leyera.

Las familias son centrales en la literatura desde la biblia, desde la tragedia griega. Y sin embargo, no llamamos a Sófocles un dramaturgo de familia, o la biblia un libro sobre historias de familia, aunque eso es lo que son.

El libro es el mismo y uno es otra persona. Líneas que uno subrayó y cuando relee el libro se pregunta ¿quién subrayó esto, por qué habré subrayado esto?

¡Todo el tiempo!

Estaba pensando en cómo y cuándo es que le pone título a sus novelas, porque son muy certeros en pocas palabras.

A veces empiezo con ellos, pero no en el caso de Encrucijadas. Fue sólo cuando decidí que el grupo juvenil se iba a llamar así que decidí que el título de la novela sería el mismo. De nuevo, es instinto y algún significado secreto para mí. Libertad significa algo para los lectores, pero hay algo más, muy privado en titularlo así. Kathy, mi compañera, fue la que salió con el título de mis memorias (The Discomfort Zone).

¿Qué está escribiendo ahora mismo?

Pues, no estoy escribiendo nada mientras esté en Cartagena, pero estoy pasando por el trabajo duro y largo de resolver qué es lo que quieren los personajes de mi próxima novela.

Así que siempre está tomando apuntes mentales…

¡Apuntes interminables! …¿Sabes? Yo sí reflexiono sobre la escritura y es un momento muy difícil el de descifrar una novela, así que si tengo suerte, me levantaré en la mañana con una nueva idea. 



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