Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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“Si tus imágenes no son lo bastante buenas, es que no te has acercado lo suficiente”, solía decir el veterano fotógrafo de guerra Robert Capa. 

Esta consigna es también la que utiliza la fotógrafa colombiana Alejandra Quintero cuando se enfrenta a su oficio. En sus imágenes no hay mutilados, ni bombas explosivas, disparos o cuerpos inertes. Hay mujeres y hombres que se pavonean en playas y piscinas públicas, con particulares vestimentas de veraneo. La serie se llama ‘Balnearios’ y busca celebrar el cuerpo en ese momento de mayor expresión de libertad, naturalidad y desparpajo.

El proyecto nació en 2010, cuando Alejandra se encontraba en una playa de Los Ángeles y vio a un cazador de tesoros en plena búsqueda. La escena surreal llamó su atención y despertó en ella la curiosidad por seguir descubriendo esas historias fantásticas en que la gente, despojada de todos los avatares del día a día, se permite sacar a flote durante las vacaciones.

Ha recorrido 12 países, 22 ciudades y más de 32 balnearios. Ha estado en playas, piscinas, parques acuáticos y termales en Tokio, Miami, Viena, Budapest y hasta en Melgar, conocida como “ciudad de las piscinas”, un pequeño destino popular en el interior de Colombia donde la temperatura llega a 35 grados centígrados y sus comercios —a ambos lados de la calle— están atiborrados de flotadores, bronceadores, lentes acuáticos, aletas, ballenas inflables y todo tipo de artilugios para zambullirse. 

Ha sentido la adrenalina correr por las venas, ha tenido que ponerse en situaciones arriesgadas y ha sentido miedo. Pero como Capa, Alejandra ha tenido el arrojo de llegar lo suficientemente cerca para captar fotografías memorables. 

Para realizar cada una de sus fotos, Alejandra se ha metido en lugares de dudosa higiene y ha tenido que lidiar en más de una ocasión con hongos e infecciones. Ha sentido la adrenalina correr por las venas, ha tenido que ponerse en situaciones arriesgadas y ha sentido miedo. Pero como Capa, Alejandra ha tenido el arrojo de llegar lo suficientemente cerca para captar fotografías memorables. 

Desde niña sufrió problemas de autoestima. “En Colombia, la fascinación por los cuerpos perfectos es enorme y para quienes no encajamos en esos estándares la vida no es tan fácil”. Paradójicamente, logró echar abajo esas inseguridades que la atormentaron de niña durante su paso como editora de fotografía de SoHo, una revista para hombres que se convirtió en hito en Colombia al fotografiar a las mujeres más hermosas del país absolutamente desnudas. Allí, Alejandra no solo aprendió a valorar a esas mujeres: “Hay que ser muy valiente para desnudarse en público y vivir de la imagen en un país como Colombia, tan de doble moral”. También descubrió su pasión por fotografiar el cuerpo humano. Aunque los modelos que eligió fueron aquellos que suelen juzgarse como “imperfectos”. 

Por su lente pasaron la mujer más obesa de Colombia, el hombre más bajito, el más alto, la controversial congresista Yidis Medina y “la Tigresa del Oriente”. Alejandra le dio la vuelta, literalmente, a la revista y puso en sus famosas portadas cuerpos que rompían con los predecibles cánones de belleza establecidos. 

Así que lo que hizo posteriormente con la serie de ‘Balnearios’ fue mantener ese grito de desahogo. Hoy, es un proyecto ambicioso que no solo ha llevado a varias exposiciones y ferias de arte (como la Feria del Millón en Bogotá y ARCOT en Tokio), sino que también lo ha materializado en una marca de ropa divertida y sin género que lleva su nombre y ADN. 

Alejandra encuentra la belleza en las sungas brasileñas, en las piernas desnudas que no le temen a la celulitis, en los senos que se han caído sin sucumbir a la tentación de los implantes, en los vestidos de baño a punto de romperse por el exceso de uso o de piel y en absolutamente todas las expresiones de moda popular. “¿Crees en el body positive? Yo también” —afirma—. “Pero no lo digo en un tuit. Prefiero lucir otros cuerpos en el mío”. Eso sí, lo importante en ‘Balnearios’ es que no hay discursos sociológicos de por medio, solo se trata de hacer arte y ropa con un poco de humor. 


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