Relatto | El cuento de la realidad
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La gente suele preguntarme sobre cómo comencé mi proyecto documental, en el que llevo ya diez años fotografiando el horizonte en constante cambio de la ciudad de Nueva York, junto con los sucesos celestiales que allí acontecen. Puedo decir que fueron dos eventos específicos, uno en el 2011 y otro en el 2012, los que ayudaron a darle una nueva forma a mi ojo fotográfico, después de 40 años de carrera en el fotoperiodismo.

En el verano del 2011, cuando se acercaba el décimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre en el World Trade Center, comencé a documentar el horizonte de la ciudad de Nueva York, mientras trabajaba para la agencia de noticias Reuters. Aquel fue un verano lleno de caminatas bordeando el río Hudson en Nueva Jersey, en busca de maneras distintas de enseñarle al mundo que Nueva York finalmente estaba volviendo a ser la gran ciudad mundial que siempre fue. 

El One World Trade Center estaba en construcción y se veía imponente en el horizonte del bajo Manhattan. Para entonces, los medios de comunicación del mundo mostraban interés por las fotografías de la ciudad. 

Había vivido en el área desde el 2005, pero no fue hasta aquel aniversario del 11 de septiembre que descubrí la magnitud de fotografiar el horizonte de Nueva York.

La Gran Manzana siempre fue mi lugar favorito en el mundo, pero este suceso me ayudó a cambiar mi estilo. Yo había sido, hasta entonces, un fotógrafo de eventos que nunca perseguía la luz. Fueron las caminatas diarias a lo largo del río Hudson, durante el amanecer y el atardecer, las que me ayudaron a ver la ciudad de una manera diferente.

Mi camino hacia la fotografía de eventos celestiales comenzó en una cálida noche de domingo de primavera, en mayo del 2012. Los informes de noticias hablaron toda la semana de una "súper luna" que saldría sobre la ciudad de Nueva York durante el siguiente fin de semana. No sabía de qué fenómeno hablaban, pero parecía que podría ser una imagen noticiosa interesante para Reuters. Con la ayuda de una aplicación que rastreaba el sitio exacto donde saldría la Luna en relación con el horizonte de la ciudad, elegí un lugar con vista espectacular, ubicado a 13 millas al oeste, en Eagle Rock Reservation, West Orange, Nueva Jersey. Me ubiqué detrás del bajo Manhattan y de la famosa construcción del One World Trade Center.


La fotografía produjo gran debate en los días siguientes. Se publicó en medios de comunicación de todo el mundo, lo que generó preguntas sobre cómo la Luna podía verse tan grande, cómo un fotógrafo podía saber exactamente dónde pararse para tomar esta foto y qué tan real era la fotografía.


En el momento en el que la Luna comenzó a salir detrás del horizonte, experimenté una gran emoción. WOW! Era una enorme bola naranja que se elevaba en el cielo y el horizonte le daba su enorme escala. La fotografía produjo gran debate en los días siguientes. Se publicó en medios de comunicación de todo el mundo, lo que generó preguntas sobre cómo la Luna podía verse tan grande, cómo un fotógrafo podía saber exactamente dónde pararse para tomar esta foto y qué tan real era la fotografía, ya que la Luna parecía extremadamente grande. Vi a gente hablar sobre la foto en la televisión y leer historias en línea. Fue energizante, como fotógrafo, ver una sola imagen discutida con tanta amplitud.

Esa noche supe que había encontrado otra forma de fotografía en la que quería especializarme. Instantáneamente vi la importancia de combinar mi nuevo amor por fotografiar la ciudad de Nueva York con la Luna. Y, por supuesto, después resultó natural que empezara a experimentar con la relación entre el Sol y la ciudad. 

Lo he observado saliendo detrás de los altos edificios del horizonte más asombroso del mundo, mientras que en las noches me he dedicado a documentar una ciudad que parece inundada de colores naranja, rojo, rosa o morado. O a ver el Sol caer justo detrás de lugares emblemáticos, como la Estatua de la Libertad o el Puente de Brooklyn.


WOW! Era una enorme bola naranja que se elevaba en el cielo y el horizonte le daba su enorme escala. La fotografía produjo gran debate en los días siguientes.


Hace unos años, cuando tomé esa fotografía de la Luna, yo era el único fotógrafo profesional de pie, junto a los turistas, intentando registrar el grandioso momento con su teléfono móvil. Ahora, en el mismo lugar, cuando la luna llena se alinea perfectamente con el bajo Manhattan o el Empire State Building, es probable que haya 20 o 30 fotógrafos interesados en tomar la foto y compartirla a través de las redes sociales. La fascinación del mundo por los eventos celestiales, especialmente en una ciudad como Nueva York, parece crecer mes a mes, sobre todo desde la aparición de Instagram. 

Al crecer en Canadá, tuve un interés pasajero en la Luna. Mi fascinación por ella comenzó cuando tenía 10 años. El Apolo 8 despegó en diciembre de 1968, con la misión de orbitar la Luna. El espectáculo del lanzamiento del cohete Saturno V, llevando humanos al satélite de la Tierra, era lo más genial que un niño podía imaginar. Recuerdo vívidamente haber visto esas imágenes, inéditas para el mundo: primero la icónica salida de la Tierra, tomada desde el Apolo 8, y luego la inolvidable imagen de Neil Armstrong, reflejada en la visera de Buzz Aldrin, mientras caminaba sobre la Luna. Entonces, me di cuenta claramente del poder que una sola fotografía podía tener en el mundo.

Es posible pensar que fotografiar el Sol y la Luna son dos cosas muy diferentes. Pero son básicamente lo mismo. Como fotógrafo, intento encontrar un lugar que me permita ver cualquiera de los dos lo más bajo posible en el horizonte, donde se encuentran en su momento más aburrido de brillo y más lleno de color. 

Una vez que el Sol y la Luna se elevan a cierta altura se vuelven muy difíciles de fotografiar, así que espero hasta que cada uno comience su descenso de regreso al horizonte. 

Las nubes se convierten en mis amigas y enemigas al fotografiar eventos celestiales. Envuelven lo que espero ver y me frustran, día tras día, cuando bloquean la Luna o el Sol. Pero luego se tornan majestuosas cuando se llenan de color, o dramáticas cuando la luna llena brilla a través de ellas.


El espectáculo del lanzamiento del cohete Saturno V, llevando humanos al satélite de la Tierra, era lo más genial que un niño podía imaginar.


Diez años después de iniciado el proyecto, Nueva York se ve más magnífica que nunca desde el exterior, mirando desde el otro lado del río Hudson en Nueva Jersey, o desde el East River desde Brooklyn y Queens. La pandemia de covid ciertamente le ha robado la vida a la ciudad: los trabajadores y los turistas ya no deambulan por las calles, los eventos han sido cancelados, Broadway está oscuro, y las celebraciones de Nochevieja en Times Square no se llevarán a cabo. 

Sin embargo, la ciudad todavía está experimentando un auge masivo de la construcción y el horizonte se está transformando con edificios cada vez más altos, cuyo aspecto se ve reforzado por los increíbles eventos celestiales que allí tienen lugar. 

A través de las redes sociales, las imágenes de Nueva York se han vuelto más importantes que nunca gracias al covid. Las plataformas brindan una manera de compartir la belleza de la urbe con personas de todo el mundo que sueñan con visitarla una vez que termine la pandemia, o para los lugareños que han optado por vivir fuera, pero les encanta ver una variación diaria de lo que está sucediendo aquí. Espero que cuando la gente vea las imágenes que comparto con ella, sienta una conexión con la ciudad más grande del mundo.


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