Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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–¿Quién se mete a las canchas por la noche? – a la pregunta que le hago a uno de los guardias le sigue un silencio triste, como el siseo de una vieja ajuga de tocadiscos cuando ya no hay canciones. 

Los tres policías que vigilan se acomodan la gorra del uniforme o se agarran de la hebilla del cinturón para darse una infusión de valor. Dan un aire de autoridad ante los visitantes, pero ya de cerca y roto el hielo, son como unos alegres compadres. Cuando cae la oscuridad se encierran en la caseta de la entrada de La Noria, las instalaciones del equipo de fútbol Cruz Azul, al sur de Ciudad de México, y no salen hasta que el alba raya de luminosidad los campos. 

–No vaya a escribir algo que nos comprometa. No es nuestra culpa. Han pasado varias cosas aquí. Ojalá alguien se quedara alguna vez para sentir el miedo. Pasan cosas— me susurra uno de ellos. 

–¿Desde cuándo? –le pregunto. 

–Despuesito del campeonato de 1997. El Señor ‘Billy’ Álvarez, que era el Presidente, mandó que todo se hiciera como el Feng Shui. Ya había algunas cosas como las paredes redondeadas, que no hubiera esquinas pero… 

–¿A poco lo del Feng Shui tiene la culpa? –-lo cuestiono. 

–No, no es eso. La verdad es que muchos pensamos que es por el panteón –contesta con incipiente tartamudeo. 

Antaño, los cuatro campos de fútbol del complejo deportivo actual eran un territorio sagrado de lirios y alcatraces. Cuando la directiva de Cruz Azul lo compró, encontraron mantos acuíferos que nutrían gran parte de la colonia en Xochimilco, el pueblo artesanal de las flores en México. La idea era encontrar una nueva casa de entrenamientos. 

La Noria, como se le bautizó, estaba lejos del ruido y la polución. Todo iba bien hasta que la pequeña franja divisoria entre las instalaciones deportivas y el cementerio comenzó a ser motivo de disputa. El panteón Xilotepec y Cruz Azul anduvieron un tiempo así, atrayéndose y rechazándose, como buenos vecinos que al principio se muestran respeto y luego los colmillos. Ese panteón es uno de los más grandes y concurridos, por lo que no fue muy cómodo para sus ‘habitantes’ y trabajadores, que un club de fútbol interviniera en la tranquilidad que reinaba. 

La disputa era en realidad sobre una porción de 50 metros, demasiado pequeña para una cancha de fútbol pero muy grande como para permitir que unas tumbas ocuparan ese espacio tan valioso. En aquellos tiempos, finales de los 90, sólo dividía al club del panteón una pared verde pequeña, de unos dos metros. Varios fanáticos entraban por el cementerio para treparse en ella y ver a sus ídolos: Óscar ‘Conejo’ Pérez, José Luis Sixtos, Carlos Hermosillo, Francisco Palencia o el técnico Luis Fernando Tena. 

Fotografía del panteón Cruz Azul.

_ Al principio no nos metimos con ellos, ni ellos con nosotros – me dice Eustaquio Manuel Palma, encargado del mantenimiento del panteón. 

–¿Qué hace exactamente usted? –le pregunto. 

–Arreglo las tumbas, las pinto, surto los floreros de agua, barro, limpio. Si usted tiene un pariente aquí y quiere que se conserve en buen estado su lápida, le cobro por el mantenimiento. Sólo me toca en la puerta de la casita de la entrada y nos ponemos de acuerdo. Antes, por ejemplo, cobraba como 100 pesos, ahora ya son unos 400. 

–¿A usted lo han espantado como a los policías del Cruz Azul?

–¡Qué me van a espantar! No pasa nada. Bueno, alguna vez vi una especie de ventolera que se hizo entre las tumbas pero nada más. Los perros son animales que se alborotan por cualquier cosa. Si un día escucha ladrar uno en un panteón, ni se preocupe, es normal. Los perros ven muertos en todos lados.

 ***

En 1997, Cruz Azul obtuvo un campeonato épico en su historia. Lo trajeron de la ciudad de León después de que un portero argentino llamado Ángel Comizzo, mitad genio, mitad demente, le clavara los tachones a Hermosillo en la mejilla en tiempos extras. El gol de penal se recordó como una gesta militar y caló hondo en el orgullo “cementero” (calificativo de los partidarios de Cruz Azul), pues puso fin a 18 años de sequía. Los directivos retozaron en su fragancia de triunfo descorchando botellas. La fiesta parecía infinita. 

Incluso, la joven figura del equipo, el chico rockero de melena larga, Juan Francisco Palencia, dictaminó tras ganar ese campeonato, a modo de burla o quizá embriagado por el champán que: “ya tenemos un colchón de 17 años para volver a ser campeones”. Craso error, fue la última vez que Cruz Azul levantó un título de liga. 

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En 1997, Cruz Azul obtuvo un campeonato épico en su historia. Lo trajeron de la ciudad de León después de que un portero argentino llamado Ángel Comizzo, mitad genio, mitad demente, le clavara los tachones a Hermosillo en la mejilla en tiempos extras.               

Cruz Azul es una escuadra peculiar. Fundado en el seno del cooperativismo de la cementera La Cruz Azul, en el remoto paraje de Jasso, estado de Hidalgo, por Guillermo Álvarez Macías, se convirtió en el equipo más ganador de los 70 y el más ofendido de la época actual. 

Es tan singular, que el lugar de su nacimiento fue cambiado de nombre. Pasó de llamarse Jasso a Ciudad Cruz Azul, debido a que, en principio, al equipo le recomendaron que cambiase de nombre porque era igual al de una marca comercial. Pero, tunante como era, Guillermo Álvarez Macías apostó por cambiar el nombre de la ciudad en lugar de el del equipo. Cogió su folder lleno de papeles y se fue a visitar al corregidor de Hidalgo, Carlos Ramírez Guerrero, que frunció el ceño y tamborileó con los dedos al preguntarle al dirigente deportivo cómo iban a arreglar la ciudad. Álvarez Macías le prometió casas higiénicas, caminos pavimentados, puentes, hospitales, escuelas con ingeniería mexicana y arquitectura de punta. Así se consiguió el permiso de cambio de nombre de la ciudad en 1965.

El pueblito es pintoresco, y es el único en el mundo que lleva el nombre del producto comercial y al mismo tiempo el de un equipo de fútbol. Solamente se le parecería medianamente el caso de la ciudad de Wolfsburgo, en Alemania, sede del equipo de fútbol del mismo nombre y de la planta central de automóviles Volkswagen. 

Panteón Xomchimilco, en Ciudad Cruz Azul.

En Ciudad Cruz Azul se rinde un culto sectario a la familia Álvarez, a su fundador y esposa. Ellos, a su vez, legaron el poder a sus hijos, Guillermo y Alfredo que aunque crecieron un tiempo ahí, se educaron en Ciudad de México, a unos 70 kilómetros de distancia. Lo importante, era que la estirpe no dejara el trono. 

También ahí mismo se encuentra la matriz de la cementera más grande de México que opera con tres mil empleados sólo en esa fábrica. La gente es fanática de Cruz Azul y si un día festejan algo pero coincide con un partido del equipo, detienen el jolgorio dos horas para mirar por televisión el cotejo y luego vuelven al baile. 

También de este sitio se desviaron más de 400 millones de dólares, cifra que estiman los cooperativistas, fue robada por los hijos del fundador que se quedaron con el control en 1988. Guillermo ‘Billy’ Álvarez fue el Presidente, su hermano, Alfredo el Vicepresidente y su cuñado Víctor Garcés el jurídico. El primero y el último son prófugos de la ley mexicana. 

En el último campeonato de liga que ganó Cruz Azul, en 1997, ‘Billy’ Álvarez, que gozaba de popularidad en ese momento, fue advertido de que la pared que dividía al club del panteón, era pequeña y poco segura, además de que muchos balones se volaban por encima durante los entrenamientos. 

La gente de la zona empezó a robárselos cuando en los característicos tiros a portería, el balón se iba por encima del muro. Los aficionados, trepados en la pequeña pared, apenas veían volar uno de ellos, lo agarraban y escapaban en polvareda. Cansados y disgustados porque tenían que perseguirlos por el cementerio, los utileros levantaron la voz para arreglar el mal. 

Para resolver el problema, se ordenó la construcción de una pared más grande, y se aprovechó la oportunidad para retocar los vestidores y la piscina, y para edificar una palapa (especie de quiosco), una pequeña área de snack bar y unos dormitorios. 

Un lunes por la mañana se derribó la mitad de la pared que daba junto al panteón. Para el miércoles, estaba lista la nueva muralla de tres metros de alto que se irguió en un lugar prohibido. No se sabe si fue por un error de cálculo o con premeditación, pero el caso es que las instalaciones de Cruz Azul coparon un trecho de las tumbas. Los trabajadores de ese encargo, niegan con el tiempo que hayan roto lápidas y cruces, pero lo cierto es que sacaron más cemento que el que derribaron. Desde aquel día, otro tipo de aire se cuela por las canchas del club. 

Jesús Corona, el arquero del Cruz Azul, abandona la cancha tras una nueva derrota.

***

La explicación de 23 años sin campeonato no es científica. Cruz Azul ha perdido de formas tan inverosímiles que contarlas resulta delirante, igual a echar vinagre en las heridas. Ha ganado algunos torneos como la deslucida Copa Mx o una de Concacaf con la que, de manera más o menos discreta, ha puesto un antifaz al ridículo. Sin embargo, la numeración de fracasos es constante y la persecución del anhelado título de liga parece un sueño etéreo. 

Algunos ejemplos de las tragedias cruzazulinas son: 

1. Pierde en su estadio, un año después del suceso de la pared del panteón, contra Pachuca en tiempo extra con gol de Alejandro Glaría, anotado con una parte tan sensible y delicada como un testículo. 

2. Pierde heroicamente una final de Copa Libertadores ante Boca Juniors en penales. 

3. En el repechaje de 2003 vencía a Chivas 5-1 en el juego de vuelta y le empataron en el marcador global por lo que perdió el pase a la liguilla. 

4. Pierde en 2005 unas semifinales en la mesa por alineación indebida, debido a que ocupó a Salvador Carmona cuando estaba inhabilitado por un castigo de dopaje. 

5. Pierde una final ante Santos Laguna en 2008. 

6. Pierde una final ante Toluca en penales. No le marcan un claro penal a favor en tiempo regular y en la tanda, hay uno que pega en el travesaño y le rebota en la espalda a su portero Yosgart Gutiérrez. 

7. Pierde una final de Concacaf ante el Atlante en 2009. 

8. Ese mismo año, aventajaba al Monterrey 3-1 en la final del Apertura y le dieron la vuelta en el marcador 4-3. 

9. A diez segundos del final, el Pachuca le saca el juego por el pase al Mundial de clubes de 2010. 

10.     Acaso ninguna como la de 2013 cuando, en tiempo agregado, permitió que el América le empatara el marcador con un cabezazo del portero Moisés Muñoz ayudado por el desvío de Alejandro Castro que, más adelante, se resbalaría al cobrar uno de los penales, para perder el juego. Alejandro Castro, un buen centrocampista, quedó marcado para siempre y tuvo que recibir ayuda psicológica. 

11.     Uno de sus estandartes, el portero Óscar ‘Conejo’ Pérez, jugando para Pachuca en 2017, le anota a Cruz Azul con un cabezazo. 

12.     En un juego de liga vencía al América 3-0 y terminó perdiendo, 3-4. 

13.     En una final equilibrada ante el América, en 2018, pierde tras un error de Marcone y las Águilas les anotan un par de veces. 

14.     El detonante de la exasperación y la depresión de sus aficionados fue el torneo Guardianes 2020. Habían ganado el juego de ida a Pumas 4-1 y el de vuelta lo perdieron 4-0, con algunos comentarios suspicaces de la prensa que especulaba con la idea de que los jugadores se dejaron vencer por órdenes del presidente derrocado, ‘Billy’ Álvarez, quien busca que los fracasos sigan cuando ha llegado una nueva directiva. 

Los aficionados cementeros ya no saben cómo cargar con tanta tragedia y burlas, y se consideran asimismo el hazmerreir del futbol mexicano. La palabra cruzazulear, que comenzó como una vulgarización en las pláticas de cantina y los barrios, adquirió relevancia cuando la Academia Mexicana de la Lengua la aceptó como un neologismo. Cruzazulear es la acción de tener un triunfo seguro pero perderlo de alguna manera increíble.  

Una nube negra se posa sobre el estadio del Cruz Azul. ¿Señal inequívoca de su terrible maldición?

***

–¿Entonces desde que salieron campeones pasan cosas raras? –le pregunto al guardia de seguridad de La Noria. 

–Sí. A mitad de la madrugada se pasea una niña vestida de blanco. Todos la han visto, incluso algunos, cuando va a anochecer, evitan ir hacía las canchas pero nadie se lo va a decir porque el club es muy familiar y esas cosas pueden perjudicar la imagen. 

–¿No tendrá que ver con lo de la pared del panteón? 

-No creo, o no sé. Acá entre nos le diré que en las noches hemos visto perros negros de ojos rojos saltando por las canchas. Los campos de fútbol en la madrugada parecen una boca de cocodrilo, espesa y oscura. Yo creo que son los perros del panteón, vaya usted a saber cómo se brincan la pared tan grande. 

–Dice el del panteón que no le tema al ladrido de los perros. 

–Los perros solo ladran de forma tan fea cuando presienten cosas malas. 

–¿Ya me va a decir su nombre? 

–¿Para qué? nada más me va a perjudicar –me responde el guardia. Y desde el radio que trae atado a la cintura se alcanza a escuchar: “Toño, ya saca a ése que anda haciendo preguntas”. 

La explicación de 23 años sin campeonato no es científica. Cruz Azul ha perdido de formas tan inverosímiles que contarlas resulta delirante, igual a echar vinagre en las heridas.

Toño es uno de esos guardias que cree que Dios le dio el don de la bondad y por eso lo convirtió en autoridad. Dice que de joven fue chafirete (chofer de transporte público) y estuvo en una estación de bomberos. Es un hombre al que siempre acompaña el aliento del trabajo y está allí desde que las instalaciones de La Noria abrieron sus puertas. 

Toño salé a las cuatro de la tarde una semana, y la otra tiene que cubrir el turno nocturno. Entiende que las cosas en La Noria son así, que todos, como pequeño poblado, asimilan los males. Menos las propias cabezas: “aquí como toda empresa, si el jefe dice es negro, todos van a decir que es negro sólo para quedar bien”, recalca. 

Cruz Azul es un equipo multifamiliar, fincado en el cooperativismo, que trasiega bajo la tutela, macabra para algunos, de la dirección de los Álvarez Cuevas hasta llevar escándalos mayúsculos a los encabezados de la prensa. 

En 2020, después de 32 años de dirigencia, el presidente Guillermo Álvarez fue fichado como prófugo, por lavado de dinero, por el gobierno de México. Su propio hermano, Alfredo, fungió como testigo ante las autoridades en su contra. Antes de que desbordara el escándalo, su cuñado Víctor Garcés, huyó del país. Aun así se especula que, Guillermo Álvarez, quien sólo dio un título de liga a Cruz Azul, sigue manteniendo hilos dentro de la cooperativa para mover intereses. Es decir, no pudo continuar el legado de su padre, determinante para enaltecer al equipo de fútbol. 

La supuesta maldición, sin embargo, no inició ni terminó con la pared del panteón. 

El Cruz Azul pierde contra El América. El segundo celebra su triunfo.

Los sauces se mueven con brusquedad llevando un sonido que hiere el aire, como un silbido quejumbroso de locomotora que produce escalofrío. En su esplendor, la década de los 70, un comentarista adornó al equipo con el apodo de ‘La Máquina’ por lo aplastante que era con sus rivales. Ahora es un ferrocarril oxidado por el dolor. En las noches, los vigilantes juran que no sólo se mueve el follaje sino los troncos por completo. Hay algo de locura en La Noria. 

Años atrás, los dirigentes recurrieron, como es normal entre los supersticiosos, a ciertos métodos extraños porque creían que estaban embrujados. Y no hay mejor remedio para los males extraterrenales que los chamanes mexicanos. Por esa razón contactaron a Ángeles, bruja de Catemaco, un pueblo místico situado en la costa del Golfo de México. 

Desde que entró a las instalaciones pidió hielo porque le comenzó a doler la cabeza. Se lo amarró en la nunca con una franela roja y comenzó su diagnóstico. Dicen algunos presentes que el cielo pasó de estar pintado por un amarillo gamuza del sol, a ensombrecerse con una gris tristeza. Ángeles anduvo por los pasillos del club llevando en su mano derecha un bastón de pino amarrado con un trapo rojo. Después de caminar por las oficinas, se desplomó en la entrada de los campos. Era un miércoles al atardecer, y los guardias de vigilancia, estaban entre los presentes. Entre ellos, Don Toño que la ayudó a levantarse y la sentó en las gradas. Recuerda clarito las palabras de Ángeles: “hay una fila de muertos enojados porque les perturbaron el descanso, están en los campos donde entrenan”. 

Después de eso, los dirgientes del club se molestaron con ella y terminaron de inmediato la sesión. 

En su esplendor, la década de los 70, un comentarista adornó al equipo con el apodo de ‘La Máquina’ por lo aplastante que era con sus rivales. Ahora es un ferrocarril oxidado por el dolor.

Pero, antes de retirarse Ángeles les dio una última recomendación y les dijo que había que limpiar con diferentes plantas todas las paredes del club: refregar con albahaca morada, mar pacífico, quiebrahacha, yaya, jaguey, muralla, álamo y retoño, poner cocos en todas las entradas, una bandera bicolor en la puerta principal y hacer un trabajo especial en la zona donde estaba la tropa de muertos, es decir, en el arco sur de la cancha principal de entrenamiento. Un trabajo digno del mercado de Sonora (especializado en herbología y artículos relacionados con la magia y el ocultismo). También agregó que había que enterrar una rama de árbol podrido, caña brava y dejar siete bebidas en vasos de plástico junto a un puro y dos velas blancas por una noche, para al día siguiente, ofrendar la sangre de un pequeño macho cabrío junto a siete gallinas en medio de rezos y mezclarla en el agua con la que se regara el pasto. 

Las personas de Cruz Azul se espantaron ante la barbaridad zoológica que les proponía y le pidieron que se fuera de las instalaciones. Le prometieron girar un cheque que nunca llegó. 

–Dicen que, enojada, fue a tirar no sé qué clase de embrujos al Estadio Azul, y que por eso ahí se aparece la misma niña de blanco que aquí en La Noria y que por eso nunca saldrán campeones, pero pues quién sabe –comenta Toño, y me pregunta –usted cree en esas cosas? 

–La verdad es que sí –le respondo. 

Entonces Toño se calla por un momento, mira hacia el interior del club, y me dice: “No se crea todo lo que cuentan, cualquier día de estos andan saliendo campeones”. 

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