Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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Yo no nací gritando gol como admitió el escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015) ni, tampoco, me convertí a “la religión dominical del fútbol”, como García Márquez (1927-2014) ni sentí lo que, muchas veces, hizo hervir la sangre del exfutbolista inglés David Beckham (1975): que “el futbol no es un juego, sino magia”, magia pura.

No disfruto del fútbol como la inmensa mayoría de los aficionados pero tuve que escribir sobre dos eliminatorias mundiales (1982-1986), siete Copas Libertadores de América, un número similar de campeonatos nacionales del deporte en Brasil y entrevistar al Rey Pelé, el más grande futbolista de todos los tiempos, cuando era corresponsal del Servicio Latinoamericano de la agencia norteamericana de noticias The Associated Press (AP) entre 1980 y 1987.

Sufrí mucho con los desafíos profesionales que me impuso el fútbol en la época pero conté con la gran ayuda de Luisao, apasionado experto brasileño en el tema y teletipista del diario carioca “Jornal do Brasil, en cuyas instalaciones estaban las oficinas centrales de AP en Rio de Janeiro.

Luisao me acompañaba a ver todos los partidos y sus comentarios eran valiosísimos para una inexperta como yo. Confiaba en él porque nunca falló en los pronósticos y sus observaciones siempre fueron acertadas. Hasta hoy agradezco y aprecio su generosa e insuperable ayuda. Entonces comprendí que en Brasil el futbol es religión. 

Por eso, la posibilidad de entrevistar a Pelé por primera vez en 1984 fue un enorme desafío que alteró mis nervios e hizo que leyera todo sobre su “jogo bonito”, sus críticos y la euforia mundial que despertaba como futbolista. 

Además de ser el mejor futbolista de su tiempo, fue un amante de la poesía, la música y las mujeres.

Sabía que lo habían descubierto muy temprano, que empezó a jugar en el Santos a los 15 años y que a los 16 disputó el primer mundial de fútbol.

Cuando lo encontré, ya era una leyenda. Había participado en cuatro mundiales (1958; 1962; 1966 y 1970), era reconocido, aplaudido y admirado internacionalmente. Era el único jugador del mundo que había ganado tres de los cuatro mundiales en los que participó (1958, 1962 y 1970). También, el más joven futbolista en haber marcado un gol en un mundial (1958); ya había marcado 1.283 goles y ganado 24 títulos, entre muchas otras cosas.

Por eso, jamás imaginé que nuestro encuentro terminaría como terminó: rodeado de música y de poseía. Algo impensable para el gran jugador de los pies chatos, para el mayor jugador del siglo XX como lo reconocería la FIFA 16 años después.

Por eso, la posibilidad de entrevistar a Pelé por primera vez en 1984 fue un enorme desafío que alteró mis nervios e hizo que leyera todo sobre su “jogo bonito”, sus críticos y la euforia mundial que despertaba como futbolista. 

Tal vez, en nuestro encuentro ayudó mucho lo que Pelé repitió varias veces, que era un hombre con Tres Corazones (en referencia al nombre de su pueblo natal, en español) y que le quedaban otros dos, fuera del fútbol: la música y la poesía pero, para mí, en Pelé existía también un cuarto corazón.

Aunque cuando lo entrevisté, ya era muy famoso, Pelé poseía “la humildad del polvo”, como decía Gandhi. Era sencillo, humano y divertido. Jamás olvidó sus raíces y hasta reconoció que fue “feliz y no sabía”, cuando de niño jugaba en la calle y pateaba una pelota improvisada, hecha con un calcetín viejo relleno con trapos, que él y sus amigos encontraban en la basura o tirados en la calle y que, muchas veces, rasgaron “con los dientes hasta convertirlos en hilachas”.

La gran pobreza de la familia hizo también que el pequeño futbolista fuera, también, un lustrabotas para poder ganar un plato de comida.

En mi opinión, “El Rey”, tal vez, aprendió, antes que muchos de nosotros, que “el orgullo te puede hacer sentir más fuerte pero nunca más feliz y que, casi siempre, pesa mucho más que el hambre, la sed y el frío, como dijo alguna vez Thomas Jefferson, el tercer presidente de Estados Unidos (1743-1826).

El ciudadano

Edson Arantes do Nascimento (1940-2022), fue bautizado como Edson en honor al inventor, científico y empresario estadounidense Thomas Edison (1847-1931), según afirmó Pelé con orgullo en varias oportunidades, incluso en aquella tarde memorable en que nos encontramos por primera vez. 

Pero, sus amigos de la infancia lo llamaban “Dico”, apodo que su madre conservó y lo de “Pelé” y “El Rey”, vinieron mucho después.

Lo de Pelé por su forma de jugar, parecida a la de Bilé, un arquero con el que jugó su padre y cuyo nombre se transformó en “Pelé” y, lo de “El Rey”, lo atribuyen a un reportaje que fue carátula de la revista Paris Match y que apareció después del Mundial de 1958. 

Pelé poseía “la humildad del polvo”, como decía Gandhi. Era sencillo, humano y divertido.

Pelé fue hijo de Joao Ramos do Nascimento, conocido como Dondinho, un jugador del Fluminense y del Atlético Mineiro que tuvo que retirarse del fútbol por causa de una lesión y, por eso, se afirma, que la madre de Dico se oponía a que se convirtiera en futbolista.

Pero al margen de su historia, de su talento y sus triunfos, que lo convirtieron en el mejor de todos los tiempos y le pusieron el mundo a sus pies, Edson, el ciudadano, amaba tocar guitarra, violín, componer, cantar y también sentía “aquele gostinho” apasionado por la música, la poesía y las mujeres bellas. Sus otros corazones.

Cuando lo entrevisté ya había compuesto varias canciones y grabado discos como el vinilo “Tabelinha” (1969) con la reconocida cantante brasileña Elís Regina, en el que se incluyeron dos composiciones suyas: “Lo siento, no” (Perdao, nao) y “Humillación”, (Vexamaos) y trabajado con su compatriota, el famoso compositor brasileño Sergio Mendes en el álbum Pelé, lanzado en Canadá en 1977, entre muchas otras cosas.

Sus biógrafos sostienen que Pelé escribió unas 100 canciones y que vendió cien mil copias con uno de sus álbumes. Además que, antes de morir el pasado 28 de diciembre de 2022, hablaba, con frecuencia, sobre música en su cuenta de Instagram.

Famosos compositores brasileños como Tom Jobim y Caetano Veloso ya lo habían homenajeado cuando hice la entrevista. El último lanzó una composición en la que lo mencionaba en 1977 y, un año después, la canción “Love, love, love”, que se inspiró en un discurso de Pelé que terminaba con la palabra amor.

“Pienso que el amor es la cosa más importante en la vida. Repitan conmigo tres veces: amor, amor y amor”, dijo Pelé en el estadio de los Gigantes de Nueva Jersey cuando su jubiló en 1977.

Sus biógrafos sostienen que Pelé escribió unas 100 canciones y que vendió cien mil copias con uno de sus álbumes. Además que, antes de morir el pasado 28 de diciembre de 2022, hablaba, con frecuencia, sobre música en su cuenta de Instagram.

En 1984, Pelé ya había comenzado como actor en una película sobre su vida en Tres Corazones, su pueblo natal, dirigida por Carlos Hugo Christensen, guionista y productor de cine argentino (1914 -1999), estrenada en 1962.

Igualmente, había actuado en telenovelas brasileñas y participado en la película estadounidense Victory (Escape a la victoria, en español), sobre la Segunda Guerra Mundial, dirigida por John Huston y protagonizada por Michael Caine, Sylvester Stallone, entre otros.

“Ser actor es como cambiar de piel, renovarse, reconocerse en otro. Es un viaje al fondo de uno mismo”, nos dijo en la entrevista.

El cuarto corazón

Pienso como muchos que el ídolo del fútbol, nacido en Tres Corazones, poseía un cuarto corazón. Era reconocido como un delicado y elegante paquerador (coqueto), como me lo hizo notar Algemiro Nunes, el querido amigo y excelente fotógrafo de AP, que me acompañó en aquella tarde memorable que compartimos con Pelé. 

Entonces, “El Rey” ya se había separado de su primera esposa, Rosmeri Cholbi, con quien vivió 12 años (1966-1978) y ya habían nacido tres de sus siete hijos: Kelly Cristina, el 13 de febrero de 1967, Edson, el 27 de agosto de 1970, y Jennifer, en junio de 1978. 

Igualmente, vivía el final de un tormentoso romance de 5 años con la bella presentadora María da Graca Meneghel, conocida como Xuxa, 23 años más joven y quien, al finalizar la relación, admitió que el fracaso de la misma se debió a las constantes infidelidades de Pelé.

Sus biógrafos dicen que también fue pareja de dos reinas de belleza de Brasil: Denis Nunes de Souza, en 1986 y de Flavia Cavalcanti, en 1989 y que además, tuvo otros amores y amoríos. Siempre escuché chismes al respecto durante los casi 25 años que residí en Brasil, pero Pelé trató de ser muy discreto y de apagar de inmediato los incendios personales que pudieran afectar su imagen entre los niños y demás admiradores. 

Una de sus grandes preocupaciones era la infancia, sobre todo la más carente pues allí se encontraban millares de sus pequeños admiradores. Por eso, infinidad de veces hizo llamados como “…el pueblo brasileño no se puede olvidar de los niños necesitados, en las casas de caridad. Vamos a pensar en eso. Por el amor de Dios, piensen en la Navidad de esos niños, de las personas pobres”, dijo tras anotar su milésimo gol en el Maracaná de Rio el 19 de noviembre de 1969. Nos confesó que ese día "yo temblé. Mis piernas tiritaban. Respiré profundo y dudé que lo lograría pues me faltó confianza y el tiro no fue bueno”.

Gloria Helena Rey entrevistando al rey Pelé.

Los otros corazones

Nuestra entrevista comenzó, precisamente ahí, con ese recuerdo inolvidable para él y la afición. Hablamos de los desafíos; de las dificultades de empezar tan joven su carrera; del éxito temprano y de planes deportivos pero la entrevista se fue desviando hacia otros campos y terminó en la música y en el sentimiento.

Con la ayuda de una caipirinha terminamos la tarde cantando a Chico Buarque, a Vinicius de Morais, recordando a sambistas y a poetas, algunos de los cuales eran recién nacidos en mi vida.

Nos animaron “Apesar de voce”, de Chico; “Samba da Bencao de Vinicius de Moraes y Baden Powell y sambas de Cartola, Pixinguinha, Beth Carvalho, Paulinho da Viola y otros, que Pelé amaba y cuyo ritmo era uno de sus preferidos para componer.

 También nos acompañaron poemas de Manoel Bandeira (1886-1968) como “Toda mi ternura” “…para las mujeres que me amaron/y yo no pude amar” y “Poemita del contra”, del poetinha de Porto Alegre, Mario Quintana (1906-1994): “Todos los que están ahí/ obstaculizando mi camino/ellos pasarán/ yo, pajarito”. 

Por todo lo anterior, comprendí esa tarde única y memorable que Brasil y Pelé eran un sinónimo.

Con la ayuda de una caipirinha terminamos la tarde cantando a Chico Buarque, a Vinicius de Morais, recordando a sambistas y a poetas, algunos de los cuales eran recién nacidos en mi vida.

Me sorprendí cuando Pelé me dijo en un portunhol medio enredado que había leído algo de un poeta colombiano llamado “Arquimiegas”. 

—No lo reconozco —le dije—. ¿Recuerda algo del poema? 

 —¿Quieres que hablemos?...está bem…empieza. “Fala ao meu corazón como outros días”… no me lembro mucho más pero si sé que es lindo pero triste porque el amor fallece —comentó.

Además de tocar la guitarra, el violín, componer canciones y amar la poesía y las mujeres, Pelé también fue Ministro de Deportes de Brasil bajo el gobierno del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), Embajador de Naciones Unidas y recibió la condecoración de “Ciudadano del mundo”.

En el Museo con su nombre, que funciona en la ciudad de Santos, hay una escultura de sus pies donde se ven los dedos achatados de tanto patear los cientos de pelotas desde que era un muleque, es decir, desde que era aquel niño que jugaba con la pelota de trapo hecha con un viejo calcetín.

Sin embargo, a Pelé solo se le achataron los dedos de los pies. No pasó lo mismo con su alma de “garoto” libre y eterno pajarito, como escribió en su poema del contra Mario Quintana.

Pelé sabía que el talento de sus piernas fue un regalo de Dios pero que su amor por la música, la poesía y las mujeres había sido algo suyo, parte de su índole.

El fútbol no fue ni es para mí una pasión pero me sentí muy afortunada y agradecida con Dios y con la vida por el regalo de ese encuentro inolvidable con Pelé, el ciudadano, el músico, el actor y el ser humano. Agradeceré y apreciaré por siempre haberlo conocido y pasado aquella tarde con ese gran hombre con alas tan enormes. 

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