A las organizaciones de base comunitaria del Pacífico colombiano la pandemia las puso en una encrucijada. Nada de lo que hacían parecía suficiente para atenuar los impactos del Covid-19 en un territorio golpeado por la violencia, la exclusión, la pobreza multidimensional y el racismo. Buscando hacerse más fuertes, y motivadas por la Fundación Ford, cuatro organizaciones decidieron sellar una alianza bajo el mantra ‘Soy porque somos’, tres palabras que encierran la profundidad de la filosofía africana ‘ubuntu’, que ve a la humanidad como un todo y apela a la solidaridad de grupo.
La llamaron Pacífico Task Force (PTF) y nació durante ese turbulento 2020 con el fin de trabajar por la justicia étnico-racial, ambiental y de género en esa región. Sus cimientos se construyeron sobre la trayectoria de organizaciones fundamentales para el Pacífico colombiano: Comité del Paro Cívico de Buenaventura, Proceso de Comunidades Negras (PCN) y Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano (CONPA). Su particularidad con respecto a otras alianzas surgidas de movimientos afrodescendientes en el país: la participación de la academia, con el Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF), de la Universidad Icesi.
“Construimos una alianza entre actores que desarrollaban sus agendas individualmente, pero al unirnos potenciamos nuestro accionar regional. Este trabajo colectivo, participativo y colaborativo representa un hito para los procesos afrodescendientes del país y para las partes que integran la alianza”, afirma Lizeth Sinisterra Ossa, gerente de PTF.
El objetivo inicial era afrontar la pandemia juntos. En ese momento, señala Yoseth Ariza-Araújo, cofundador de PTF y líder de investigación de inequidades étnico-raciales en salud en el CEAF, la mayor cantidad de certezas las tenía la academia, que contaba con datos internacionales, nacionales y regionales. Desde su visión crítica veían, por ejemplo, cómo el Ministerio de Salud insistía en hacer una lectura unificada de un país como Colombia, tan diverso como sus regiones.
Lizeth Sinisterra Ossa, gerente de Pacífico Task Force, cuenta la vocación de esta organización que impulsa los liderazgos territoriales del Pacífico colombiano. Cortesía/PTF.
“Vimos cómo los datos que entregaba el Ministerio no dialogaban con las realidades de los territorios. Por eso creamos una línea de inteligencia epidemiológica desde y para el Pacífico, de la mano de las Secretarías de Salud y de líderes territoriales, así pudimos conocer el estado real de la salud de las comunidades afrodescendientes”, agrega la gerente de PTF.
Una de las razones de ser de la alianza en aquel momento, relata Ariza-Araújo, consistió en “procesar la información y plantear otra narrativa y otro diálogo con las autoridades étnico-territoriales”.
Pero el diálogo fue mucho más amplio. Ocurrió en escuelas, para apoyar a distancia a profesores y estudiantes; con platoneras de plazas de mercado y transportadores, para ayudarles a establecer medidas de autoprotección, cuidado de sus familias y de sus clientes; con familias priorizadas por su grave situación alimentaria (a las que, para empezar, les preguntaron qué tipo de canasta de alimentos querían recibir) y con proveedores a los que les compraron los alimentos para la canasta étnica. Fue un diálogo fluido, que creó “confianza y legitimidad”, en palabras del profesor e investigador Ariza-Araújo.
En 2018, la maestra y abogada María Isabel Hurtado Carabalí abrió la Corporación Club de Lectura Mariposas de Amor, con la que ha creado espacios seguros para niños vulnerables de Buenaventura. Foto/ Andrés Bolaños.
Bono social para fortalecer a las organizaciones
La primera etapa de PTF, que abarcó 2020 y 2021, los hizo ver cómo la pandemia había agravado la crisis en el Pacífico colombiano y dimensionar el desamparo de las organizaciones territoriales. “Eran líderes y lideresas que generaban alternativas de vida en contextos muy adversos o con múltiples desafíos, pero que no contaban con suficientes herramientas para enfrentarlos”, dice Sinisterra Ossa.
De ahí que decidieran apostarle, en una segunda etapa de PTF, al bono social para la recuperación pospandémica, que se orientó hacia el fortalecimiento de las organizaciones territoriales por medio de un acompañamiento técnico y financiero. Para materializarlo, la Fundación Ford fue clave. Su nueva motivación para apoyar a PTF: contribuir a que la sociedad civil y las organizaciones sociales del Pacífico fueran más resilientes y capaces de hacerle frente a los efectos de las políticas y los procesos de recuperación en temas como los recursos naturales y el cambio climático.
En ese momento, otras dos organizaciones coordinadoras se unieron a PTF: Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Jóvenes Creadores del Chocó.
En 2022, PTF lanzó una convocatoria para las organizaciones territoriales de todo el Pacífico. Aplicaron 100, de las que seleccionaron 58, entre organizaciones de base comunitaria, consejos comunitarios e instituciones educativas. Comenzaron por conocerlas, por entender su universo, sus falencias, retos y logros.
Desde y para los territorios
María Isabel Hurtado Carabalí la pasó muy mal con su club de lectura durante la pandemia. En 2018 había creado Mariposas de Amor con una certeza: si los libros la habían salvado a ella, que había crecido en una de las zonas más afectadas por la violencia y la pobreza en Buenaventura (la calle Buenos Aires II del barrio de invasión Juan 23), lo harían con otros niños y niñas.
Mariposas de Amor no solo incentiva la lectura, sino que ofrece atención integral a los niños y sus familias. Foto/ Andrés Bolaños.
El club de lectura comenzó en la sala de su casa con cinco alumnos. Dos años después, cuando inició la pandemia, tenía 350. Pero a finales de 2020 arreció la violencia en Buenaventura y para noviembre de 2021 las cosas estaban peor que nunca. “Quedamos solo cinco familias en la calle Buenos Aires II; mientras que en Buenos Aires I, ya no había nadie. Era aguda la situación: casas desoladas, balas que impactaron el club de lectura y toques de queda desde las 5 de la tarde hasta las 8 de la mañana del día siguiente. Estábamos confinados en nuestros propios hogares. Eran horas terroríficas. Nos hicimos una promesa: ‘Si alguien se va a ir, diga para irnos todos’”, recuerda la ‘profe’ María Isabel. El club sufrió una desbandada sin antecedentes: en 2022 quedaban solo 100 niños.
Necesitaban apoyo para seguir adelante. Así que la líder de Mariposas de Amor decidió aplicar a la convocatoria de PTF para organizaciones que trabajan por la educación. “Esta alianza nos ha permitido crecer, fortalecer y visibilizarnos como una corporación de mujeres. Es la única organización que no nos trata como bebés, sino como socias. Cree en el liderazgo afrocolombiano y de las mujeres, y en que podemos manejar bien nuestros recursos”, comenta. Su balance al presente: 1500 beneficiados, de 750 familias, y dos sedes; solo en 2023 prestaron 800 libros.
El bono social de PTF ha irrigado 14 territorios, desde Bojayá (Chocó) hasta Barbacoas (Nariño). Lo ha hecho con procesos formativos, para las organizaciones que ganaron la convocatoria, en temas como soberanía alimentaria, gobernanza territorial y ambiental, etnoeducación y protección de recursos naturales y mitigación del cambio climático. Hasta el momento, han graduado a más de 300 líderes y lideresas territoriales, la mayoría “nunca había sostenido un diploma en sus manos”, cuenta con orgullo la gerente Sinisterra Ossa.
Líderes de las organizaciones territoriales que integran Pacífico Task Force. A la derecha (sentada), Lizeth Sinisterra Ossa. Foto/Cortesía FTP.
Desde Tumaco, la líder y recolectora de piangua Silvia Magnolia Ordóñez, fundadora de Raíces del Manglar, formuló un proyecto por primera vez en su vida, con el que busca proteger ese ecosistema marino y su fruto. Desde Vigía del Fuerte, Jenny Palacios Romaña, del Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Bajo Atrato (Cocomacia), quiere fortalecer la gobernanza a partir de la toma de decisiones de las mujeres en los consejos comunitarios. Desde Timbiquí, la profesora Yenifer Rodríguez Ruiz, de la mano de la Institución Etnoeducativa Puerto Saija, promoverá la cultura del cuidado medioambiental y del manejo de los residuos no solo en sus estudiantes, sino en la comunidad.
Este año, la alianza les otorgará los recursos, mediante subvenciones, para que todos los beneficiarios puedan implementar los proyectos en sus comunidades; en 2025, se evaluará el impacto de lo realizado.
Son varios los logros en este proceso de cuatro años, explica Sinisterra Ossa: consolidar la alianza, tejer un ecosistema regional de trabajo colaborativo, implementar metodologías que permitan los diálogos de saberes y acompañar de manera “amplia y flexible” a las organizaciones para que se fortalezcan no solo desde adentro, sino hacia afuera, y así logren materializar sus agendas propias.
Este reportaje fue apoyado por la oficina para la región Andina de la Fundación Ford.