Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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En corto: con Un poeta, que acaba de estrenarse en su país de origen, Colombia, tras un paso exitoso por diversos festivales, estamos ante un nuevo clásico del cine latinoamericano. Es una película al nivel de El secreto de sus ojos o Relatos salvajes (Argentina), Y tu mamá también (México) o acaso Ciudad de Dios (Brasil). Esperen y verán. Un poeta ingresará a la cultura popular y será tema de amena discusión en bares, reuniones informales, en el transporte público, en familia. Su fuerza es tal que esta nueva joya, si el boca a boca hace bien su trabajo, habitará no solo en el corazón de nuestros hermanos colombianos, sino de todos en el continente.

¿De dónde tanta magia? En principio, del refrescante, iluminado guion del también director antioqueño Simón Mesa Soto, quien ha filmado en maravillosos 16mm. la desventurada historia de Óscar Restrepo (Ubeimar Ríos) un cuarentón de Medellín que alguna vez publicó en su juventud un par de poemarios que le valieron cierto reconocimiento pero que se ha vuelto hoy un cliché andante del poeta de cantina, borracho y venido a menos: vive con su madre, le roba el vehículo y se resiste a sucumbir al sistema, todo por “la poesía”. Tiene una hija adolescente –que vive con su mamá– a quien avergüenza. En su habitación cuelga el retrato de su único Dios: José Asunción Silva, el joven poeta bogotano de cuna aristocrática y vida trágica que se quitó la vida de un balazo en el pecho –cuenta la leyenda que le pidió a un médico que le señalara el lugar exacto de su corazón para dispararse en él.

Sin embargo, es Ubeimar Ríos la perla de este filme: en la vida real un profesor escolar de filosofía, Ríos habita en este papel debutante la piel de Restrepo como si fuera la suya propia. Una tragicomedia en toda regla. En medio de sus embriagueces en cantinas, aceras y distintos lloraderos (como les decía el Gabo—a quien, por supuesto, como buen contracultural nuestro Óscar Restrepo simplemente odia), nuestro protagonista conocerá a la escolar Yurlady (Rebeca Andrade), quien manifiesta un enorme talento poético, quizá mayor que el suyo propio. Nuestro antihéroe intentará entonces redimirse quizá a través de esta potencial pupila: su nueva razón de vida será convertirla en una estrella de la poesía local, y quizá nacional.

Esta es la trama y cualquier centímetro más es un peligroso spoiler, así que diré que TODOS hemos conocido, o conocemos, o conoceremos, o hemos oído hablar de alguien como el poeta maldito Óscar Restrepo. Yo escribo desde Lima, y aquí he conocido al menos a un par, sobre todo en los bares Queirolo, Juanito y Superba. Óscar Restrepo es tan latino y universal que sus tropiezos son palpables, tangibles, cercanos. Y los amigos que le quedan y le quieren dar la mano, poetas o literatos algo mejor logrados que él, son la síntesis de muchos círculos culturales del continente, con sus intereses, desesperaciones y pequeñas miserias morales en los momentos claves.

Rebeca Andrade como Yurlady, la niña con un talento que disfruta pero que realmente no aprecia, es nuestra puerta de entrada al Medellín marginal, no necesariamente violento y tomado por el narco que suelen mostrar otras producciones, sino el de la gente común y corriente. La textura porosa de la imagen y sus contornos irregulares en ese sentido contribuyen a una sensación casi documental de lo que vemos, con un desfile de situaciones, detalles, y notas de humor para ahogarnos de risa. Como cuando Óscar grita que todo lo hace por “¡la poesíaaa!”, y entre los personajes de la escena culturosa está la clásica gringa agregada cultural de cualquier embajada, fascinada con lo exótico de las letras locales. El guion de Mesa no perdona. Caricaturiza y ridiculiza con un buen tino envidiable, difícil de encontrar. Su retrato es tan redondo que dudo que los caricaturizados se ofendan, sino que entenderán el espuelazo fino. 

Ante nuestros ojos, veremos Óscar Restrepo descender a lo más bajo de la miseria humana en medio de nuestras carcajadas, porque Mesa ha escrito un personaje completo que nunca deja de ser fiel a sí mismo. “¡Es que cada decisión que usted toma es peor que la anterior!”, le grita, exasperado, uno de sus muy pronto examigos. Y, sí. Como cuando vemos a Yurlady rodar cuesta abajo por la calle o cuando en medio de una acusación de pedofilia la cámara nos muestra fugaz un retrato de Bukowski, o sea, ya lo vimos todo. Un poeta es, disculpen la ridiculez, un poema. Ya pues. Si al final, hay algo de Óscar Restrepo en todos nosotros. Eso es algo que ya dije.


CALIFICACIÓN: 5/5

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