Relatto | El cuento de la realidad

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Hay un cruce problemático en Tacuba y Monte de Piedad, a espaldas de la Catedral de la Ciudad México, que evidencia que las autoridades no transitan por estas calles del Centro. Problemático porque ni automovilistas ni peatones terminan de entender quién tiene el paso realmente. Con esto y las aceras tan estrechas, es raro que alguien repare en la placa colocada ahí hace más de 50 años, la cual recuerda una historia importante:

“En el extremo sur de este edificio estuvo la imprenta de los herederos de la viuda de Miguel de Rivera Calderón, en donde de enero a junio de 1722 se imprimió la Gaceta de México del Dr. Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa. Homenaje en el tricentenario del natalicio del primer periodista mexicano y latinoamericano. 1668-1968”.

Placa colocada en 1968 en la esquina de Monte de Piedad y Tacuba, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Periodista novohispano, tendría que decir. No hay que olvidar que la Independencia de México sólo ocurrió hasta 1821. Tampoco es correcto lo de “latinoamericano”, pues el Diario de Noticias Sobresalientes en Lima, en el Perú, apareció 22 años antes. Y ojalá nadie caiga en la tentación de afirmar que Castorena fue el primer periodista de América. Tal honor le correspondería, nominalmente, al fundador del Boston News-Letter de 1704, y aun esto es debatible.

De lo que sí podemos estar seguros es de que la Gaceta de México, de 1722, fue el primer periódico impreso de la Ciudad de México y la Nueva España y uno de los más tempranos del continente, siete años antes que en Guatemala y casi siete décadas que en Cuba. También bastante anterior al primero de la metrópoli. El escritor Andrés Trapiello dice al respecto: “El primer periódico de Madrid [y de España] se publicó en 1758 con el título de Diario noticioso, curioso, erudito y comercial, y cambió su nombre en 1788 por el de Diario de Madrid”.

En el extremo sur de este edificio estuvo la imprenta de los herederos de la viuda de Miguel de Rivera Calderón, en donde de enero a junio de 1722 se imprimió la Gaceta de México del Dr. Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa”.

Tal muestra de pionerismo no debe sorprendernos en una ciudad acostumbrada a ser punta de lanza ya desde su refundación en el siglo XVI. Algunos ejemplos son su trazado urbano renacentista, de 1524, replicado ampliamente; la primera imprenta en América, traída tan pronto como en 1539; una cédula real de 1551 para establecer la primera universidad de Norteamérica; uno de los primeros parques públicos de Occidente, que es la Alameda, de 1592 y que aún existe; etcétera. 

Como quien dice, un feraz laboratorio para la Edad Moderna.

Pero ¿fue verdaderamente la Gaceta de México, de hace 300 años, el primer ejercicio periodístico de la ciudad? Depende de cómo definamos “periodismo”. Ya en el período azteca los pochtecas (comerciantes con funciones diplomáticas) traían y llevaban noticias por todo el imperio, toda vez que los tlacuilos registraban los anales de la capital y cada población de importancia.

Adicionalmente, es sabido que a raíz de la Conquista proliferaron los cronistas a ambos lados del Atlántico, así como las hojas volantes por lo menos desde los años cuarenta del XVI en la Nueva España.

También tenemos el caso del Diario de Sucesos Notables de Antonio de Robles, escrito entre 1665 y 1703 en la Ciudad de México, que el estudioso Antonio Castro Leal ubica “en los aledaños, cerca de donde empieza el periodismo”, con entradas “breves y directas, más como para recordar un suceso que para describirlo, como el resumen sucinto de un periódico católico, un frío resumen de noticias”.

En todo caso, tales anotaciones sólo se publicaron medio siglo más tarde.

Primer número de la Gaceta de México, del primero de enero de 1722.

Dejemos a los expertos dilucidar al respecto, y pasemos nosotros a revisar el número inicial de la Gaceta de México, primer órgano informativo regular de la Ciudad de México, eso sí (y aquí regular significa mensual).

No sin antes referirnos a su autor, el zacatecano Juan Ignacio María de Castorena Ursúa y Goyeneche (1668-1733), criollo acomodado que de joven se mudó a la Ciudad de México para estudiar Derecho con los jesuitas y luego a España a doctorarse en Teología. Un hombre de mundo, diríamos hoy. Amigo y defensor de la poetisa sor Juana Inés de la Cruz, quien incluso le dedicó una décima. De regreso en la Nueva España, Castorena se desempeñó como catedrático y rector de la Universidad de México y ocupó varios puestos en la Iglesia, como obispo de Yucatán, en el Caribe, donde murió de 64 años y permanece enterrado.

El primer número del primer periódico de la Ciudad de México, pues, del primero de enero de 1722 y con una extensión de ocho hojas, abre con una introducción que dice: 

“La nobilísima México, cabeza de la Nueva España y corazón de la América, celebró los dos siglos cumplidos de su Conquista el día del glorioso mártir San Hipólito, su patrón, el 13 de agosto del año pasado, con festivas demostraciones de luminarias, máscaras y colgaduras, y con paseo la víspera”.

¿Fue verdaderamente la Gaceta de México, de hace 300 años, el primer ejercicio periodístico de la ciudad? Depende de cómo definamos “periodismo”. 

 Se refiere Castorena al famoso Paseo del Pendón, conmemoración anual en honor de la caída de Tenochtitlan, capital de los aztecas, acontecida el 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito, a manos de los españoles. Dicho acto civil y religioso dejó de hacerse a comienzos del siglo XIX porque ya no venía mucho al caso con el movimiento insurgente borbollando en la cocina de los criollos.

No extraña que el Paseo del Pendón fuera el suceso de apertura de la Gaceta de México. Se trataba de la noticia más destacada. La ciudad española celebraba sus primeros dos siglos de vida, y si bien cada 13 de agosto los criollos festejaban por todo lo alto la victoria sobre los aztecas, en 1722 debió de ser con mayor enjundia.

¿Sigue siendo San Hipólito el patrono de la Ciudad de México en 2022? Eso parece. Aunque ya pocos lo tienen presente. Hoy destaca más, mucho más, San Juditas Tadeo cuya veneración se concentra –oh, sorpresa– en el templo de San Hipólito, a unos dos kilómetros de distancia del Zócalo.

Este templo es de gran relevancia para la historia de la ciudad. Hacia 1524 se levantó allí una ermita para honrar al montón de españoles que acababan de morir en la llamada Noche Triste de 1520. Después daría paso al edificio de esbeltas torres que hoy destaca en la céntrica esquina de Zarco y México-Tenochtitlan, calles de la colonia Guerrero.

Iglesia de San Hipólito, donde se celebraba el Paseo del Pendón.

Desde 1528 se tienen noticias de estos festejos del 13 de agosto: se corrían toros, se jugaban cañas y se sacaba el pendón de la ciudad desde el Ayuntamiento con el fin de ser procesionado hacia la iglesia en cuestión, donde se decía una misa solemne.

¿Cómo sería el festejo en aquel 1721? El periodista Castorena tuvo a bien consignarlo en su número de enero de la Gaceta de México. Marcharon a caballo el virrey Zúñiga y Guzmán, los miembros de la Real Audiencia y otros dignatarios, y el pendón fue portado por el conde del Valle de Orizaba, lo que implicaba un gran honor; una vez en San Hipólito, decorado con gallardetes y luces, hizo su prédica el arzobispo Eguilaz.

Y entonces continúa el periodista:

“La feliz duración de esta corte estrena su tercer siglo. Con lo cual comienza a dar a las prensas sus memorias dignas de mayor manifestación, apuntadas en estas Gacetas, pues imprimirlas es política tan racional como autorizada de todas las cortes de la Europa”.

¿Sigue siendo San Hipólito el patrono de la Ciudad de México en 2022? Eso parece. Aunque ya pocos lo tienen presente. Hoy destaca más, mucho más, San Juditas Tadeo cuya veneración se concentra –oh, sorpresa– en el templo de San Hipólito, a unos dos kilómetros de distancia del Zócalo.

Tal es la razón de ser del primer periodismo de la Ciudad de México. Para ensalzar el bicentenario de la Conquista, y en emulación de las cortes europeas, en los prolegómenos de la Ilustración. 

Pero también para no ser menos que el Perú, que como ya hemos visto había impreso su Diario de Noticias Sobresalientes en Lima a inicios del siglo:

“Difundida esta costumbre [imprimir gacetas] ha llegado hasta la imperial Lima, corte célebre del Perú, y no siendo menos la muy ilustre México, corona de estos reinos, comienza a plantear esta política para mayor autoridad de su ciudad y conocimiento de su grandeza”.

Como podemos ver, no era un periodismo para informar propiamente o emitir denuncias o contar historias de interés general. Sino más un intento de promulgar la autoridad y grandeza de la ciudad. La ciudad de los poderosos, como confirmaremos a continuación. ¿Qué tanto ha cambiado esto en nuestros días?

Luego de la introducción, la primera nota en forma del número inaugural de la Gaceta de México está dedicada, como es natural, a la Ciudad de México. Se trata de noticias de índole religiosa principalmente, como que el virrey visitó a los jesuitas para conmemorar la circuncisión de Jesús; que el Ayuntamiento hizo su elección anual de alcaldes; que el virrey, los nobles y el “numerosísimo pueblo” asistieron al convento dominico para emprender una procesión, “siendo imán dulcísimo de las devociones”; que los huesos del arzobispo Aguiar y Seijas se depositaron en la capilla de San Felipe de Jesús, en la Catedral, “lo más temprano que se pudo, para hacerlo secretamente”; que la Universidad reeligió a su rector; que un incendio acabó con el teatro del Hospital Real…

Informes sobre las gentes e instituciones que detentaban el poder por aquel entonces. Un poder cuya cúspide se hallaba representada por el virrey Zúñiga y Guzmán, del que se recuerda especialmente la fundación de un convento para indias cacicas a un costado de la Alameda, donde a la postre se hubo de colocar su corazón en una caja de plata.

¿Cómo se veía la Ciudad de México en los años veinte del siglo XVIII? El cronista Agustín de Vetancurt, fraile franciscano, nos relata dos décadas antes:

Como podemos ver, no era un periodismo para informar propiamente o emitir denuncias o contar historias de interés general. Sino más un intento de promulgar la autoridad y grandeza de la ciudad.

“Los edificios tienen vistosos balcones y ventanas rasgadas de rejas de hierro labradas con primor. [La ciudad] tiene una alameda alegre y vistosa para recreación, con sus calles de álamos y sauces muy frondosos. Hay mesones y hospitales para caballeros y plebeyos, bodegones donde comen, garitas en las plazas donde hay quien bata chocolate y cocineras que venden sus guisados. Lo hermoso de la ciudad está en los que la habitan, por la gala y aseo. Son pocas las casas donde no hay algo de vajilla de plata. Hay millares de negros, mulatos, mestizos, indios y otras mezclas. Como dice Arias de Villalobos, son famosas sus siete C: calles, calzadas, caballos, carrozas, canoas, criaturas y capas negras”.

Juan Ignacio María de Castorena Ursúa y Goyeneche, primer periodista de la Ciudad de México.

Ojalá la Gaceta de México contara con descripciones por el estilo. Por desgracia el periodismo narrativo –por llamar de un modo a este tipo de crónica– no parecía interesarle mucho a nuestro editor-in-chief Castorena.

De igual forma, era un periodismo lejano aún de aquel “reporterismo, ese espionaje periodístico” del que se queja el cronista Manuel Gutiérrez Nájera en 1893 (aunque parece que habla de hoy):

“El hombre más terrible en México viene siendo el réporter de un periódico. Estos caballeros y los moscos no respetan la vida privada. Todos somos hombres públicos. Estos señores que reparten la fama son demasiado impertinentes. Un caballero decía hace poco: ‘Yo no soy nadie, nunca he hecho nada, ni un crimen, ni una poesía: ¿por qué no puedo concurrir a un baile sin que el público sepa al día siguiente que mi mujer tiene brazos ebúrneos?’. Yo pido respetuosamente un poco de menos gloria para las personas que desean vivir a solas”.

En el caso de la primera Gaceta de México, de hace tres siglos, las noticias resultan más planas, menos ebúrneas, de lo que estamos acostumbrados actualmente. Pero no por ello carecen de interés para el lector contemporáneo. A éste le gustará saber, por ejemplo, que después de la capital novohispana las ciudades y regiones a las que se refiere su primer número son Puebla, Veracruz, Campeche, La Habana, Morelia, Oaxaca, Guatemala, Acapulco, Manila, California, Guadalajara, Zacatecas, Nayarit, Parral y Nuevo León. 

Un periódico de alcance global, o al menos hispánico.

Fijémonos en una noticia relativa a la Nao de China, que era el barco que recorría la ruta comercial que conectaba Asia y España a través de la Nueva España:

“La Nao para Nueva España salió del puerto de Cavite [en Manila] el 19 de julio [de 1721], tardó en su navegación como seis meses y llegó al puerto de Acapulco el 15 de enero. Por noticias que como testigo ocular da Francisco de Abarca Valdés, se sabe que habiendo llegado esta Nao a reconocer las costas de California, vieron varias noches luminarias en las cumbres de los cerros con las que hacían los indios señas a los navegantes. Con previsión de armas llegaron a tierra, donde les ocurrieron muchos indios, indias y muchachos, todos desnudos, y con agrado ofrecieron a los españoles mucho pescado de su ordinario sustento, que es tiburón”.

Un caballero decía hace poco: ‘Yo no soy nadie, nunca he hecho nada, ni un crimen, ni una poesía: ¿por qué no puedo concurrir a un baile sin que el público sepa al día siguiente que mi mujer tiene brazos ebúrneos?’.

Más adelante, en el mismo apartado dedicado a Manila –una ciudad de primerísimo orden para el Imperio español–, se informa de cómo el pirata inglés Juan Clipperton había surcado los Mares del Sur, o sea el Océano Pacífico, y las costas del Perú apresando al marqués de Villarrocha, “presidente que fue de Panamá”. Por esta razón fue muerto Clipperton a cañonazos desde el actual Ecuador.

En lo que respecta a Nayarit, en el occidente de México, el periodista da a conocer que allá “son tan ricos los minerales, que los indios con sólo quemar las piedras sacan la plata”.

Por último, esta Gaceta de México se encarga de anunciar que “en el mes que viene” se hablará de las provisiones concedidas por el virrey para la conservación del Nuevo Reino de León, el cual corresponde en este siglo XXI al industrioso estado de Nuevo León, en el noreste del país.

Y el próximo número efectivamente sale a la luz en febrero.

Justo como se consigna en la placa en el cruce de las calles Monte de Piedad y Tacuba, la Gaceta de México sólo se imprimió medio año. La suspensión bien pudo deberse a la carestía de papel o la falta de recursos económicos. Lo cierto es que seis años más tarde alguien retomó el proyecto, un tal Juan Francisco Sahagún de Arévalo y Ladrón de Guevara (¡qué nombres!), inyectándole vida durante 14 años seguidos: 157 números contenidos en 1,241 páginas. ¿Cuántas de ellas tratarían sobre los poderosos y sus intereses

¿Qué tanto ha cambiado el panorama actualmente?

 

 

 


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