Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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Esa oscura noche de marzo de 2009, en el Alto de la Alianza, Superchaco ha muerto. En lugar de su uniforme, viste el de los soldados peruanos que perdieron la batalla. Se trata de un acto simbólico, artístico, parte de un viaje hacia Talcahuano, donde está anclado el monitor Huáscar, la valiente embarcación comandada por Miguel Grau, el Caballero de los Mares, y que fue capturada por el ejército enemigo el 8 de octubre de 1879. La idea de Fernando Gutiérrez, “Huanchaco”, es trabajar sus heridas personales sobre las heridas históricas de su país. Y para ello lo acompaña Germán, el bisnieto y doble de Grau.

Superchaco y el doble de Grau en Quilca.

Un héroe ha nacido

Antes de terminar la universidad, Fernando Gutiérrez se estrelló contra la parte trasera de un Tico. Si es verdad que uno hace un repaso mental de su vida cuando enfrenta a la muerte, “Huanchaco” debe haber visto su infancia en Trujillo, la casa de sus abuelos, el largo viaje hacia Lima, a su madre diciendo que se iban a mudar cerca al castillo de Disney, y la vez en que, a los siete años, deseó la muerte de su tía abuela.  

La cosa fue más o menos así. Su familia había planeado partir de vacaciones a la playa, pero la tía abuela se había puesto mal, así que la fueron a visitar a una vieja casona en Petit Thouars. “Huanchaco” había estado emocionado por estrenar unos camiones de juguete que había canjeado por chapitas de gaseosa, pero ahora solo sentía una enorme frustración. La casona olía a viejo, un olor que no ha podido olvidar nunca. Le dijeron que se quedara con ella, mientras los adultos conversaban en otra habitación. “Huanchaco” vio cómo la tía abuela poco a poco se iba poniendo roja y después morada.

Foto de Huanchaco.

Después de ver a su tía abuela morir, “Huanchaco” sufría de insomnio. Imaginaba que la vieja volvía a rendir cuentas con él. Tenía cuadros de ansiedad. Se obsesionó. Le dio por dibujar cadáveres putrefactos, muertos vivientes, vísceras hediondas. Lo llevaron al psicólogo. Le recetaron pastillas que lo dejaban atontado. Creció y le fue costando salir por las noches. Cuando regresaba, todos dormían y a él le daba miedo entrar a la casa. 

En la universidad, todo lo que hacía era pintar muertos. A la abuela con Alzheimer, por ejemplo, la hacía putrefacta. Cierta vez se retrató a sí mismo sosteniendo la máscara de un cadáver. Hasta que un día decidió salvar a alguien de entre tanta gente muerta. Hizo un lienzo de su abuelo con un polo de Superman. Si se piensa, la dicotomía tiene mucho sentido: contra la muerte, la inmortalidad del superhombre. Luego pintaría a su padre como superhéroe. Estaba sentando las bases de lo que sería el linaje de Superchaco. 

La idea de Fernando Gutiérrez, “Huanchaco”, es trabajar sus heridas personales sobre las heridas históricas de su país.

Luego vino lo del accidente en moto. Un Tico se cruzó en su camino en la avenida Universitaria. “Huanchaco” chocó con la puerta trasera del taxi. Se destrozó la nariz y los dientes. Terminó en Emergencias. La contusión en su cerebro le hizo olvidar todo lo que estaba haciendo en ésa época, en la universidad. Entonces empezó a reflexionar. En el mundo, allá afuera, ¿cómo se asume una cosa así? “Huanchaco” estudiaba artes plásticas. ¿Qué iba a hacer cuando saliera al Mundo Real? 

Entonces Fernando Gutiérrez, “Huanchaco”, se puso el traje de Superchaco.

Uno de los primeros cuadros de la serie.

El tema del doble  

El primer cuadro lo ubica tendido en una camilla de hospital, el día del accidente en moto. El padre coloca al hijo un casco para salvarlo de la muerte. Las pinturas de “Huanchaco” empezaron a tratar entonces de un tipo parecido a sí mismo, pero con traje color rojo, guantes, botas y capa azules. Una H en su pecho. La estética de los cómics y de las novelas gráficas. Sin embargo, nadie en su facultad apreciaba lo que estaba haciendo. Le dijeron que si seguía trabajando con Superchaco lo iban a jalar. Según ellos, el hecho que usara letras lo implicaba en un “arte menor”.

Una tarde de abril, en su taller, “Huanchaco” me dirá que para entender su trabajo me tiene que explicar el tema del mellizo. Estamos en un pequeño espacio en Jirón Santa Rosa, en Barranco, ocupado por un sinnúmero de cuadros, instalaciones, fragmentos de una obra que se acumula de manera desordenada en cada rincón. Nos sentamos frente a una amplia mesa. “Huanchaco” lleva el cabello amarrado en una media cola, abundante barba, anteojos redondos y gruesos, pantalón jean, casaca deportiva. Me dice que el tema de su hermano podría ser el eje de toda su obra. 

—Es una huevada que difícilmente se puede leer —me explica—. Y es una de las huevadas que me caga, porque al no leerse la gente normalmente no entiende mi chamba.

Las pinturas de “Huanchaco” empezaron a tratar entonces de un tipo parecido a sí mismo, pero con traje color rojo, guantes, botas y capa azules. Una H en su pecho. La estética de los cómics y de las novelas gráficas.

La cosa es más o menos así: “Huanchaco” tiene un hermano mellizo que desde niño fue muy frágil. Asmático, alérgico y, por si fuera poco, súperestudioso. Primer puesto en todo. Es decir que si en el colegio le enseñaban, por ejemplo, la cultura Nazca, se metía a una biblioteca porque lo que le daban no era suficiente para él. Consumía información compulsivamente. Tanto que a los nueve años le dio surmenaje, un colapso intelectual. Seis meses postrado en una cama sin poder hacer nada. 

Superchaco en su labor de superfiguretti.

—Había como una cuestión de tratar de premiarlo todo el rato —me dice “Huanchaco”—, porque no se vaya a desmoronar nuevamente. Lo premiaban por las notas, los cumpleaños y las navidades. Al coincidir las fechas de cumpleaños y navidad, es a él a quien le regalaban al personaje de la serie: a él le cae He-Man, a mí me cae otro huevón; el huevón tenía a Súperman, yo a Acuaman; él tenía a Batman, yo tenía a Robin…

“Huanchaco”, en cambio, procuraba no estudiar. 

—Incluso en la universidad, no estudié ni mierda. Yo siento que tengo como una educación de oído. 

Su destino fue crecer así, siendo el segundón de su hermano. La universidad había sido una burbuja. Pero una vez afuera, se vio en la calle. Mientras su hermano se graduaba de Economía con trabajo en una importante consultora. Entonces tuvo empleos temporales. Algunos cachuelos. Y después de un tiempo regresó a él toda esa angustia que sentía en el colegio, cuando tenía que competir con su hermano mellizo. Tenía la marca del mediocre, del misio, del que lucha solo contra el Mundo, sin otro destino más que el fracaso… 

Entonces ¿qué hace? Busca refugio en ese cajón de juguetes donde solo había Acuamanes y Robines, personajes segundones, mediocres… Se pone el traje de Superchaco y crea Ciudad Caótica, el lugar de los dobles, de los que crecieron con el peso de la pequeñez a cuestas, sin posibilidad de ser protagonistas de nada. Superchaco es un superhéroe cuyo poder es el recurso, la habilidad de engañar, estafar, sacar la vuelta, reclamar su tajada, hacerse el vivo, en una ciudad que, a fin de cuentas, no es tan distinta a Lima. 

Su destino fue crecer así, siendo el segundón de su hermano.

Aventuras en Ciudad Caótica

Empezó a pintar lienzos enormes cuya producción implicaba sesiones de fotos y un despliegue casi cinematográfico de actores, disfraces, objetos de utilería y escenarios reales. Como si fuera la Liga de la Justicia, los amigos vagos de “Huanchaco” acudieron para interpretar personajes a los que terminaron imprimiendo su sello personal. Es así como nace el Doctor Cactus, el Loco del Pollo, el Hombre Pizza, enemigos y socios. Porque en Ciudad Caótica nadie es bueno o malo, todos luchan por mantener intactos sus privilegios.

El Doctor Cactus.

—Es un mundo en el que no hay competencias —dice “Huanchaco” sobre Ciudad Caótica— y es un mundo de una tranquilidad… porque no hay obsesiones por nada, no hay muchas metas… 

Pero ¿quién es Superchaco? 

—En ningún momento es un superhéroe —afirma su creador—, sino un personaje que tiene esta herramienta de trabajo que es su traje, pero que está estructurado en base a la sombra del hermano... Pero el hermano nunca aparece, porque es la ciudad de los dobles… 

—Es un vago devenido en superfigureti, que busca eludir el desempleo y ganarse alguito haciendo el mínimo esfuerzo —dice el curador de arte Benny Chueca, en el prólogo del libro Las aventuras en Ciudad Caótica publicado por Crayón en el año 2009. 

—Superchaco es oblicuo, artero, lascivo y ocioso —explica Roberto de la Puente, uno de los guionistas del libro—. Incapaz de ningún sacrificio, de ninguna nobleza. 

Villanos en Ciudad Caótica.

En la primera aventura de Superchaco, una mafia presidida por un gringo roba las andas del Señor de los Milagros y el héroe de Ciudad Caótica consigue recuperarlas, pero luego transa con la mafia y el Cristo morado vuelve a desaparecer. En la siguiente historia, el Doctor Cactus logra hacerse de la fábrica de helados más grande de Ciudad Caótica, distribuyendo sabores de mescalina y San Pedro a diestra y siniestra. 

En la última, los personajes de Ciudad Caótica roban la tibia de Miguel Grau y consiguen clonarlo. El héroe de la batalla de Angamos regresa convertido en un robot que busca destruir al país vecino. Entonces Superchaco tiene la misión de buscar a este Caballero de los Mares bamba.

—De eso se trata Superchaco —me dice Fernando Gutiérrez “Huanchaco” en su taller—. Es como esta mediocridad hecha ley, esta mediocridad asumida… Yo llamaba a mis patas y mis patas todo el día estaban echados en su cama, podían actuar a la hora que quisiera… 

Más tarde sonríe y agrega:

—Mis amigos son bien trulos*, huevón… 

Porque en Ciudad Caótica nadie es bueno o malo, todos luchan por mantener intactos sus privilegios.

El doble de Grau

“Huanchaco” dice que el éxito de la muestra que inauguró en marzo de 2006 fue desproporcionado. Se trataba de su primera individual y llevaba por nombre Superchaco. Ocupó el primer y segundo piso de la galería de Lucía de la Puente, en Barranco. Estaban los primeros lienzos con el personaje de Ciudad Caótica, afiches, grabados y una serie de esculturas con los personajes del cómic. Las portadas de Las aventuras en Ciudad Caótica, que estaba en proceso de creación.

De pronto, todo el mundo hablaba de Superchaco. Cuando terminó la muestra, en abril de ese año, casi todos los cuadros y las piezas habían sido vendidos. Era un éxito que nadie esperaba. Después de años de luchar contra el desempleo, lo empezaron a llamar para un montón de trabajos. De dar clases de superhéroes pasó a dar charlas de motivación, siempre con el traje de Superchaco. 

Pero luego empezó a darse cuenta de que algo andaba mal en esa lógica.


El último cuadro de Superchaco.

Me empiezan a llamar para huevadas de superhéroes que en verdad no son… —recuerda.

Un día en que estaba tomando fotos para la aventura de Superchaco y el clon robótico de Miguel Grau, se cruzó con él. Fue una epifanía. El bisnieto del héroe disfrazado del héroe caminando por el centro de Lima. La realidad era más alucinante que la ficción. Germán Seminario, quien suele pasearse con una gabardina azul y lleva una tupida barba idéntica a la que usaba Miguel Grau, tiene como único mérito cierto parentesco con quien fuera el Caballero de los Mares. 

—Si yo he construido mi historia en base a la sombra de mi hermano, él está construyendo su historia en base a la sombra que es su bisabuelo. Yo me disfrazo cinco minutos para un cuadro y él está disfrazado las 24 horas del día. Superchaco es a Ciudad Caótica como éste huevón es a Lima. Entonces ya la realidad es más fuerte —concluye “Huanchaco”.

Así como Superchaco utiliza su traje para ganarse la vida, Germán Seminario utiliza su supuesto parecido físico con Miguel Grau para dar entrevistas en televisión, disfrazarse del héroe y, aunque parezca mentira, dar su opinión sobre temas como el diferendo marítimo con Chile o las relaciones binacionales con el país del sur. Parece una broma, pero en las entrevistas que encontramos en la web, Seminario se muestra seguro de su autoridad y considera patrimonio suyo todo lo que tiene que ver con la figura del héroe del Combate de Angamos.

Por eso “Huanchaco” ve en Germán Seminario una salida, una forma de dejar atrás todo ese tema de los dobles y de la mediocridad asumida. Le costaba trabajo seguir adelante. Estaba harto de su personaje y de todo lo que eso significaba. Años más tarde, en su taller, me dirá que la aparición del doble de Miguel Grau en su vida solo puede explicarse como una cosa del destino.

Así como Superchaco utiliza su traje para ganarse la vida, Germán Seminario utiliza su supuesto parecido físico con Miguel Grau para dar entrevistas en televisión, disfrazarse del héroe y, aunque parezca mentira, dar su opinión sobre temas como el diferendo marítimo con Chile o las relaciones binacionales con el país del sur.

La tentación del fracaso

El último cuadro que hizo de Superchaco ubica al personaje en un “chifa”, como llaman en el Perú a los restaurantes de comida china, mientras se lleva un gran bocado de tallarines a la boca, sostiene un wantán con la otra mano y tiene una botella de gaseosa al costado. Fue el cuadro que pintó para una galería española con la que se había peleado. Su arte empezaba a internacionalizarse, pero a él le costaba asumir su propia profesionalidad. Sentía que eso le pertenecía a su hermano. Ya no podía seguir siendo el segundón, el informal. Era el año 2009. El superhéroe de Ciudad Caótica iba a tener una vida corta.  

—Cuando tú sientes que eres el segundo, eso te marca —reflexiona—. Estamos hablando de que yo nunca fui a recoger un diploma. A partir de que entro a la facultad, gano el primer puesto desde tercer año hasta que salgo de la universidad. Y hacía todo lo posible y nunca llegaba a recogerlo… Lo recogía al día siguiente, en secretaría. Me costaba. Sí, había una huevada bien marcada del hermano. Me costaba asumir el éxito, me generaba demasiada angustia… 

Estaba leyendo el libro de Joseph Campbell, El héroe de las mil caras, cuando conoció a Germán Seminario, el hombre que se pasea vestido como su bisabuelo Miguel Grau por el centro de Lima y se toma fotos con los niños mientras recibe un baño de multitudes. Según Joseph Campbell, los relatos épicos de todo el mundo utilizan un “monomito” o mito único, en donde un héroe se embarca en un viaje que lo cambiará para siempre, enfrentando sus propios demonios y distintas pruebas, para luego morir y renacer. Entonces “Huanchaco” comprendió que era hora de hacer un viaje. El “Viaje del Héroe”. Pasar por dificultades, morir, renacer. 

Recreación del último cuadro en el Alto de la Alianza.

Un héroe inmortal

El 9 de marzo de 2009, un grupo conformado por Superchaco, el doble de Miguel Grau y el equipo de producción, sube a la camioneta Westfalia de “Huanchaco” y parte rumbo al sur. Van a filmar una road movie. La historia de dos personajes que viven bajo la sombra de otro, y que van a buscar un buque de guerra que simboliza el fracaso de toda una nación, y que además lleva el nombre de un hermano, Huáscar, que fue relegado por otro, Atahualpa. 

—Para mí, Superchaco no es un héroe, es un huevón que me llega al pincho —explica “Huanchaco” en el documental que fue producto de su viaje a Talcahuano, Un héroe inmortal.

Superchaco atraviesa el desierto de la costa del Perú conduciendo su Wesfalia, el traje rojo y la capa azul, los guantes puestos, la H en el parabrisas de la camioneta. Imágenes del mar de Grau, los cerros áridos, la cháchara insoportable de Germán Seminario, una carretera infinita. Las esteras de un país tan real como miserable. El equipo hace paradas estratégicas en lugares emblemáticos donde peleó el Huáscar. Todo queda registrado en vídeo para la película.

Una vez en Tacna, contratan a una banda de músicos para que toquen en la Plaza de Armas mientras le cortan el pelo a Superchaco: es la primera performance con la que mata a su personaje. Todo ese ajetreo llama la atención de la prensa. 

Entonces “Huanchaco” comprendió que era hora de hacer un viaje. El “Viaje del Héroe”. Pasar por dificultades, morir, renacer. 

—Soy un personaje de esta época —responde Germán Seminario a un periodista. 

Ya con el cabello corto y afeitado, “Huanchaco” cambia su traje de Superchaco por el que usaron los soldados peruanos durante la guerra con Chile. Más tarde, en la frontera, el equipo de producción arma una escenografía recreando el último cuadro de Superchaco, en donde se lleva un bocado de tallarines a la boca. Le toman fotos vestido de soldado, comiendo chifa en el Alto de la Alianza. 

Luego hace un hueco en la arena con una pala, rompe la escenografía, tira el traje de Superchaco, lo entierra todo. Suena el canto fúnebre de una trompeta. Dejan en el lugar un pequeño altar con un muñeco de plástico del superhéroe. Reza la inscripción: “Un héroe inmortal”.

—El traje lo tengo desde hace casi diez años —dice “Huanchaco” en el vídeo.

—Ahora empiezas con un nuevo traje —responde Germán.

Performance de Superchaco en Tacna.

De Talcahuano a Venecia

El resto del viaje fue un fracaso. La falta de coordinación impidió que “Huanchaco”, Germán y el equipo de producción pudieran entrar al monitor Huáscar anclado en Talcahuano, en la provincia de Concepción. Hacían falta permisos burocráticos. Los chilenos miraban extrañados al tipo vestido de Miguel Grau y a su corte de soldados peruanos. Al final, contrataron una lancha y las fotos se hicieron con el buque de guerra de fondo. 

El éxito llegará después, cuando el documental y las fotos del viaje a Talcahuano formen parte de la exposición colectiva Menos tiempo que lugar, El Arte de la Independencia, organizada por el Goethe-Institut, que será expuesta en diecisiete ciudades a lo largo de tres años, para finalmente ser inaugurada como muestra individual nada menos que en la Bienal de Venecia, el año 2011, bajo el título De Lima a Talcahuano.

—Una de las huevadas que yo me doy cuenta en el viaje —dice “Huanchaco”— es que Germán, que puede simbolizar a este héroe, que encarna o que quiere personificar a este héroe, termina siendo para mí un superhéroe. Porque es un sujeto que vive como le viene en gana. Usa a un bisabuelo como tarjeta de crédito, vive sobre una moto, tiene una novia quince años menor y vive como le da la puta gana… Ya superó toda noción de héroe…

“Huanchaco” maneja su camioneta Westfalia con la certeza de quien ha vivido un fracaso. Según Campbell, el viaje adquiere sentido cuando el héroe que regresa ya no es el mismo. Tal vez por eso Fernando Gutiérrez luce como alguien que se ha sacado de encima un peso terrible. Viste un polo color verde limón y sonríe con prestancia a la cámara, usa lentes de sol, se ríe y hace mímicas con Germán Seminario, como si fueran soldados en la Guerra del Pacífico. Sabe que de ahora en adelante tiene que ser él mismo, con todo lo bueno y lo malo que eso pueda significar.  


*Palabra coloquial limeña usada para describir al vago, marihuanero.

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