Relatto | El cuento de la realidad
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Por meses se le dijo a Latinoamérica y al mundo que Sonido de libertad era una cinta “que las élites no querían que vieras”, pero la película ha tenido alfombras rojas en El Salvador con el presidente Nayib Bukele y su productor Eduardo Verástegui ha firmado acuerdos con el candidato presidencial Javier Milei en Argentina, además de ser condecorado por el alcalde de Lima, el miembro numerario del Opus Dei y millonario peruano Rafael López Aliaga, quien asistió con lo más selecto de los líderes conservadores locales a su avant-première. Las élites de la derecha la aman. Filmada por catorce millones de dólares, Sonido de libertad (o Sound of Freedom) ya va por los US$ 190 millones en recaudación, con lo cual vista en proporción la convierte en uno de los mayores éxitos del año. 

Apoyada en público por Mel Gibson –quien dirigió al protagonista Jim Caviezel en La pasión de Cristo, el taquillazo del cine conservador de 2004– decían que “Hollywood no quiere que la veas”, usando los reveses en su producción como supuestos elementos probatorios. Cualquiera que haya leído sobre cine conoce la expresión development hell (infierno de producción), que se usa cuando un proyecto cinematográfico se estanca por años sin poderse realizar. Por ejemplo, la adaptación del fabuloso manga y anime Akira sigue atorado desde 2002 –veintiún años y contando. Otra adaptación de un manga/anime legendario, Alita: Ángel de combate, se estrenó en 2019 pero James Cameron había intentado dirigirla desde allá por el 2000 y al final cedió el puesto a Robert Rodríguez. Deadpool tomó 15 años en filmarse, lo mismo que La película de Los Simpsons. Entre montones de proyectos famosos por sus problemas de gestación ya es leyenda la versión de Duna de Alejandro Jodorowski, quien fichó a Pink Floyd y reclutó desde Mick Jagger a Orson Welles pasando por Salvador Dalí para una versión famosísima por nunca haberse filmado (existe el documental Jodorowsky’s Dune al respecto). 

Y dijeron que “Amazon, Netflix y Disney” la habían rechazado, pero la verdad es que estos tres gigantes rechazan y cancelan proyectos por quítame estas pajas a diario. Nimona, una de las mejores cintas animadas de este año (y con temática LGTB), fue descartada por Disney en un momento de fusiones y luego resucitada por Netflix. Batgirl, filmada y concluida por US$ 90 millones, fue archivada para siempre por Warner Bros. aun contando con Michael Keaton y Brendan Fraser en el reparto.  

Por último, ante la avalancha de críticas, Eduardo Verástegui se ha destemplado y en una alfombra roja le dijo a la prensa presente sobre un periodista que le cuestionaba que “este señor viene a mentir y seguramente trabajas en la industria de la pedofilia”. Verástegui acaba de lanzar el jueves 7 de setiembre su candidatura a la presidencia de México, un detalle importantísimo para darle más contexto a la aparición de su filme.  

...ante la avalancha de críticas, Eduardo Verástegui se ha destemplado y en una alfombra roja le dijo a la prensa presente sobre un periodista que le cuestionaba que “este señor viene a mentir y seguramente trabajas en la industria de la pedofilia”.

Sonido de libertad, la película misma, es un ejercicio de cinematografía rescatable solo por el aspecto técnico de su manufactura. Luce bien a nivel de fotografía, sonido, edición y acabado final puesto que ha sido orquestada con cuidado por su director Alejandro Gómez Monteverde, quien se presta recursos de filmes como Los gritos del silencio (The Killing Fields, 1984), —filme de Roland Joffé que narra el rescate del intérprete Dith Pran de la Camboya de Pol Pot y que le valiera el Oscar a Mejor Actor Secundario a Haing S. Ngor— para contar la historia de Tim Ballard (Caviezel), quien en la vida real, en 2012, trabajaba como agente especial del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos en dos casos (uno en Haití, otro en Colombia) que condujeron al rescate de decenas de niños. Ballard renuncia a su empleo para formar un equipo propio y completar la misión de rescate de Rocío –en la vida real, usando fondos del conspiracionista y presentador conservador estadounidense Glenn Beck.. 

El guion de Monteverde y Rod Barr usa el rescate en Colombia como punto de partida —dejando el de Haití por cuestiones de metraje— y resalta la historia real de la ex Miss Cartagena Kelly Johana Suárez –quien fue capturada en 2014 por integrar la banda que mantenía a 54 personas explotadas sexualmente en Islas del Rosario, 29 de ellas menores de 18 años (Ballard afirma que el número total de niños rescatados fue 123). En la pantalla, Kelly Johana se convierte en una exuberante mujer llamada Katy Giselle (Yessica Borroto), quien con ofrecimientos de contratos de modelaje engaña a padres empobrecidos para secuestrar a sus hijos en Tegucigalpa con fines de explotación sexual. Uno de ellos será la linda niña Rocío (Cristal Aparicio), a quien Ballard jurará recuperar para reunirla con su padre y su hermanito menor. La incursión en solitario de Ballard en la jungla colombiana para buscar a Rocío es totalmente ficticia, pero combina hechos de rescate de la organización O.U.R. de Ballard en la frontera de República Dominicana y Haití. 

Ballard nunca ha matado a nadie ni ha hecho un rescate por cuenta propia, como se muestra en el filme. 


Escena de Sonido de Libertad en la selva colombiana.

Más allá de sus aciertos técnicos, lo que presenciamos en las dos horas y once minutos de Sonido de libertad es un espectáculo manipulador. Dividida en dos partes más o menos definidas (primero las capturas de pederastas a manos del equipo que integra Ballard y luego todo el capítulo en la selva colombiana como una odisea aparte del protagonista y sus voluntarios), la cinta ha acuñado la frase de batalla “los niños de Dios no están a la venta”, y aunque en su guion busca evitar las referencias religiosas, por cada aparición infantil los productores introducirán un coro celestial que nos exige a sentir una empatía que en principio ya estaba asegurada —nadie en su sano juicio puede estar a favor de la pederastia ni la explotación sexual de niños, por favor— causando la duda inmediata sobre las intenciones del filme. 

Ballard es, según la película, un salvador impoluto, un resumen de muchas virtudes y en esto roza el perfil de Caviezel como Jesucristo en La pasión de Cristo a centímetros acaso de proclamar “dejad que los niños vengan a mí”. Por otro lado, tras atrapar a pederastas en posesión de pornografía infantil en Estados Unidos (todos ellos blancos), pasamos a una Latinoamérica exotizada como en los filmes de acción de los ochentas que paría Hollywood, en especial cuando nos adentramos en sus sectores más empobrecidos, sea en Honduras o Colombia (donde están los captores de Rocío y en donde también se producirá una gigantesca redada). 

Tendremos buenas escenas de tensión fluvial en la selva colombiana, uno que otro momento de interés como todo thriller de acción, pero más allá no hay mayor novedad en la historia, duela lo que le duela a sus factótums que quieren vender que “nadie quiere hablar de estos temas”. En Perú se estrenó hace unos meses La pampa, una película con tema similar, y una revisión rápida en Google arroja decenas de películas de todo el mundo sobre tráfico infantil. La propia Mira Sorvino, ganadora del Oscar y que interpreta a la esposa de Ballard, ya había trabajado en la película Tráfico de inocentes (Trade of Innocents) en 2012, una cinta de temática muy similar a Sonido de libertad. Caviezel no nos entrega un rol especialmente notable aunque cumple bien con su encargo y el elenco de secundarios también cumple con oficio, nada más. 

Son lo exógeno al filme y las acciones del productor Verástegui lo que termina de dilapidar sus discursos de buenas intenciones. Sonido de libertad resulta un ariete propagandístico del discurso conservador de la ultraderecha que califica a las ideas progresistas como depravaciones (aborto, sexo fuera del matrimonio, eutanasia, derechos para las minorías LGTB, derechos sexuales y reproductivos, ciencia sin influencia religiosa, educación sexual integral y, por supuesto, los estudios de género). Al ubicar estas ideas en el espectro político de la izquierda, resulta sencillo posicionar a la pedofilia como un asunto “de la izquierda” o cosa “de los progresistas”; nótese aquí que Caviezel ha dado inflamados discursos religiosos para el movimiento QAnon, el mismo que popularizó ideas como que Hillary Clinton lideraba una red pedófila en Washington, D.C., usando como fachada una pizzería llamada Comet Ping Pong. ¿Qué tipo de carteles se ven en las manifestaciones QAnon? “#SalvemosALosNiños” y “Detengamos el tráfico de niños”. Gente como Caviezel está convencida que el asunto del tráfico de niños con fines de explotación sexual es obra de los progresistas.   

Sonido de libertad opera entonces reforzando esta campaña de desinformación en el marco de lo que el conservadurismo contemporáneo denomina “la batalla cultural” –en pocas palabras, desandar el camino del laicismo progresista y volver a los tiempos donde los preceptos del judeo-cristianismo eran la base de la moral, la ética, el conocimiento y las decisiones políticas en las sociedades de occidente.  

Cristal Aparicio, en su papel de la niña Rocío durante la película.

Durante los créditos finales de Sonido de libertad, tras un apasionado mensaje de Caviezel, se nos invita a usar un código QR para donar a Angel Studios, la casa productora de la película. Esto por el sistema de “cadena de favores” empleado por Angel Studios para brindar acceso gratis a sus producciones con trasfondo cristiano, pero en el formulario de “cadena de favores” se lee claramente que “Angel Studios se convierte en el propietario de todos los fondos al recibirlos y puede utilizarlos a su sola discreción para promover la misión de Angel Studios de amplificar la luz a través de historias impactantes”. Es decir, nos avisan que pueden usar nuestro dinero como les venga en gana.

¿Irá algo de este dinero a las arcas ya abultadas de Verástegui para su campaña presidencial? ¿Es Sonido de libertad una herramienta masiva de recaudación de fondos para dicha campaña presidencial? Eso se verá en las semanas venideras. Las cifras de tráfico infantil con fines de explotación sexual son escalofriantes pero, por poner otro ejemplo peruano, el denominado Sodalicio de Vida Cristiana —organización religiosa católica con visos de secta— viene siendo investigado por años debido a decenas de denuncias documentadas de abusos sexuales a niños y adolescentes, pero los líderes que van a las alfombras rojas de Sonido de libertad y que hacen grandes homenajes a Verástegui en Perú no se manifiestan sobre este tema. 

La conclusión es clara: Sonido de libertad es un filme promedio y sin brillos que está siendo utilizado como arma de lucha política por el conservadurismo latinoamericano. De paso, también viene llenando las arcas de un activista de ultraderecha que ahora se lanza a la presidencia de México y quien ha creado una red de apoyo continental (como lo tuvieran los gobiernos de izquierda en la región) para sus fines. Si quieren verla, vayan y disfrútenla, pero no se dejen engañar por su propaganda sinuosa. 

Y eso de la “cadena de favores” se parece bastante a un diezmo. 

 

FICHA TÉCNICA

Película: Sonido de libertad (Sound of Freedom)

País: Estados Unidos 

Año: 2023

Director: Alejandro Monteverde

Protagonistas: Jim Caviezel, Mira Sorvino, Bill Camp, Cristal Aparicio, Lucas Ávila

Disponible en: Cines 

Calificación: 2/5

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