El departamento de Chocó, en el pacifico colombiano, es uno de esos tesoros naturales que este país conserva para maravillar a cualquiera que pisa su territorio. Es un espacio exuberante rodeado en su mayoría por el océano Pacífico y tocado en una pequeña porción por el mar Caribe. Alberga selvas abundantes y una vigorosa riqueza cultural e histórica. Sin embargo, ha sido una joya olvidada y abusada de la cual muchos han sacado provecho y dejado a su paso pobreza, degradación ambiental y un conflicto armado despiadado que se ha llevado la vida y los sueños de muchos de sus habitantes.
Los niños que crecen en esta región se ven enfrentados desde muy pequeños a la falta de oportunidades para acceder a la educación y, en consecuencia, a la falta de herramientas y formación para construir alternativas económicas diferentes a hacer parte de los grupos armados o bandas criminales para subsistir. El olvido al que han sido relegados se vuelve su condena porque, no importa cuánto imaginen otra vida, no hay nada que les demuestre que, efectivamente, hay esperanza de un futuro diferente.
El departamento de Chocó, en el pacífico colombiano, es una de las zonas con mayor riqueza natural del país, pero también una de las zonas más golpeadas por el conflicto armado.
Pero hay ciertos eventos que, además de llenarme el corazón de emoción, hacen que ese sinsentido me abandone por un instante al encontrarme con gente que ha decidido soltar los brazos cruzados, dejar el “activismo” digital y poner en marcha un plan concreto para transformar las aplastantes vivencias de las comunidades chocoanas.
Así me sucedió cuando me invitaron al lanzamiento del documental RUGBY4PEACE, una iniciativa de la Fundación Buen Punto, que desde el año 2004 le apostó al deporte como una fórmula y una buena excusa para construir comunidades diferentes a partir de una serie de valores que transformen el presente y futuro de las nuevas generaciones que, en este momento, se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Los niños que crecen en esta región se ven enfrentados desde muy pequeños a la falta de oportunidades para acceder a la educación y, en consecuencia, a la falta de herramientas y formación para construir alternativas económicas diferentes a hacer parte de los grupos armados o bandas criminales para subsistir.
El proyecto empezó en 2014 con la donación de unas tablas de surf, deporte con el que decidieron impulsar todo este proceso, pero en 2017, la Fundación Buen Punto se conectó con “Rugby for Peace” un programa de la Universidad de Brighton, Inglaterra, que ha usado el rugby para la consolidación de la paz y la reconciliación en distintos territorios de postconflicto en el mundo. De esa manera lograron dar un renovado impulso a lo iniciado en 2014.
El proyecto funciona así: la Fundación Buen Punto busca y recluta a los posibles entrenadores de la disciplina y los capacita tanto en custiones de técnica y entrenamiento físico, como en la filosofia y el propósito real del programa, que busca influir en los niños beneficiarios al cambiar sus hábitos, su visión del mundo, sus valores, y así extender esas transformaciones a sus familias y a las comunidades que los rodean. Los entrenadores hacen parte fundamental de la iniciativa y su rol benefactor implica, a la vez, su propio sustento económico: todos tienen un salario, contratos a término indefinido y el cubrimiento de todas las prestaciones sociales. Muchos de los niños que iniciaron en el proyecto de 2014 hoy son entrenadores que están inspirando a esos nuevos deportistas y devolviendo a sus comunidades todo lo que han aprendido durante estos años.
"Rugby4Peace" es el documental que la Fundación Buen Punto, junto a varios aliados, estrenan en Colombia para dar visibilidad a un proyecto que busca rescatar de la guerra a los más jóvenes a través del deporte.
El documental RUGBY4PEACE también nos cuenta la historia de Carolina, una madre muy jóven que además de haber sido jugadora y entrenadora de rugby, también ha hecho parte de otros proyectos sociales para el desarrollo de comunidades vulnerables a través del deporte. La Fundación Buen Punto la contactó para que se convirtiera en la entrenadora de los niños en el Chocó, porque era la pieza exacta que hacia falta para darle vida al programa RUGBY4CHOCO. Carolina decidió apostarle a la la paz y mudarse a la selvática región para aportar desde su experiencia a la posibilidad de un futuro más justo para su hija y para los niños del Pacífico colombiano porque, en sus propias palabras, “un niño más en la cancha es un niño menos en la calle”.
Durante estos años el proyecto ha logrado impactar a más de 800 niñas, niños y adolescentes, con edades entre los 6 y 18 años, en alrededor de 10 corregimientos de la región costera en el departamento del Chocó, en los municipios de Bahía Solano y Nuquí.
Ahora, la pregunta es ¿Puede realmente una pelota ovalada hacer un verdadero cambio social y aportar a los procesos de paz en medio de un país tan golpeado por la guerra y la violencia?
Para responderla quizás lo importante sea entender que el aporte no está en el rugby en sí mismo, sino en todo lo que sucede alrededor de él. La paz, como cualquier deporte, necesita entrenamiento, constancia, disciplina, pasión y juego limpio.
Habría que entender que la paz no es un evento que se presenta sino una realidad que se contruye.
En una sociedad como la colombiana, inmediatista y que no espera procesos sino resultados rápidos, es importante detenernos y entrenarnos, como en el caso de RUGBY4CHOCÓ, para alcanzar ese bienestar que ansiamos pero por el que hacemos muy poco.
La paz, como cualquier deporte, necesita entrenamiento, constancia, disciplina, pasión y juego limpio.
Pienso en Bauman y su concepto de sociedad líquida, que es básicamente una referencia gráfica de lo que somos hoy: un montón de personas con muchas relaciones sociales pero pocas conexiones humanas, que renuncia velozmente cuando algo le incomoda, grupos con mucha dificultad para mantenerse compactos, un tipo de nómadas emocionales que no se aferra a ningún lugar, tribu o proyecto. Una sociedad que elimina la posibilidad de construir en medio de la diferencia porque no se compromete y abandona al encontrar el más mínimo obstáculo.
Como contraparte, el deporte enseña a resolver conflictos y a actuar desde la empatía, a ser pacientes y constantes para conseguir resultados, el deporte nos confronta con nuestras fortalezas y debilidades, nos hace mostrarnos genuinos y vulnerables frente a al equipo, a sabernos complementados y respaldados por quienes nos rodean, y logra que los individuos tengan la certeza de que los éxitos y los fracasos siempre serán asumidos en colectivo.
Muchos de los niños que iniciaron en el proyecto Rugby4Chocó, de 2014, hoy son entrenadores que están inspirando a esos nuevos deportistas.
Ahí está la verdadera transformación: el deporte construye comunidades, y construir comunidades saludables repara el pasado, da sentido al presente y cambia el futuro.
Thomas Carter, el director del programa Rugby For Peace en Inglaterra, dice que traer el proyecto a Colombia tuvo desafios bastante particulares. Además del conflicto armado y la falta de apoyo de organizaciones gubernamentales, tuvieron muchas dificultades para encontrar gente que quisiera hacer parte del proyecto y que le apostara a largo plazo. También se encontraron con que en estos territorios chocoanos no había ningún tipo de infraestructura ni un lugar limpio y seguro donde los niños pudieran entrenar. Es aquí donde entra SCIAF (Fondo de Apoyo Internacional Católico Escocés) a terminar de hacer posible la iniciativa con la financiación del documental. Y aunque el documental aún no está disponible para todo público, seguro dará de que hablar en Colombia y en el mundo muy pronto.
Tanto el proyecto comunitario, como el documental “RUGBY4PEACE”, son realmente inspiradores y esperanzadores, pero son también una gran lección para todos, una que explica que para conseguir la paz se requiere entrenamiento y que en un mundo regido por el hiperindividualismo, hacer equipo resulta revolucionario.
“El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas...Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar las barreras sociales”, sentenciaba Nelson Mandela.
Nota: El documental fue producido por SCIAF, La Fundación Buen Punto y la Corporación El Ojo de Pez. Escrito y Editado por James Cave. Productores Matts Olsson, Sarah Swaroop, James Cave. Productores Ejecutivos Mark Camburn y Gonzalo Gómez.