Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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Mientras esperaba para entrar a quirófano sentada en la cama de una habitación de hospital, saqué de la mochila el libro que cinco días atrás me habían regalado para mi cumpleaños y comencé a leer para no estar atenta a las ruedas destartaladas de las camillas que corrían por los pasillos, para no pensar que en cualquier momento una de esas vendría por mí. 

Me estaban por extirpar la vesícula biliar. No estaba asustada, pasé varias veces por las garras de cirujanos que dejaron marcas en mi cuerpo como límites geográficos. Fui convencida de que era un procedimiento sencillo y en realidad lo fue, aunque mi carne siga furiosa. La laparoscopía es una intervención menos invasiva en relación al tajo en el abdomen que hacían antes, ahora abren apenas cuatro pequeños orificios y sacan un órgano por ahí. Sería rápido, dolería poco, dijeron. Me aferré a esos dos principios como a una tabla en altamar. 

Revolví mis cosas hasta que encontré un lápiz negro. A pesar de que sólo aspiraba el olor de la asepsia, las páginas de La llegada de la escritura de Hélène Cixous se abrían ante mí como una ventana hacia la playa. Subrayé: “Escribir: para no dejarle lugar al muerto, para hacer retroceder al olvido, para no dejarse sorprender jamás por el abismo. Para no resignarse ni consolarse nunca, para no volverse nunca hacia la pared en la cama y dormirse como si nada hubiese pasado…”. 

Golpearon la puerta. Me entregué a una bata azul y salí de aquel cuarto esperanzada de que al fin se terminaría esa cadena de descomposturas, náuseas y jaquecas que venía sufriendo a causa de la piedra de dos centímetros que tenía en la vesícula. Una piedra en la vesícula como una piedra en el zapato. Somos un mecanismo perfecto de tejidos, órganos, músculos, sangre, agua y sin embargo algo minúsculo, insignificante, no nos deja caminar. 

Dos horas después regresé a aquella habitación sin el efecto de la anestesia, con ese tono amarillo en la piel que espanta, y le clavé las uñas en el brazo a algúndíamarido, le pedí que por favor hiciese algo, que llamase a la enfermera, que me consiguiese calmantes. Sentía que no podía moverme, logré correr la sábana para ver las vendas, estaba segura de que me habían hecho otra cosa. No. Todo salió bien, dijo el médico, y me dio una pequeña bolsa transparente que contenía esa cosa amorfa, verdosa, casi brillante, bien parecida a un escarabajo petrificado, que había sacado de mis entrañas.

Somos un mecanismo perfecto de tejidos, órganos, músculos, sangre, agua y sin embargo algo minúsculo, insignificante, no nos deja caminar. 

Aquella misma tarde me dieron el alta. Los días que siguieron me hundieron en un dolor para el que no estaba preparada. Miraba pasar las horas desde la cama con la ilusión de que el tiempo aflojase las puntadas que se tensaban en mi estómago, los infiernos que se desataban ante el más mínimo movimiento. Cada tanto me concentraba en la piedra-escarabajo que había quedado en la mesita de luz. Al principio la contemplé con fascinación, hasta que me dio asco, vergüenza de haber engendrado eso, y pedí que la tiraran a la basura. 

Cuando me sentí mejor quise levantarme y salir al patio, al sol. Me acomodé en un sillón con cuidado y volví a abrir el libro de Cixous. Hice un corazón en el margen cuando leí: “Con una mano sufrir, vivir, palpar el dolor, la pérdida. Pero está la otra: la que escribe”. Apoyé el libro en la falda, respiré hondo, tuve conciencia del frío de esa mañana de mayo, de la perra que se había echado a mis pies, de la voz de mi hijo que me hablaba mientras se hamacaba: la belleza de las cosas vivas. Acaricié la zona donde alguna vez estuvo la vesícula, ese recoveco fantasma que de ratos me molestaba, como si el hueco se quejara; luego me miré las manos y aunque no tomé apuntes, la lectura-la escritura, se me fue enredando de nuevo con la vida. No, no somos un mecanismo perfecto de tejidos, órganos, músculos, sangre, agua, estamos hechos de palabras: “…yo no escribo”, dice HC, “La vida hace texto a partir de mi cuerpo. Soy ya texto”.

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