Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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“La música ha sido lo primero que me ha pasado en la vida”, dice Jazmín López. Esa tarde de otoño de 2021 lleva un atuendo colorido en armonía con la paleta radiante de la cafetería donde estamos sentados. Ella no lo dice en voz alta, pero hace tiempo que sus pares la observan como una de las artistas más talentosas y versátiles del norte argentino. Con proyectos musicales exitosos en provincias como Tucumán y Santiago del Estero, un contrato con un sello discográfico norteamericano en su haber y una película; Jazmín construyó una identidad asentada en una personalidad múltiple y compleja que alberga al dibujo, la danza, la música, los estudios de género y la arquitectura en una misma obra. 

Su pelo es verde, azul y rosa. Bajo su nariz, reposa una piedra blanca y brillante encastrada en un aro de metal. Un dragón rojo, vivo, asoma sobre su hombro derecho. Una elfa verde en su pierna izquierda. Jazmín articula las palabras con fluidez y las elige con criterio en cada una de sus respuestas. Sus frases entrecruzan lo real con lo onírico con naturalidad, como si en el fondo pudiera ver de qué están hechas las cosas.

Jazmín nació un 22 de abril de 1987 en Santiago del Estero, una provincia situada al norte de Argentina. No le pusieron aretes, ni la bautizaron. Pensaban que iba a nacer varón. Cuando cumplió un año la enviaron a un taller de música. Sus padres, docentes, militantes políticos y músicos, cantaban en armonías que Jazmín aprendía. En la casa eran tres, la vida era tranquila con música. A los tres años de edad, Jazmín se fue a vivir a Brasil. Años atrás, su padre había sido detenido por la última dictadura cívico-militar instaurada en 1976 luego de un golpe de Estado. Su madre, perseguida y exiliada por el mismo gobierno militar, ya vivía en Brasil desde hace unos años. “Parte de nosotros ya estaba allá cuando llegamos”, dice Jazmín. En Piracicaba (São Paulo, Brasil), aprendió el idioma con facilidad y creció como una niña brasileña.

Jazmín inició en la música desde que tenía un año de edad.

En la lejanía de aquel territorio extenso y, a una edad muy temprana, Jazmín lloraba. No sabía por qué pero lloraba. A los cinco años la inscribieron en un taller de danzas y las lágrimas, como un hechizo quebrado, se fueron. "Dejé de sentirme mal", recuerda. A los seis años la familia cargó su casa en un trailer y volvieron a Argentina, a Santiago del Estero. En las fotografías de su infancia Jazmín luce atuendos de baile, en teatros y actos escolares. Con escasas palabras, articulaba un mundo de movimientos precoces pero certeros, expresiones vivas de su cuerpo frente a una audiencia que observaba atenta. Hizo danzas clásicas hasta los diecisiete años, formándose entre Santiago y Buenos Aires; y abrazó ese universo artístico que se abría ante sus ojos. Los sonidos orquestales, los movimientos armónicos, las cuerdas, los instrumentos de viento, los bajos, quedaron grabados en su cabeza.

Martina Gamba, prima de Jazmín, recuerda esa etapa:

—De niñas nos llevaron al ballet. Yo dejé después del primer año porque me aburría pero ella siguió adelante durante toda su vida. Esa vinculación con una disciplina artística y la conexión con el cuerpo la fueron transformando. Fueron muchas las maneras en las que fue canalizando esa nueva inclinación hacia las artes y la estética, mediante una disciplina que compromete el cuerpo. Eso se ve reflejado hoy en todo lo performático sobre el escenario.

“Pasé mi infancia volando en mis mundos de fantasía, creando personajes imaginarios y personalidades paralelas”, recuerda Jazmín. Y esa tendencia creativa siguió con el tiempo. Jazmín del Cielo, Jazmín del Aire, Jazmín Galactic, DEC, son los nombres artísticos que sellan sus obras, emprendimientos y colaboraciones musicales. Personalidades paralelas para abarcar toda una obra conectada con la experiencia viva del cuerpo. 

Jazmín nació un 22 de abril de 1987 en Santiago del Estero, una provincia situada al norte de Argentina. No le pusieron aretes, ni la bautizaron. Pensaban que iba a nacer varón.

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El aura futurista de la música electrónica puede hacernos creer que su invención fue más cercana a nuestros tiempos, allá por la década del sesenta o los setenta. Sin embargo, los artefactos tempranos de la música electrónica datan de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La historia oficial —como en todos los rubros— suele destacar a hombres, pero en los últimos años algunos libros y documentales como Sisters with transistors se encargaron de rescatar la historia no contada de las primeras mujeres inventoras y Djs. Por ejemplo, el libro Sonidos de Marte de David Stubbs marca 1876 como el año en el que Elisha Gray inventó el telégrafo musical, que podría considerarse el primer sintetizador de la historia. 

La historia oficial dice que el primer Dj de la historia fue Luigi Russolo, un pintor futurista, inquieto y experimental. Russolo construyó junto a su amigo Piatti cerca de seis artefactos que formaron parte de la legendaria orquesta Intonarumori. Básicamente, la orquesta concentraba generadores de ruidos con nombres como Ululador o Gluglulador que controlaban dinámica y altura de cada ruido. En 1910 fue tal la necesidad de Russolo de investigar la música y el ruido que redactó un manifiesto llamado “El arte de los ruidos”, donde explicaba cómo la sociedad moderna había quedado atrasada en cuanto a la música que se escuchaba.  

En la lejanía de aquel territorio extenso y, a una edad muy temprana, Jazmín lloraba. No sabía por qué pero lloraba. A los cinco años la inscribieron en un taller de danzas y las lágrimas, como un hechizo quebrado, se fueron.

Fue esencial determinar ese contraste entre la quietud y el movimiento al momento de interponer una teoría sobre el ruido. El ruido, producido, sostenido, artificial —como lo conocemos— no existió como un concepto racionalizado hasta ese entonces. La revolución industrial, años atrás, trajo máquinas ruidosas, las máquinas trabajadores, los trabajadores de grandes ciudades y, esas grandes ciudades, más y más ruido. De repente, el ruido se convirtió en un elemento más del paisaje cotidiano. Esas ciudades fueron abriendo puertas para otras discusiones como el higienismo y el buen vivir, pero sobre todo fueron una bola de ruido. En su teoría del sonido, Russolo lo veía como algo más que ruido, lo tomaba como “un material incorpóreo” con el que se podía experimentar.

“La máquina cobra vida, está caliente. Comunica, es sensible. Puedes mover algo solo un poco y se abre toda una nueva expresión Lo que más amo de la música electrónica es que está en movimiento, es maleable. Es un conjunto de dinámicas mucho más abierto”. Las palabras pertenecen a la compositora Suzanne Ciani, una de las mujeres pioneras en destacarse en el ambiente de la música electrónica. Ciani había sido rechazada por grandes productoras en reiteradas oportunidades hasta que decidió encargarse ella misma de su propia grabación. Nadie confiaba en una mujer con un sintetizador. 

Para 1979, la tecnología avanzó a pasos veloces y salió a la venta el primer sintetizador digital comercial. Fue un Casio VL-1 que se promocionó por un valor de 70 dólares, lo que cuesta un par de zapatillas hoy en Argentina. Veinte años después, se fundaría la empresa Ableton que lanzaría a la venta su software Ableton Live, en 2001, con la compañía de otros artefactos para interpretar la música en vivo. Hoy es muy común para un DJ utilizar Ableton para armar su música al contar con una amplia biblioteca de sonidos y colección de instrumentos digitales. 

En la actualidad existen más de veinte subgéneros dentro de la música electrónica y, a su vez, cada subgénero contiene diez subgéneros más. Los más comerciales y mainstream son representados por Djs como David Guetta, Martin Garrix, Steve Aoki o en históricos como Daft Punk y Kraftwerk. Para el oído no entrenado todo lo que escape a esos pocos nombres puede sonar igual, pero lo cierto es que podemos encontrar subgéneros como el techno, house, trance, drum and bass o el progressive, con otras figuras como la rusa, Nina Kraviz; los ucranianos de ARTBAT; el alemán, Boris Brejcha; la surcoreana Peggy Gou o la italiana, Giorgia Angiuli . La electrónica puede ser bailable, oscura o puede ambientar espacios. Puede estimular los músculos del cuerpo o atravesarnos con experiencias sensoriales. 

Fran Barrg es Dj y productor musical desde el 2003, tiene una escuela en Santiago del Estero donde enseña distintos niveles, desde inicial hasta avanzado:

—Un Dj hoy cuenta con muchas más herramientas que en otros momentos. La evolución de la mesa de mezclas permite ser más creativo y tener más soltura. Si bien, todo comenzó con una bandeja de vinilos —donde la magia ocurría cuando se sincronizaban dos canciones por la información que captaba una púa— eso fue creciendo y complejizándose. Luego llegaron los Cds, las compacteras, los pendrives y hoy tenemos los controladores.

Fran explica que un DJ tiene un comportamiento “diferente al de un humano normal”, porque escucha mucha música, porque debe seleccionarla, poner la oreja en la rítmica, el compás, la congruencia musical para llevar a cabo una mezcla exitosa. Afilar el criterio para elegir y buscar una identidad, “cada DJ tiene una identidad sonora”, remarca. Generar un clímax, crear una atmósfera y conectar con el público requiere tiempo, y trabajo.

La máquina cobra vida, está caliente. Comunica, es sensible. Puedes mover algo solo un poco y se abre toda una nueva expresión Lo que más amo de la música electrónica es que está en movimiento, es maleable. Es un conjunto de dinámicas mucho más abierto”.

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La narrativa ordenada sobre su vida, sus personalidades múltiples y su manera de diseccionar el mundo. En la obra de Jazmín pueden encontrarse testimonios de una transformación gradual, constante y versátil. Un relato de vida escrito con música, poesía, dibujos y danza. Un patrimonio propio elaborado de manera creativa, que encapsula acontecimientos relevantes de manera directa o indirecta. 

Dice el investigador y escritor suizo, Jérome Meizoz, que la postura del artista es una forma de autocreación que se manifiesta de manera discursiva o no discursiva. El nivel discursivo se identifica en el estilo y el contenido de la obra, mientras que el nivel no discursivo se explicita a través de la forma en la que el autor o la autora eligen presentarse a sí mismos, mediante la elección de seudónimos y su apariencia. El arte impregnado de una historia personal, un mensaje y una búsqueda.

A los nueve años a Jazmín le regalaron un órgano eléctrico (que conserva hasta hoy) con el que musicalizaba sus propias “obras de teatro”. Un día, experimentando con sus creaciones entre la pintura, el dibujo y el teatro, se dio cuenta de que “lo que escribía podía transformarse en canción”. 

La música electrónica llegó después. Lo cierto es que antes de esa etapa, Jazmín se nutrió en otros espacios y otros géneros. Hacia fines de la secundaria —recuerda— el rock entró con fuerza en su vida. Se hizo fanática de Los Redonditos de Ricota, una banda histórica del rock nacional argentino y se hizo fanática de Rocambole, el artista detrás de las tapas de discos y la simbología de la banda. “En esa época también descubrí la militancia política. Armamos una agrupación de estudiantes secundarios y de a poco comencé a entender mi historia, la de mi familia, sus amigos y nuestro país”.

En 2010 el camino fue el de la música como experiencia y autoría, y conoció a quienes fueron sus primeros compañeros en una banda llamada Liberia donde fue corista. Unos años más tarde, formó — junto a un grupo de amigos— Flor de Mamaní, una banda donde se desempeñó como cantante principal y tocando instrumentos de percusión.

En la obra de Jazmín pueden encontrarse testimonios de una transformación gradual, constante y versátil. Un relato de vida escrito con música, poesía, dibujos y danza.

Carolina Zamora es DJ y tecladista. Actualmente vive en México, pero nació en Santiago del Estero. Durante los años que vivió en Tucumán por sus estudios, coincidió en el camino musical en el que se encontraba Jazmín y fue tecladista de Flor de Mamaní:

—Nos conocimos hace trece años, porque un amigo que era baterista me invitó a tocar en su proyecto y me sumé. Apenas la conocí tuvimos buena vibra. Entre nosotras fue fuerte porque ella era la única mujer de la banda. Las dos estábamos felices porque nunca habíamos compartido espacio musical con otra mujer. Teníamos mucha gente en común y aún así nunca nos habíamos conocido. 

La banda tuvo la virtud de fusionar el reggae con otros estilos, con una amplia influencia de otras bandas del reggae argentino al mismo tiempo que incorporaba de una manera extrañamente fascinante la voz de soprano de Jazmín. Grabaron un EP pero la banda se separó cuando sus integrantes tomaron rumbos distintos. 

En paralelo a su vida creativa, Jazmín se había mudado a Tucumán en 2005 para estudiar la carrera de Arquitectura. Una elección que también le permitió explorar, no solo lo vinculado al paisaje urbano y las construcciones, sino también a las cuestiones de género. El cuerpo, ya no ante lo artístico, sino ante lo arquitectónico. Un elemento que también formó parte de su vida de manera inconsciente, o por lo menos eso recuerda Martina, su prima:

—De niñas jugábamos con las Barbies pero nos pasabamos la mayor parte del tiempo armando sus casas. Transformábamos los libros en camas, con los peluches hacíamos sillones. El juego consistía en construir una casa y siempre la mejor era la que armaba Jazmín, lo pienso ahora y lo relaciono con cómo más adelante decidió estudiar arquitectura.

La música electrónica llegó después. Lo cierto es que antes de esa etapa, Jazmín se nutrió en otros espacios y otros géneros. Hacia fines de la secundaria —recuerda— el rock entró con fuerza en su vida.

Para su primera materia electiva se quedó con “práctica docente”, donde el trabajo final consistió en el diseño de una currícula de cátedra que se llamó “Arquitectura y Género”. 

—Observaba que siempre estudiábamos a los arquitectos varones, y que los edificios y las ciudades tenían género. Que el poder tenía formas arquitectónicas, que había lugares diseñados y destinados a mujeres y varones —recuerda Jazmín. 

Comenzó a trabajar en la cátedra de Urbanismo junto a la arquitecta Marta Casares, especialista en ordenamiento de territorio, y se interesó por la temática de género vinculada a la ciudad. En 2014, ya recibida de la carrera, se lanzó a investigar sobre géneros y sexualidades en espacios urbanos. Aparecieron ante sus ojos autores y autoras como Judith Butler y Paul Preciado, que cuestionaban el sistema binario y heteronormativo. 

—Me interesaba averiguar cómo era la experiencia espacial del género. Y, ¿cómo sería el género en transición? Me sentí identificada con esa idea de movimiento. Todo eso me llevó a acercarme a la comunidad trans de Tucumán. Me di cuenta de que, sobre todo en nuestros territorios, eran las personas más postergadas por la política y las más atacadas por el patriarcado. 

Fue una etapa intensa en donde recorrió la ciudad de un extremo a otro para que pudieran coexistir las tocadas de la banda, su colaboración como corista en una banda tributo a Pink Floyd llamada The Worms; su trabajo, el doctorado, los viajes académicos, las clases de circo, y otras actividades. “Se me empezó a mezclar todo. Terminé componiendo canciones sobre urbanismo, dibujando música, parodiando a Le Corbusier y remixando discursos sobre feminismo y espacialidad”, recuerda.

Durante 2017 viajó a Santiago del Estero para capacitarse en talleres de producción de música electrónica dictados por un colectivo de artistas llamado AO, los fines de semana. Practicó en otros talleres y en plataformas virtuales. En ese proceso de aprendizaje y creatividad nació DEC, un nuevo personaje que no estaba definido por ningún género. 

Jazmín mezcla la música electrónica con el arte.

La aparición de una personalidad alterna como DEC, permitió abrir y explorar un universo creativo alrededor de la electrónica. Una faceta más experimental que concentraba propuestas sonoras en un mismo hecho artístico, atravesado por lo escénico y lo performativo. En sus presentaciones ante el público puede subir al escenario con máscaras, una capa negra, kimonos o luces y piedras incrustadas en el cuerpo como parte del vestuario. La imagen onírica del personaje, el sonido potente de los graves, en sus estadíos oscuros y bailables en las formas del techno, y las imágenes proyectadas, provocan y desafían los sentidos; invocan un trance.  

En la música electrónica se le dice “Dj set” a una lista de tracks (canciones) mezclados por el/la Dj. Estos pueden ser producidos como propios o sampleando otras canciones. De esta manera, y como explicaba Fran, configuran la identidad sonora de cada Dj de acuerdo a la mezcla. Ningún Dj sonará igual aunque las canciones mezcladas sean las mismas. Por otro lado, un “live set” involucra una performance en vivo de la persona sobre las pistas musicales que reproduce. En el caso de Jazmín esto se observa por medio de su voz. 

Mira el live set aquí:

Su primer set se llamó “sonidos urbanos”. Un guiño a su vínculo con los estudios de la arquitectura. Esa incursión en un nuevo género le permitió explorar el manejo de su voz en la música electrónica, aprender a moldearla —como decía Suzanne Ciani— y saber cómo quería que suene. 

Para las experiencias musicales que llegaron los años siguientes, Jazmín tomó cada uno de los aprendizajes de sus vivencias en Brasil, Santiago y Tucumán, y comenzó a aplicarlos en la construcción de universos propios y texturas en los sonidos. Su casa puede representar el ejemplo más claro de esa mixtura de mundos. Allí hay mesas con discos de Björk, mezclados con broches de pintura, hojas con dibujos, cajas de fibras de distintos tonos, un tablero amplio de dibujo apoyado contra una pared con una ventana y una biblioteca llena de libros sobre género, historia y política, que se sostiene arriba de una mesa ocupada por computadoras, launchpads, auriculares, micrófonos y su órgano eléctrico. En su ropero hay atuendos, trajes y su máscara de DEC, que usó en su presentación en el Teatro San Martín, en Tucumán, a principios de 2021. 

La aparición de una personalidad alterna como DEC, permitió abrir y explorar un universo creativo alrededor de la electrónica. Una faceta más experimental que concentraba propuestas sonoras en un mismo hecho artístico, atravesado por lo escénico y lo performativo.

Durante este tiempo, Jazmín realizó presentaciones en vivo en bares y teatros. En 2018 grabó su voz para un disco de electrónica pop llamado Vista Nocturna. Volvió a cantar con la banda tributo a Pink Floyd. Lanzó Dj sets en plataformas. Tocó en Buenos Aires y Tucumán. Grabó sus primeros trabajos audiovisuales, incursionando en lo performático, visual-espacial. Colaboró con otros artistas, firmó un contrato con un sello llamado Suprematic Sounds (Estados Unidos) y mantuvo el contacto y el trabajo constante con otras Djs experimentales del país y otros lugares del mundo.

En 2018 grabó su voz para un disco de electrónica pop llamado Vista Nocturna. Volvió a cantar con la banda tributo a Pink Floyd.

En este tiempo también aplicó y quedó seleccionada como una de las doce Djs que integran una convocatoria realizada en todo el país por el Instituto Nacional de la Música (INAMU) y Amplify Digital Arts Initiative, una red de artistas mujeres que conecta colaboraciones y dinámicas de trabajo entre Canadá, América Latina y Reino Unido. 

Durante la pandemia se estrenó su live del Observatorio Live Sessions, una serie de sesiones con artistas en vivo que se filmaron y produjeron en el edificio del observatorio astronómico de Santiago del Estero. Allí lució un vestuario confeccionado por ella misma en una escenografía que garabateó en un papel y luego armó con fondos, luces y detalles que le otorgaron un aura íntima y espacial. En diciembre de 2021 estrenó su película llamada “Etérea”, en un evento llamado Noche Etérea. En febrero de este año grabó un set en otro evento llamado No Signal, pronto a estrenarse. 

Artistas y músicos consultados para esta nota, coinciden en destacar el arte de Jazmín y colocarla en el lugar de una de las mejores artistas de su generación. “Me parece una de las mejores artistas que conocí”, dice Alejo Fochi, Dj y productor de música electrónica. “Tiene la esencia y el alma de una artista innata. El color de su voz es mucho de lo que hace a su performance, es atrapante”, destaca Fran Barrg. Por su parte, Caro Zamora, resalta “las sensaciones que su música produce, desde enojo, hasta alegría, libertad, soltura e incomodidad. Son todas sensaciones provocadas por su arte. Es diversa y logra transmitir lo que siente”. Buflow, músico y productor del ambiente del hip-hop, también apunta a “su versatilidad y el manejo de su voz”, y agrega que el hecho de “haber consumido tantos estilos musicales le permite amoldarse fácilmente”

Artistas y músicos consultados para esta nota coinciden en destacar el arte de Jazmín y colocarla en el lugar de una de las mejores artistas de su generación.

Casi un año después de la primera entrevista, volvemos a reunirnos con Jazmín frente a un micrófono. Ahora busca continuar con la narración de su vida, y mirar su pasado una vez más. Pensando en el futuro, suelto una pregunta al aire:

—¿Qué te queda por hacer? 

—Todavía me quedan unas cosas por cumplir y por terminar de cerrar. Hay muchas puertas por abrir en un momento donde siento que necesito pasar a otro nivel. Porque lo vengo construyendo, que no ha sido fácil el último tiempo. Siento que también yo misma no me ayudo muchas veces con mi propia forma de ser, las cosas llevan más tiempo de lo que mi mente puede soportar. Pero siento que estoy haciéndolo, en el fondo siento que sí estoy haciendo las cosas bien. 

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