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No voy a negar que sentí una arcada y me cubrí los ojos cuando Maryn Yearly (Taylor Russell), una adolescente en el Estados Unidos de los años ochenta, le muerde un dedo a una amiga y se lo come, literalmente, hasta los huesos. No es que lo mastique y se lo ampute como en cualquier otra película de terror. La cámara deja el plano lo suficientemente abierto como para que veamos los labios succionando la carne del dedo, el placer con que Maryn saborea la carne de su amiga y se la trague con una sonrisa dejando al descubierto los tres delicados huesos: falange distal, falange medial y falange proximal. Podemos sentirlo, olerlo, saborearlo. Y nos contagiamos de una repulsión perfectamente orquestada.

Taylor Russell (Maryn Yearly) se roba el show en la perturbadora cinta.

Así nos recibe Luca Guadagnino, un director ante el cual muchos nos rendimos luego de Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name), la historia de un amor homosexual protagonizada por Timothée Chalamet y Arnie Hammer que recibiera múltiples nominaciones y premios por su impecable guion. Es curioso: Hammer ha perdido su carrera en Hollywood debido a las múltiples acusaciones de parejas suyas que incluyen su inclinación por el canibalismo –busque la serie documental House of Hammer para más detalles–, así que no cuesta mucho sospechar que algo de estos hechos de la vida real hayan impactado en Guadagnino lo suficiente como para animarse a contar esta historia.

La cámara deja el plano lo suficientemente abierto como para que veamos los labios succionando la carne del dedo, el placer con que Maryn saborea la carne de su amiga y se la trague con una sonrisa dejando al descubierto los tres delicados huesos.

Nuevamente, estamos ante una adaptación, esta vez de la novela homónima de 2015 escrita por Camille DeAngelis. Tras comerle el dedo a su amiga, Maryn huirá con su padre, quien ha vivido cambiando de ciudad y de identidades con ella para protegerla pero en un momento dirá basta y la dejará abandonada. Al verse sola, lo único que podría ayudarle sería quizá encontrar a su madre para hallar algunas respuestas y es en el curso de esa búsqueda que irá de lugar en lugar conociendo a otros caníbales como ella, el intrigante Sully (impactante Mark Rylance) y Lee (Chalamet), un joven de alma libre y vestuario punk/andrógino que quedaría perfecto para ir a un concierto de Harry Styles.

Tras comerle el dedo a su amiga, Maryn huirá con su padre, quien ha vivido cambiando de ciudad y de identidades con ella para protegerla.

Poco a poco, el asunto del canibalismo bajará a un segundo plano. Quedaremos fascinados ante la historia de amor que se despliega en pantallas, con un recorrido al interior de sí mismos por las líneas de la carretera que recuerda a un París, Texas (1984) de Wim Wenders. Hasta los huesos es una road movie, es una historia de amor, es un drama impecable y sí, una película sobre caníbales buscando su lugar en el mundo. No, no hallarán un Holocausto caníbal como de Ruggero Deodato; Guadagnino trata el asunto como un detalle en la vida de los amantes; un detalle importante, sí, pero detalle.

La soledad de la carretera (no solo deben viajar en busca de la madre perdida, sino deben matar a gente anónima para comérsela y agenciarse algo de dinero y vivienda ocasional) es un entorno ideal para que conozcamos más y más a nuestros protagonistas y descubramos el fuego que es Taylor Russell en este rol coprotagónico donde para sorpresa nuestra Chalamet se ve seriamente opacado. Lee es compañero de Maryn en su búsqueda, no al revés, y pese a que le brinda consejo y protección, es a través de ella que Lee expiará algunas culpas personales a nivel familiar.

Hasta los huesos' es una 'road movie', es una historia de amor, es un drama impecable y sí, una película sobre caníbales buscando su lugar en el mundo.

Guadagnino se luce en la dirección de actores, volviendo al Sully de Mark Rylance en un verdadero ente perturbador y generando los momentos más oscuros del filme en torno a la idea de matar o morir. Y desde el lado de la cinematografía, el realizador palermitano orquesta una manufactura por momentos anárquica, con encuadres rebeldes, edición sorpresiva y unos acercamientos inesperados pero que no resultan antojados ni fuera de lugar, sino que contribuyen a la expresividad de la historia en momentos determinados.

Timothée Chalamet, el otro protagonista de esta perturbadora historia.

Hasta los huesos es una clase maestra de cine contemporáneo. Eso sí, deja muchas preguntas sin resolver en aras de su misión dramática. Para cuando termina esta historia, su sabor agridulce nos persigue y nos electriza con cada recuerdo. Y es que Guadagnino no solo nos deja perturbados, nos deja agradecidos.