Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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A los 3 o 4 años, Lionel Messi se disfraza de bombero para un acto preescolar. En una foto se lo puede ver con impermeable y casco rojo, y un bigotito marrón que lo hace parecer un empleado municipal de principios de los ochenta. A su lado hay un niño con un casco amarillo que no tiene un poder sobrenatural para dominar la pelota.

A los 33 años, Messi envía un burofax al Fútbol Club Barcelona para “resolver el contrato de prestación laboral”. Diez días más tarde, luego de un culebrón de abogados, comerciantes, conjeturas y sentimientos, da una entrevista al medio Goal. Messi rompe el silencio, se anuncia para todo el mundo. Lo hace desde su casa, en un espacio luminoso o iluminado entre cortinas blancas. Messi lleva puesta una remera negra, un pantalón corto rojo y chancletas blancas. Los devotos de Newells creen ver una señal en esta combinación de colores. La remera es Adidas; el pantalón y las chancletas no tienen una marca distinguible, aunque es probable que también sean Adidas. Las preguntas y respuestas están pensadas y pactadas por un equipo de asesores y casi no hay esfuerzo por disimularlo. Messi tiene una serie de cosas para decir: hace tiempo que necesita un cambio de aire, el presidente del Barcelona le había prometido libertad de acción y luego faltó a su palabra, nunca le haría juicio al club que ama. 

Messi es a la vez un hombre tímido y una empresa multinacional, y estas fuerzas opuestas se notan en los dieciocho minutos y medio que está frente a la cámara. Fuera de su país, región o clase social, el hablante tiende a acomodarse a su interlocutor; de manera más o menos consciente, lo hace para facilitar la comunicación o para sentirse aceptado. Casi todos tenemos un conocido un poco odioso que estuvo seis meses en España y volvió diciendo “vale” y “joder”. Messi lleva veinte años viviendo en Barcelona y sigue hablando en rosarino. “Todos los años” suena todolohaño. “Fútbol” suena furbol. En medio de la explicación legal sobre la fecha de terminación de su contrato, dice el viru este de mierda. Usa la expresión no me daba bola para decir que el presidente no le prestaba atención. En el minuto 16:55 del video, quiere decir burofax y dice furbofax.

Messi tiene una serie de cosas para decir: hace tiempo que necesita un cambio de aire, el presidente del Barcelona le había prometido libertad de acción y luego faltó a su palabra, nunca le haría juicio al club que ama. 

Los futbolistas han perfeccionado su discurso hasta llevarlo al grado cero de la comunicación. Ante una pregunta después de un partido, uno puede anticipar la respuesta casi palabra a palabra. Pero esa nada misma no corresponde, como muchos piensan, a falta de inteligencia, sino, por el contrario, a la necesidad de crear una barrera entre ellos y el resto. Es natural que un jugador prefiera a tal o cual compañero como acompañante de ataque, pero ante esa pregunta pública no puede ser sincero. A mayor exposición, más densa la coraza, y en el caso de Messi pareciera haber construido su lugar seguro desde las entrañas mismas del lenguaje. Como Obama, el Papa o Britney Spears, sabe que cada palabra y cada gesto suyo es susceptible de ser analizado, y que alguien, por ejemplo, puede notar que dijo furbofax 16 minutos y 55 segundos después de romper el silencio.

Los medios del mundo publican la novela de Burofax con el que Messi pedía su libertad al Barcelona.

Cuando Messi tiene 26 años, el diario español ABC publica una nota titulada: “Romario asegura que Messi tiene síndrome de Asperger”. En el copete agrega: El exjugador del Barça cree que el argentino posee esta forma leve de autismo, “que le concede el don de la concentración”. 

Cuando Messi tiene 27 años, se estrena una película llamada Messi. Hay testimonios de vecinos, amigos de infancia, maestras de escuela, formadores, periodistas, futbolistas, técnicos; hay imágenes documentales y recreaciones actuadas. Según Internet Movie Database (IMDb), está escrita por Jorge Valdano y dirigida por Álex de la Iglesia, y sin embargo la película parece una versión más larga y costosa de esos videos que pasan en los casamientos y fiestas de quince para agasajar a los protagonistas. Aun así, es justo decir que es una muy buena fuente de información.

Messi, la película dirigida por Alex de la Iglesia.

Tres días después de que Messi cumple 32 años, el portal de noticias argentino Infobae publica una nota titulada: “Fin de la polémica: un niño reveló qué hace Lionel Messi cuando suena el himno argentino”. La noticia fue publicada por varios medios a nivel continental. El niño en cuestión se llama Tomas Chávez, tiene once años y entró de la mano de Messi al partido que Argentina jugó con Venezuela por la Copa América Brasil 2019. Según la nota, el niño testificó: “Es cierto, al himno no lo canta, pero lo tararea para adentro, yo lo escuché”.

A los 5 o 6 años, Messi se disfraza de caracol para la representación de un cuento en un acto escolar. Se lo puede ver en un video casero, caminando en cuatro patas mucho más rápido de lo que debería. Su maestra de ese entonces lo recuerda así: “Para hacerlo participar a Lionel fue un horror. Se tapó atrás de su disfraz. Realmente lo hizo bárbaro”. Otra de sus maestras dice que a Lionel solo le interesaba la pelota y que su mejor amiga le organizaba el resto de las tareas escolares. Era como la mamá, o la hermana mayor, dice.

Más o menos en esa misma época, Messi empieza a jugar en Grandoli, el club de su barrio. Hay varios videos de esos años: pasa entre rivales más grandes como si estuvieran clavados al piso. Su abuela era la que lo llevaba a las prácticas y partidos, y dicen que es a ella a quien Messi dedica sus goles cuando señala hacia el cielo. En la recreación para la película, la abuela le dice: “Vos vas a ser el mejor porque nadie sabe lo que estás pensando. Esa cabecita es un misterio. Vos vas a ser el mejor jugador del mundo”.

“Es cierto, al himno no lo canta, pero lo tararea para adentro, yo lo escuché”, asegura un niño de 11 años. / Foto: Shutterstock.

Dos días después de que Messi cumple 29 años, me llega un meme con una foto de Leo Rodríguez que dice: ¡Ganá algo, Messi! Ese mismo día, Argentina había perdido la final de la Copa América de 2016 contra Chile. El año anterior había perdido otra final de Copa América contra el mismo rival. Dos años antes había perdido la final del Mundial contra Alemania. “Las finales las decide Dios”, dirá tiempo después en una entrevista.

El meme era injusto, pero también era gracioso. Se podría decir que era gracioso porque era injusto. Leo Rodríguez —gran jugador, pero dos o tres niveles por debajo de Messi— fue el 10 en los dos últimos títulos que ganó la Selección Argentina: las Copas América de 1991 y 1993. La gracia del meme también estaba (sigue estando) en la foto elegida: Leo Rodríguez posa como un galán de telenovela de principios de los noventa, tiene el pelo largo ensortijado, jean celeste, remera blanca, y un saco rojo abierto con hombreras y cuatro botones redondos dorados.

A los cuatro años, José Raúl Capablanca le ganó una partida de ajedrez a su padre, a los siete ya les ganaba a sus maestros. A los cuatro años, la pianista Martha Argerich dio su primer recital público en el Teatro Astral, a los siete hizo su presentación formal interpretando a Mozart. ¿A partir de qué edad se puede detectar el genio? 

A los 9 años, a Messi le descubren la falta de una hormona de crecimiento. El tratamiento es arduo y costoso: una inyección diaria al menos hasta llegar a la adolescencia. En la recreación de la película, el médico lo consuela: quedate tranquilo que vas a ser más alto que Maradona. Muchas veces Leo se aplicaba las inyecciones él mismo, dicen sus amigos de infancia; daba impresión, tan chiquito, un pinchazo en el cuádriceps. Después de un tiempo, la familia ya no pudo pagar el tratamiento. Ni Newells ni River se quisieron hacer cargo. A los 13 años, se fue al Barcelona (el informe del reclutador decía “un pequeño Maradona”) donde sí asumieron el riesgo.

Repaso esta historia conocida porque es un caso que seguramente ha cambiado las reglas del juego. ¿A partir de qué edad se puede detectar el genio en una de las actividades más rentables del mundo? Si un caso como el de Messi se diera hoy, es probable que cualquier equipo profesional esté dispuesto a hacer la inversión. ¿Pero qué pasa si el niño es un poquito más lento, si lleva la pelota apenas unos centímetros más alejada del pie? ¿Cómo es el equipo multidisciplinario, los cálculos, proyecciones y variables que un equipo de primer nivel pone en la balanza a la hora de contratar a un niño susceptible de producir millones de dólares?     

¿A partir de qué edad se puede detectar el genio en una de las actividades más rentables del mundo?

Cuando Messi tiene 27 años, el diario hondureño La Prensa publica una nota titulada: “Messi tiene tatuada la cara de Jesús en el brazo derecho”. Y es cierto: es la cara de Jesús el día de su muerte porque lleva puesta la corona de espinas que, según la leyenda, los romanos habían usado mil novecientos ochenta y dos años antes como instrumento de tortura física (pinchaba) y espiritual (lo proclamaba burlonamente “el rey de los judíos”).

Otros tatuajes que tiene Messi son: un ojo, una flor de loto, una corona de rey, las manos y el nombre de su primer hijo, un rosario, flores de naranjo, la fecha de su boda en números romanos, las fechas de nacimiento de sus tres hijos, el retrato de su madre, una pelota, el número diez, un homenaje a su ciudad natal, un beso rojo.

A los 13 años, Lionel Messi se encuentra frente a un dilema como los que propone el juego de mesa Escrúpulos. Si toda la familia se muda a Barcelona, donde los hermanos se sienten incómodos, debe cargar con ese peso sobre sus hombros. Si la madre y los hermanos se vuelven a Rosario, como de hecho lo hacen, se siente responsable por separar a la familia: él está lejos de su madre y hermanos, los hermanos están lejos del padre, la madre está lejos de su esposo e hijo menor. Según la película Messi, el padre deja la decisión en manos del hijo. Su respuesta: Yo quiero jugar en el Barcelona.

Un ejercicio distópico: ¿qué hubiera cambiado si los Messi se hubieran vuelto todos a Argentina? Más allá del tratamiento médico, ¿hubiera sido el mismo jugador si no se formaba en La Masía? ¿Hubiera llegado a esa mezcla perfecta entre potrero y eficacia si no coincidía con Guardiola a los veinte años? ¿Tendría tatuada una imagen de su madre y otra de Jesús con la corona de espinas? ¿Cantaría el himno antes de los partidos? Y, en caso de que no lo hiciera, ¿hubiera sido noticia que un niño testificara que Messi no canta el himno, pero lo tararea para adentro?  

En la película Messi hay testimonios de vecinos, amigos de infancia, maestras de escuela, formadores, periodistas, futbolistas, técnicos.

Cuando Messi tiene 24 años, el diario mexicano El Economista publica una nota titulada: “Lionel Messi se disfraza de ‘Quico’” (personaje de la serie televisiva mexicana El Chavo del Ocho). Para una fiesta de disfraces, el primer jugador en ganar tres Balones de Oro consecutivos eligió personificar a uno de los personajes más alcahuetes de la historia de la televisión. La nota está acompañada de una foto: Messi tiene la máscara de Quico en la mano y posa junto a su novia hermosa en su disfraz de Pocahontas; de fondo hay una pared con la pintura descascarada.

Cuando Messi tiene 33 años, unos meses después de la novela del burofax, el medio español DiarioGol publica una nota titulada: “Busquets rompe relaciones con Messi”. El argumento para justificar el titular es que Busquets no tomó partido públicamente a favor de Messi en su disputa con la dirigencia del club. Unos ocho años antes, los protagonistas de la supuesta ruptura habían unido sus poderes en uno de los goles más emblemáticos de la historia del Barcelona. El rival es el Real Madrid, Messi toma la pelota en mitad de cancha, tiene un jugador por delante; Busquets está en su misma línea y mientras Messi lleva la pelota al trote, da cuatro o cinco pasos hacia delante y se ofrece como opción. Messi le pasa la pelota y en el mismo acto inicia su carrera en dirección a Busquets, Busquets detiene la pelota con la cara interna del pie derecho y con el empeine la toca apenas para dejarla delante de Messi. La belleza del movimiento está en el contraste: Busquets permanece quieto y erguido como un torero, Messi acelera de manera sobrehumana y le pasa a su lado con el cuerpo inclinado hacia delante. Distintas velocidades físicas, la misma velocidad mental. Busquets se queda parado sabiendo que ya cumplió su función y mira cómo Messi pasa por delante del marcador que eliminaron con la pared, luego pasa a Sergio Ramos, al otro marcador central (que no llego a reconocer), se cruza por delante de Marcelo y define de derecha ante la salida de Casillas.  

La belleza del movimiento está en el contraste: Busquets permanece quieto y erguido como un torero, Messi acelera de manera sobrehumana y le pasa a su lado con el cuerpo inclinado hacia delante. Distintas velocidades físicas, la misma velocidad mental.

Cuando Messi pasa al segundo marcador central, este extiende el brazo para derribarlo, pero no llega a tocarlo y queda humillado girando. Johan Cruyff, formador de Guardiola y por ende formador de Messi, da dos razones por las cuales es casi imposible detener a Messi cuando encara con la pelota dominada. La primera es una especie de variable matemática: “Donde cualquier defensa tiene que hacer un paso, él hace dos; quiere decir que en el medio él puede ir derecha o izquierda.” La segunda es anatómica: “Si el pequeño usa bien el cuerpo, el grande no puede defenderse, siempre está por debajo del control”. En este mismo sentido, Rio Ferdinand, uno de los mejores defensores de su época, dice: “El problema con Messi es que nunca llegás a tenerlo cerca. Y cuando lo tenés cerca, es tan pequeño y rápido que te pasa por abajo”. Para graficar la explicación, Ferdinand extiende su brazo derecho a la altura del hombro y señala el espacio aéreo entre su brazo y el piso. 

Rio Ferdinand, uno de los mejores defensores de su época, dice: “El problema con Messi es que nunca llegás a tenerlo cerca. Y cuando lo tenés cerca, es tan pequeño y rápido que te pasa por abajo”.

Cuando Messi tiene 28, el uruguayo Luis Suárez llega al Barcelona, y dan inicio a una amistad entre hombres tan profunda como no se veía desde la saga Arma mortal. Se los puede ver juntos en una nota en la que juegan al truco para la televisión uruguaya: se llaman “gordo” entre ellos, como un matrimonio afincado. En la película Messi, los amigos de la infancia recuerdan a Leo como tímido y pícaro. Te escondía cosas, dicen. Un entrenador gordo de juveniles dice que cuando Messi lo veía vestido de rojo y blanco con la bolsa de pelotas siempre le decía: ¡Qué hacés, Papá Noel! Era travieso, pero sin maldad, concluye. Mientras juega a las cartas con Suárez se le nota ese ánimo de picardía juvenil. El juego del truco, al igual que el fútbol, está basado en el engaño, y Messi corre con la ventaja de que, en principio, uno podría pensar que no sabe mentir.   

Cuando Messi tiene 29 años, el diario The New York Times publica una nota titulada: “Lionel Messi fue declarado culpable por fraude fiscal, pero no irá a la cárcel”.

 Ese mismo año, el diario chileno Publimetro publica una nota titulada: “¿Quiénes forman parte del polémico ‘club de amigos’ de Messi?” En el copete agrega: “La cofradía de jugadores argentinos es duramente criticada al otro lado de la cordillera y Carlos Dibos, ex PF de la Selección, exige su salida”. 

Ese mismo año, el canal de YouTube ‘Goles mágicos’ publica un video de casi dos minutos titulado: “Messi compilación vomitando”, en el que se puede ver a Messi vomitando o haciendo arcadas en cuatro partidos distintos.

Messi y Luis Suárez, una paraje inseparable.

Cuando Messi tiene 18 años, debuta en la Selección Argentina. “Como Diego Maradona, contra Hungría”, dice el comentarista de la transmisión. “Diego entró con la camiseta diecinueve ese día, y Messi hoy con la dieciocho”, agrega el relator. Cuarenta y tres segundos después de su ingreso, el árbitro expulsa a Messi por una falta que a lo sumo era para amarilla.

Desde entonces, Messi ha jugado cuatro Mundiales y cinco Copas América bajo el mando de nueve técnicos distintos: Pékerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza, Sampaoli y Scaloni. Se convirtió en el máximo goleador histórico. Jugó partidos brillantes. En otros no se destacó. Renunció y volvió. Ganó cero títulos. Y más allá de los resultados, nunca llegó a redondear un campeonato brillante, ni siquiera en el Mundial 2014, en el que Argentina llegó a la final y la FIFA lo eligió como el mejor jugador del certamen.

El día en que Messi cumple 31 años, el diario Irish Mirror publica una nota titulada: “La esposa de Lionel Messi se toma un jet para apoyar a su marido en el Mundial 2018 en medio de rumores sobre crisis en el matrimonio”.

Ese mismo día, le sacan una foto en la concentración de la Selección Argentina: aparece señalando una torta con expresión interrogativa. La imagen luego fue usada en un meme que decía: “¿Puedo comer torta? ¿O Maradona comía torta mejor que yo?”

Según una encuesta no muy rigurosa que llevé a cabo en redes sociales, Messi resultó mejor definidor, marido, velocista, padre, oriental, inversión, inversor, tenista, belga, paciente, pescador, atleta, evangelista, ejemplo, veterinario, rugbier, defensor, soldado, millonario, alumno, hombre araña, ciudadano. Mientras que Maradona resultó mejor asistidor, hermano, gambeteador, amante, bailarín, capitán, asador, músico, pintor, cabeceador, ídolo, boxeador, balcánico, narrador, comensal, sincretista, peronista, difunto. En las categorías “hijo” y “electricista” se produjo un empate técnico.

Según una encuesta no muy rigurosa que llevé a cabo en redes sociales, Messi resultó mejor definidor, marido, velocista, padre, oriental, inversión, inversor, tenista, belga, paciente, pescador, atleta, evangelista, ejemplo, veterinario, rugbier, defensor, soldado, millonario, alumno, hombre araña, ciudadano.

Cuando Messi tiene 33 años, y sin que él lo sepa, un grupo de cuarentones argentinos un poco alcoholizados debaten en torno a la siguiente premisa: A Messi se lo admira, pero no se lo ama. 

Según ellos, tiene que ver con su personalidad: / Si Messi se agarra covid solo podría contagiar a su familia y quizá a Suárez. / Mis hijos lo aman. / El mío también. / Quizá el problema no sea de Messi, sino nuestro: ya no estamos en edad como para andar amando jugadores de fútbol. / No amamos a Messi porque queremos creer que nuestra época de gloria fue mejor. Todos los viejos lo hacen. / Pero fue mejor, al menos como argentinos. / Mi padre sigue hablando de Di Stéfano. / Al negar a Messi estás negando tu muerte, es natural que lo hagas. / Pero no es solo una cuestión de edad, ¿vos te pensás que los hinchas del Barcelona de nuestra edad no lo aman a Messi? / ¿No pueden disfrutar cómo juega y dejarse de joder? / ¿Y eso qué gracia tiene?   

Messi tiene, cada día que se levanta, la posibilidad de detener el auto y cambiarle el ánimo a casi cualquier persona que camina por la calle. / Foto: Shutterstock.

Cuando Messi tiene 31 años, el diario rosarino El Ciudadano publica una nota titulada: “El divertido video de Messi jugando con su perro”. Y, en efecto, Messi juega a tirarle sombreritos a su perro Hulk, un enorme mastín cabezudo. “Es muy bueno Hulk jugando al fútbol”, dice uno de sus hijos. “Pero mi papá, más”, dice otro. La nota tiene dos comentarios. El primero dice: “Pecho frío eterno”. El segundo es de un usuario que tiene un niño vestido de Superman como imagen y dice: “Cómprate un perro más rápido con razón hiciste un mundial de mierda”.

Cuando Messi tiene 33 años, muere Diego Armando Maradona. 

Unos 41 años antes de que Lionel Messi fuera concebido, el escritor estadounidense Scott Fitzgerald apuntó en un cuaderno la siguiente frase: “Show me a hero and I’ll write you a tragedy” (Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia). Messi tiene, cada día que se levanta, la posibilidad de detener el auto y cambiarle el ánimo a casi cualquier persona que camina por la calle; le piden fotos, goles, camisetas; una madre le pide que vaya a ver a su hijo que se está muriendo y nada en el mundo lo haría más feliz que tocar a su ídolo. Hay cientos de testimonios de personas que, asombradas, cuentan que Messi se tomó la molestia de atender a sus pedidos. Las estrellas y las grandes empresas suelen canalizar estas demandas a través de sus fundaciones, y Messi no es la excepción. Pero de todas formas debe ser agotador convivir a diario con este superpoder. La mera idea de no poder salir a la calle es de por sí abrumadora. Gabriel Batistuta dijo que en los nueve años que vivió en Florencia nunca vio el David de Michelangelo. Es razonable pensar que las estrellas de esta magnitud estallan para adentro o para afuera, pero de alguna forma tienen que estallar. 

¿Cómo hubiera escrito Fitzgerald la tragedia de Messi? Quizá la contaba a través de un vecino, de alguna forma se las hubiera arreglado. Otro autor podría hacer una novela más ardua e introspectiva, algo así como Stoner de John Williams o la del escalador solitario de James Salter. Mientras tanto, la tragedia de Messi —como la de Federer— no llega a satisfacernos como espectadores. Si no hay títulos, que haya drama, panfleto, puntos de quiebre. ¡Queremos más sangre, Lionel! Queremos lágrimas, épica, gritos a la madrugada.  

Cuando Messi cumpla 34 años, su contrato laboral con el Barcelona llegará a su término. Me gustaría que jugara en Newells, o en cualquier otro club, pero si tuviera que apostar diría que se va a quedar en el Barcelona. La única forma de que vuelva a Newells es que le agarre una especie de crisis de la mediana edad: Soy Lionel Messi, pero también me voy a morir, una doble muerte, primero como futbolista, después como persona; es cierto, tengo a mis hijos, pero quiero hacer cosas nuevas, experimentar, yo también quiero sentirme vivo. 

¡Queremos más sangre, Lionel! Queremos lágrimas, épica, gritos a la madrugada. 

Es necesaria una crisis de este calibre para que alguien como Messi se exponga a la vorágine que significaría jugar en el campeonato argentino. No es del todo imposible: ha habido decisiones más irracionales en la historia de las crisis de la mediana edad. Aunque también es cierto que Messi pareciera tener una capacidad jedi para dominar sus impulsos. Los hinchas de Newells deberían contratar un escuadrón de manipulación emocional al estilo de Los simuladores para que ya se pongan a trabajar. Quizá haga falta que los domingos por la noche le pasen ese tipo de películas que se promocionan como “un canto a la vida”: El gran pez y La sociedad de los poetas muertos y esa de los viejos que se están muriendo de cáncer y se escapan para tirarse en paracaídas y cumplir sus últimos deseos. Quizá haga falta que lo hagan dudar sobre la existencia de Dios. Que alguien cercano le coma la oreja: Seis meses de locura en Newells y después te volvés para tu casa, podés dejar a tu familia allá, ya lo hiciste a la ida de tu carrera, lo podés hacer a la vuelta, son seis meses, pueden viajar cada quince días, para tus hijos va a ser una experiencia positiva verte volver a tus raíces, sabés a la cantidad de personas que harías feliz, todos los que te vieron crecer, qué alegría, y no solo para ellos, para todos los argentinos, salvo los de Rosario Central, pero eso también tiene lo suyo, si querés dejalo para después del Mundial, cuando quedemos afuera en cuartos contra Alemania y no te quede ninguna zanahoria por delante, y si llegamos a ganar el Mundial, ¿te imaginas la fiesta que te harían en cada cancha? Son seis meses, Leo, después volvés a tu vida normal. Dicen los gurús de la India, y creo que también está en los santos Evangelios, que antes de morir uno solo se arrepiente de las cosas que no hizo.

Cuando Messi tiene 30 años, el diario As de España publica una nota titulada: “El tatuaje más realista de Messi lo luce una señora de cincuenta y cuatro años”. En una foto se la puede ver entrando al mar de espaldas: luce una malla negra de una pieza y en su omóplato izquierdo el tatuaje de Messi. Dice la señora: “Mi hijo me transmitió el amor por Messi y ahora creo que yo soy más fanática que él. El día que lo vi llorando en el Mundial, sentadito solo y llorando, ahí me decidí a tatuármelo. Sabía que al otro día su propio pueblo lo iba a matar y me lo tatué. Yo quiero a la persona, a él, no al futbolista”.

Son seis meses, Leo, después volvés a tu vida normal. Dicen los gurús de la India, y creo que también está en los santos Evangelios, que antes de morir uno solo se arrepiente de las cosas que no hizo.

Cuando Messi tenga 35 años, seguramente juegue su último Mundial. Muchos futbolistas dicen que mientras suena el himno antes de un partido importante les pasa por la cabeza “la película de su vida”: un repaso de todas las cosas y personas importantes que pasaron para que ellos pudieran llegar hasta ahí. En el momento del himno argentino, el director se detendrá sobre Messi más que sobre ningún otro. La cámara se acercará como si quisiera meterse dentro de su cabeza. Le miraremos los ojos y los labios en pantallas gigantes.     

Cuando Messi es muy joven, o tal vez aún no había nacido, la periodista Ana Inés Larré Borges le pregunta al escritor Juan José Saer, también santafesino, si no le teme al hermetismo en su obra. Su respuesta es la siguiente: “No. Yo no lo hago por capricho, para dejar al lector fuera, sino porque así percibo el mundo. Mi hermano murió hace tres años y le juro que hay cosas que nunca supe de él”.

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