Relatto | El cuento de la realidad
Relatto | El cuento de la realidad

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Los secretos tienen forma de espiral. El primer recuerdo que tengo de la cicatriz de mi padre fue a mis ocho años. Era vertical y ocupaba la mayor parte de su panza. Irregular a la vez que recta, tenía las marcas de un gancho, como si la piel hubiera sido fracturada con la fuerza de una garra. No me acuerdo si en ese momento le pregunté qué era, pero sí que me contó el primer dato de esta historia. Primero, como una advertencia o adelanto de lo que venía, me dijo que era un superhéroe que venía de un planeta llamado Majón. Después, que le pegaron un tiro cuando tenía doce años. 

Unos años más tarde, yo debería tener diez u once años, me contó que la misma persona que le pegó el tiro a sus doce años en Mendoza, también lo había secuestrado en un supermercado para jugar a la ruleta rusa con él. 

Cuando tenía catorce volvimos a hablar del tema. Ese año me dio a entender que la razón por la que lo quisieron matar se debía a que mi abuelo era sindicalista y tenía muchos enemigos. 

A mis veinte fuimos a Mendoza para visitar a su madre, mi abuela. Un día se le ocurrió llevarme de paseo por las calles que transitaba en su infancia. En un esquina de Godoy Cruz se paró y me dijo que ese era el lugar en donde el loquito le pegó un tiro, y que en realidad era un amigo de la familia. 

Varios años más tarde volvimos a hablar de su cicatriz y me contó que el loquito era su entrenador de fútbol y el amante de mi abuela, pero que prefería no ahondar. 

Este último verano le pregunté si podíamos pactar una entrevista para conocer la historia completa. Acá, sus recuerdos:   

1.   

Ese momento trae muchas cosas, antes habían pasado cosas. El hombre que me pegó el balazo a mí era el director técnico del equipo de fútbol en donde yo jugaba. 

Antes hubo amenazas y una vez vino a casa cuando no había nadie, estaba yo solo y me puso una pistola en la cabeza. Después apareció tu abuela y yo me le colgué al mae y le empecé a pegar. Recuerdo patente que lo empecé a golpear, a golpear, a golpear, a golpear y le salía sangre de las orejas. Yo le daba, y le daba, y le daba. Yo, obviamente, estaría asustado, ¿no?

(Mi padre dice “mae” porque vive en Costa Rica hace veinte años, un equivalente al “tipo” de Argentina).

Varios años más tarde volvimos a hablar de su cicatriz y me contó que el loquito era su entrenador de fútbol y el amante de mi abuela, pero que prefería no ahondar.  

2.          

Creo que la relación se explotó por otro lado. Yo no tenía nada que ver con ese problema. Ese es un problema que explotó por otro lado. Después lo entendí cuando empecé a observar todo y a atar todos los hilos. Acá viene lo pesado: él tuvo una historia con tu abuela. Eso no lo sabías.

(Le respondo que sí, que me lo había contado años atrás, a cuenta gotas, como me narraba siempre esta historia).

 Entonces empieza toda una historia rara alrededor, como estas amenazas y todo esto, donde no entiendo nada porque yo estaba afuera y no entendía al principio por qué, hasta que observé algunas cosas y me di cuenta.

3.          

Tu abuela seguía casada con mi papá.

(Cuando hablamos de mi abuelo con mi padre, siempre lo menciono como “tu papá”, porque no conocí a mi abuelo y me incomoda llamarlo así).

Una vez los vi a los dos. Por eso te digo, yo esas cosas nunca las conté. Antes de todo esto no pasaba nada. Yo jugaba al fútbol lo más tranquilo. 

 4.          

¿Cómo no me voy a acordar? Te digo nombre, todo. Le decían Pochoco. Se llamaba Pizarro. Era el mejor club de baby fútbol de Mendoza donde jugábamos los mejores niños, los más buenos. Recolectaban chicos por todo Mendoza para jugar. Se llamaba La Gomería 37. La que lo sponsoreaba era una gomería, de gomas de camiones y eso. A mí me vieron jugar y fui. Después me enteré que estaba toda esta historia cuando se empieza a entrelazar todo y bueno. Y después de esa amenaza que vino con el arma, todo eso, mi papá se entera. 

Padre de la autora, de niño, junto a sus compañeros del equipo de fútbol.

 5.          

Nada, nunca supe qué pedía en la amenaza. Me amenazaba a mí, pero el problema era con ella y se notaba que el tipo como venganza se agarraba conmigo. Yo no tenía nada que ver. Era un chivo expiatorio. El boludito que salió perdiendo era yo. Después tengo recuerdos que cuando vino esa vez, yo no sé cómo se enteró mi papá, no sé bien si se lo dijo mi mamá o qué, pero se enteró. Yo no decía nada porque al haber visto lo que pasaba entre ellos, al haberlos visto a los dos juntos, no quise decir nada, porque ¿qué iba a decir? No podía.

 6.          

Yo los encontré en la habitación.

 7.          

Once tenía, cumplo doce en el hospital.

8.          

Nunca dije nada a nadie. La primera persona a la que le dije es a vos. 

 9.          

Pasaron años y todavía me acuerdo. Cuando vos habías nacido, más o menos en esa época, una vez la agarré a tu abuela y le dije. Me enojé mucho con ella y le dije: “Nunca me hablaron ¿Por qué nunca me hablaron y me explicaron lo que pasó y por qué me hicieron lo que me hicieron?”, tratando de darle la oportunidad de que hable. Mi papá tampoco vino y me dijo “Mira, Betto, todo esto que pasó, pasó por tal motivo”. Nadie me vino a hablar a mí. Yo se lo dije a ella y no me habló, no me dijo nada. Nunca quiso hablar conmigo. Y yo sé que su situación conmigo, ese favoritismo hacia mí, es una culpa enorme. Cosa que tu tía no sabe y yo nunca voy a hablar de eso, ¿no?

Recuerdo patente que lo empecé a golpear, a golpear, a golpear, a golpear y le salía sangre de las orejas. Yo le daba, y le daba, y le daba. 

10.        

Todo lo que yo puedo saber es todo lo que yo vi, todo lo que yo sufrí en persona. Conmigo jamás habló nadie. Tampoco me dieron apoyo psicológico. Yo no los culpo. Yo sé bien que quedaron muy mal. También fue parte de que después ellos terminaron separándose y todo eso tuvo que ver. Yo tenía diecisiete años y mi papá un día me dijo que todo este desastre se armó por mi culpa. Yo no tenía ni idea, todo lo contrario. Pero bueno, son cosas duras. 

11.        

Después de que me amenaza con la pistola el día que yo le pego al tipo y se va, yo, a los dos, tres días, me entero por el barrio que mi papá lo agarra y lo va a buscar. Lo caga a trompadas delante de toda la gente. 

12.        

Yo tenía una edad en la que no hablaban conmigo. No me decían nada.

13.        

Sí, y bueno. Después de ese día se queda todo muy loco. Una energía muy fea y después pasa lo que pasa: voy con mi mamá al almacén, que estaba cerca de casa, con el Fiat 600. Y cuando vamos a bajar al almacén aparece este mae, nos empuja y nos mete a los dos dentro del carro. Y nos vamos para un lugar un poco más lejos.

(Dentro de su léxico tico, también usa la palabra “carro”). 

14.        

Y ya no tengo recuerdo de lo que hablábamos, la verdad no, no puedo recordar eso. No recuerdo lo que se habló ahí. Seguramente estaba un poco shockeado. Sé que se baja del auto, me pone la pistola en la cabeza y la abuela le pega en la mano. No sale la bala, parece que no sale la bala. Se me escapó una cosa, ahora te lo cuento. Ahí me pega en el estómago. Yo estaba sentado dentro del carro, me lo pegó así, a un metro de distancia. 

Un retrato de infancia.

15.        

Estábamos en un lugar descampado, como en un campito. Él se baja del auto y saca el arma. Me la pone en la cabeza. La abuela tira el manotazo como para pegarle, entonces él baja el brazo y me dispara al bulto. Ahí me pega, acá en el estómago, pero más arriba, a un centímetro del corazón.

16.        

Me pega, pum. Yo estaba en el asiento de atrás.

(El momento siempre me lo imaginé en la calle, los tres parados y un auto cerca, estacionado, con todas las puertas abiertas).

17.        

 Se da vuelta y se pega un tiro en la cabeza.

18.        

Le salía espuma por la boca.

19.        

Y ya ahí recuerdo un poco eso, pero ya entro en mí. Entro en la sensación, la sensación de fuego primero. No entender. Pasó fuego dentro mío, como un hierro caliente. Una bala es igual. Y me tocaba y me miraba la sangre. No lo entendía. No entendía lo que pasaba. Ahí pasó un carro, tu abuela lo paró y me subió. Y me llevaron, pero ella no vino conmigo. 

20.        

Creo que no. Yo fui solo al hospital, después llega ella. 

Me sube una familia a su auto y me llevan al hospital. En el hospital una de las anécdotas es que el boludo que me saca la radiografía me dice: “Quedate tranquilo, acá está la bala”, y me muestra que tengo la bala adentro. 

(Esta parte la cuenta indignado. Y es cierto, un niño no tiene que saber que tiene una bala adentro).

21.        

En la sala de operaciones había muchas luces y mucho calor. Después no recuerdo más nada. 

22.        

Nunca me explicó. Por eso me enojé con ella. Durante muchos años de mi vida yo estuve enojado.  

23.        

Es largo. Después hay un juicio. Él queda vivo. 

24.        

Claro. Y después de un año y medio un juicio como en las películas. Tenía que ir a declarar, todo. Me pedían que yo contara qué me acordaba, qué decía. Cuando entraba a declarar, justo me lo crucé a él que lo sacaban de cuando había ido a atestiguar.

Me dicen, si queres lo metemos ahí adentro y lo cagás a trompadas. Lo escupís, le pegas. 

25.        

Trece tenía ahí.

26.        

Y otra cosa grave, gravísima es que me quiso violar la vez que vino con el arma. Eso no se lo conté nunca a nadie. Yo era un niño pero igual lo cagué a trompadas. Ese mismo día me disparó dos veces a la cabeza y no salió la bala.

27.        

Nunca entendí nada. 

28.        

Bueno, y después sucedió el juicio. Yo declaraba solo. No estaba la abuela. 

29.        

Después le dieron cinco años y medio de cárcel nada más, porque no me mató. 

30.        

No, que yo sepa no salió nunca. Hay muchas historias.

 31.        

Una de las tantas que circulaban era que lo mandó a matar Rolando.

(su padre, mi abuelo)

Era pesado, una persona poderosa. Yo tenía guardaespaldas.

Cuando entraba a declarar, justo me lo crucé a él que lo sacaban de cuando había ido a atestiguar. Me dicen, si queres lo metemos ahí adentro y lo cagás a trompadas. Lo escupís, le pegas. 

32.        

Me ha contado gente de Mendoza. Después, cuando murió mi papá vino gente de aquella vieja época a contarme, de la vieja guardia.

 33.        

Después de todo lo que pasó nos fuimos de Mendoza para protección mía. Cuando pasaran esos cinco años de cárcel yo iba a tener diecisiete y no querían que en ese caso yo estuviera ahí. Y cuando estoy en Buenos Aires, después de un año y medio, un día mi hermana estaba en la esquina de la casa, vivíamos en Flores. Un día mi hermana entra llorando y dice que una mujer le mandó saludos para su hermano, de parte de Pochoco. Yo empecé a salir armado a la calle, con navajas y esas cosas. 

Una locura, pero después nunca pasó nada, no sé, no sé, mi hermana, es complicado, es muy fantasiosa. Yo no sé, pero ella lo dijo.

Foto de familia en la playa.

34.        

En un momento, por buena conducta, empezó a salir los fines de semana. 

35.        

Después lo pasé muy mal en Mendoza. Hablaban de todo. De toda la historia. Era como un pueblo. Para mí era difícil, fue muy difícil estar en equilibrio.

36.        

A mí esto me lo hacen el 10 de enero del 72. El titular decía “Grave hecho de sangre en Godoy Cruz”. 

37.        

El día anterior, pues a la mañana, vinieron unas gitanas a la casa y tocaron el timbre para pedir algunas cosas. Mi mamá no les dio nada y les dijo: no, no te doy, no te doy, no te doy, no quiero, andate. Le tiraron sal y una maldición. Esto fue uno o dos días antes de que pase esto que entra a mi casa armado. La distancia entre que entra con el arma a mi casa y que me balea es de una semana.  

38.        

Ah, había hecho llamadas también. Pero nunca cuando estaba mi papá, jamás estaba ahí. Él siempre sabía todo. Cuando mi papá estaba trabajando mandaba mensajes a través de personas del barrio. No teníamos teléfono. Mandaba cartas, notas. 

 Y otra cosa grave, gravísima es que me quiso violar la vez que vino con el arma. Eso no se lo conté nunca a nadie. Yo era un niño pero igual lo cagué a trompadas. Ese mismo día me disparó dos veces a la cabeza y no salió la bala.

39.        

Cada vez que sale ese tema en cualquier lado, ella no emite ni el más mínimo sonido ni la más mínima opinión. Se va si puede. Si puede, se va a ir. 

(Mi abuela siempre habló del tema como si fuese una situación ajena).

 La vida fue inteligente porque si yo hubiese guardado rencor, ya no sé. Ya no se va a hablar porque como ella está grande y con todos los problemas que tiene, no le voy a decir eso ahora. Nunca me lo quiso explicar. Ya puede que se vaya con eso. Ya no me va a cambiar nada en la vida, ¿no? Después de esto, durante un año más o menos, o dos meses, se le movió todo. Quedó con tics en la cara. 

40.        

Yo siempre estuve como enojado. Un poco con ellos, más con ella obviamente. Por eso cuando se separan yo me voy a vivir con mi papá, claro. 

41.        

No tengo un recuerdo de mi hermana visitándome. Me acuerdo del hospital. Sé que estuvieron como ocho horas, yo estuve ocho horas en el quirófano.

Cuando salió el doctor, me acuerdo el nombre: doctor Vivante, cirujano. Salió y le dijo a la abuela que no podían hacer más nada. Que tenía destrozados los intestinos, tenía más de veinte huecos en los intestinos y que se deshacían. Le dijo “vaya y rece. Dios dirá.” Eso me lo contó ella, lo único que me contó.

42.        

Más de un mes estuve internado. A los diez días se produjo una infección. Viene el doctor, corre. Vienen los enfermeros, el médico. Me pusieron una almohada acá en la cara, me apretaron y me abrieron la herida sin anestesia, me tuvieron que abrir porque no me podían anestesiar. Venía de una anestesia muy larga, pero el riesgo era grande y me abrieron así, a pelo. Por la infección me tenían que abrir. Sino me moría. Ahí me desmayé. Tengo el recuerdo de un dolor y me desmayé. Estuve un tiempo más, después salí y después al año me volvieron a operar porque los intestinos se hicieron como una manguera, se quebraron. No estaban bien acomodados, entonces se bloquearon.

43.        

Pero era niño y los niños se recuperan rápido. A parte siempre fui fuerte entonces me recuperaba rápido. Estoy vivo. Pero me trajo problemas, por ejemplo en la columna, me tuvieron que cortar músculos.

44.        

Tres años fue mi entrenador. Hay recortes en el diario de los campeonatos que nosotros jugábamos. Estoy yo en el equipo y dice “Gomería 37 volvió a ganar el torneo infantil del Gran Mendoza” y ahí estoy paradito con la camisetita, todos abrazados, así. Él era el técnico de ese equipo.  

45.        

Quizás ahora, al despertar esto dentro mío, me van a venir pensamientos y si me vienen algunos recuerdos, te los digo. Porque seguramente voy a entrar en la memoria.

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