Relatto | El cuento de la realidad
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Brasilia tiene sólo 61 años de historia. Una historia que nació de dos sueños. Un sueño del sacerdote Don Bosco, patrón católico de la ciudad y otro del entonces presidente Juscelino Kubitschek (JK), quien en 1960 inauguró la nueva capital. Esta ciudad, un pequeño cuadrado en medio de Brasil, está hecha de ilusiones. Muchos de los que vinieron aquí buscaban una nueva vida. Una vida de proyectos que maduran y se hacen realidad. Uno de esos proyectos era el de Cabral. Pero no de aquel Cabral que descubrió Brasil, sino de Cláudio Cabral da Silva, de 60 años, comerciante que descubrió su propósito no planeado en una ciudad completamente planeada: Brasilia. Más específicamente en la Región Administrativa de Taguatinga.

Esta ciudad, un pequeño cuadrado en medio de Brasil, está hecha de ilusiones. Muchos de los que vinieron aquí buscaban una nueva vida.

Cabral es de Río de Janeiro, nació y creció allí en el suburbio de nombre Padre Miguel. Era soldado, sirvió en la Marina de Brasil durante años. Después de un tiempo decidió que quería trabajar en el comercio en su ciudad, la del famoso Cristo Redentor. Sin embargo, los miembros de su familia habían decidido mudarse Río de Janeiro a la región de  Planalto Central, donde queda Brasilia (Distrito Federal)  Algo a lo que él, en ese momento, no le dio mucha importancia.

Cláudio Cabral da Silva, de 60 años, comerciante de la Región Administrativa de Taguatinga.

En 1984, cuando su padre tuvo complicaciones por una enfermedad cardíaca, Cabral tuvo que dejar todo atrás y mudarse al Distrito Federal para ayudar a la familia. Se sentía muy diferente al principio: observaba que todo estaba todo muy organizado, planificado, con los mismos edificios por todas partes. Extrañaba el calor humano de Río. “¿Qué voy a hacer ahora?”, pensaba el exsoldado. Pero su hermano, más experimentado en la plaza, le dijo que conocía un vecindario que se parecía mucho a los de Río: “Un pequeño gran pueblo. Porque en realidad no es un barrio”.

El problema es que Cabral estaba un poco confundido. “¿Cómo es que la capital de Brasil no tiene barrios?”.  Con cierta razón, debido a que en Brasilia todo está dividido por regiones administrativas (tiene 33 de ellas).  Pero su hermano le dijo con orgullo: “Es Taguatinga. La Región Administrativa (AR) III. Fue fundada incluso antes de la inauguración de Brasilia, ¿sabes? Te la presentaré”.

A Cabral le encantó. Y como él mismo dijo “Tiene calor humano. La gente se conoce. Es una AR que parece un barrio rural. Hasta se parece a Padre Miguel”. Con la maleta hecha se mudó a Taguatinga y allí abrió dos bares. No hay quién hubiera vivido en los alrededores, en la década de los ochenta, que no conociera el Transas Drink o el Flórida Bar. El ahora empresario ya tenía una familia en el barrio.

 “Yo ya tenía más de diez años de experiencia en pequeños negocios, pero necesitaba un lugar que tuviera un tiempo en abrir y cerrar”, me contó en una relajada conversación.

Cabral es de Río de Janeiro, nació y creció allí en el suburbio de nombre Padre Miguel. Era soldado, sirvió en la Marina de Brasil durante años.

Fue así como en 1997, en una tienda del centro de Taguatinga, vislumbró el éxito. Abrió una distribuidora de bebidas que también es una minitienda de conveniencia llamada Gelart. Los productos que vende incluyen Coca-Cola, refrescos, cervezas, licores, dulces, productos de higiene, productos de limpieza, fideos instantáneos, en fin... ¡Lo tiene todo! Y, según él, así se pensó desde el principio, para que el barrio estuviera mejor abastecido. Los que viven cerca nunca necesitan tomar un auto para ir a un gran mercado. Solo hay que ir allí y preguntar: “¡Oye, Cabral! Me buscas una botella de aceite, por favor. Estoy haciendo una receta, pero se acabó en casa”.

En medio de varios descansos que Cabral se toma para  saludar a los transeúntes y clientes fieles, me comenta que, desde la apertura de su pequeña tienda, el servicio de entrega fue su gran diferencial. Para entenderlo hay que imaginarse el año de 1997, en una región alejada del centro, una época en la que muy pocos sabían lo que era la "entrega a domicilio". Fue en una de esas llamadas por un domicilio cuando conocí a Claudio Cabral.

Los que viven cerca nunca necesitan tomar un auto para ir a un gran mercado. Solo hay que ir allí y preguntar: “¡Oye, Cabral! Me buscas una botella de aceite, por favor. Estoy haciendo una receta, pero se acabó en casa”.

Me mudé a Taguatinga a mediados de 2020. Debido a la caída de la economía brasileña y a mi declive financiero, tuve que trasladarme a la famosa AR III. Sí, a ese mismo calor humano. Llegué a la casa de mis difuntos abuelos, quienes habían comprado la propiedad a finales de los 80. Los herederos me dijeron “Te va a encantar Taguatinga”. 

Yo tenía mis dudas, porque siempre viví en el centro de Brasilia, donde tienen pequeños departamentos y amplias avenidas. Pero vine y me encantó. Con el tiempo llegué a conocer las tiendas y los comerciantes.

Con una población de 250 mil habitantes, la querida AR III, Taguatinga, cuenta con más de once mil establecimientos comerciales y una avenida exclusiva para este sector, la Avenida Comercial. Pero, entre estos once mil lugares, ¿cuál me interesó? ¡El distribuidor de bebidas que está a la vuelta de la esquina de mi casa! Necesité comprar algunas cosas, pero el mercado estaba cerrado. Busqué en Google un lugar que hiciera entregas a domicilio en este momento, y  en la búsqueda apareció Gelart.

Fue así como en 1997, en una tienda del centro de Taguatinga, vislumbró el éxito. Es una distribuidora de bebidas que también es una minitienda llamada Gelart.

Cabral —a quien yo no conocía hasta ese momento— me respondió amablemente. Tomó mi pedido y en menos de cinco minutos uno de sus empleados estaba golpeando en mi puerta.

Pasaron las semanas, los meses, y me volví cada vez más fiel a “Gelart” y a Cabral, con quien ya intercambiaba algunas pequeñas conversaciones. Un día, cuando yo pasaba a toda prisa frente al negocio, me preguntó: “Dijiste que estás viviendo en la casa de tus abuelos. ¿Qué número es?”. “Vivo al lado, Cabral. En la casa 13”, respondí sin entender. Arqueó una sonrisa en la comisura de su boca y me dijo que había conocido a mis abuelos. Al parecer eran buenos clientes de “Gelart” a finales de los 90. Se hicieron amigos, como muchos clientes del establecimiento. "Pero me hice muy buen amigo de tu tío", agregó. 

Me dijo que la amistad había sido tan fuerte que mi tío (ya fallecido) incluso lo convenció de comprar una casa en Bahía, al noreste del país, donde mi familia pasaba sus vacaciones. El carioca, que ahora se considera “taguatinguense”, lo recuerda con mucho afecto. 

Con una población de 250 mil habitantes, la querida AR III, Taguatinga, cuenta con más de once mil establecimientos comerciales y una avenida exclusiva para este sector, la Avenida Comercial.

Es a base de muchas amistades, respeto y cariño que Gelart vive hoy, 25 años después. El establecimiento, con una ubicación privilegiada, fue uno de los primeros distribuidores de bebidas en Taguatinga, inaugurado en pleno apogeo de la AR III.  Son esos clientes leales los que hacen que Cabral siga firme y fuerte construyendo su sueño. “Tengo clientes que se han convertido en amigos, casi hermanos, a los que conocí temprano”, recuerda emocionado. Dice que “gira y se mueve”, lo invitan a asados, fiestas de cumpleaños y, recientemente, se convirtió en padrino del hijo de un cliente. No hay dudas: Cabral es conocido, reconocido y amado por Taguatinga.

Tiene dos hijos, todos nacidos y criados en AR. Tainá tiene 30 años, es licenciada en enfermería. Cláudio Junior, de 27 años, estudia medicina. Todos los estudios fueron pagados con los ingresos de su pequeño pero famoso negocio. 

Me dice que cuando sus hijos hablan de él con sus amigos, estos les comentan: “¡No puedo creerlo! Es muy buen amigo de mi padre o de mi madre”. Y sonriendo agrega: “Mis hijos conocen a todos por aquí. Yo también. Espero que hablen bien de mí”. 

Mientras conversamos de las oportunidades que tienen los pequeños comercios de Taguatinga, Cabral se toma un respiro para prestar atención a unos clientes que se encuentran en la puerta del establecimiento, cerrado por una reja a causa de la pandemia. Según él, “todos muy considerados”.

La tienda de Cabral está ubicada a pocos metros de la estación Praça do Relógio.

“Cabralzão”, ahora lo llamo así, nunca quiso poner mesas en su negocio. Le pregunté el por qué. “Considero esto como una minitienda de comestibles. Vendo de todo, pero valoro mucho el respeto. No quiero molestar a los vecinos. No dejo que nadie estacione el auto con el audio muy alto. Es mi barrio, considerémoslo así, y así como ellos me respetan, yo también los respeto a ellos”.

En Brasilia y, por supuesto, en todo Brasil, es muy común ver establecimientos con el televisor encendido mostrando todos los partidos de fútbol, no importa si son de las series A, B, C, D o internacionales. Pero, Cabral piensa que esto puede molestar al vecindario. “La televisión aquí es solo cada cuatro años... En la Copa del Mundo”, dice entre risas.

Es que Taguatinga tiene sus líos, pero él no quiere eso. La tienda de Cabral está ubicada a pocos metros de la estación Praça do Relógio, que alguna vez fue sede de ferias culturales, fiestas de junio, picnics y reuniones familiares. Lamentablemente, hoy reúne puntos de prostitución y narcotráfico. Cabral dice que tiene la esperanza de que todo vuelva a ser como antes.

Vendo de todo, pero valoro mucho el respeto. No quiero molestar a los vecinos. No dejo que nadie estacione el auto con el audio muy alto. Es mi barrio, considerémoslo así, y así como ellos me respetan, yo también los respeto a ellos”.

Él asume su rol como vecino y trabajador de Taguatinga: “Siempre que hay una reunión de la administración de Taguatinga, yo voy. Digo todo lo que necesito decir. Quiero que esta región sea más segura, donde las familias puedan divertirse. El centro de Taguatinga es privilegiado, pero la administración de la región nos está fallando a nosotros, a los vecinos y a los comerciantes”.

Dejando de lado sus preocupaciones, Cabral dice que está satisfecho. Así como el presidente Juscelino Kubitschek cumplió su sueño al inagurar Brasilia, Cabral, que venía de los suburbios de Rio de Janeiro, también logró cumplir el suyo, aquí en Taguatinga. Quién diría que detrás de una llamada para un pedido a domicilio habría tanta historia.



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