Era viernes y el bucle del hábito me estaba llevando a la ruina cuando encontré entre unos textos guardados una crónica salvadora.
Antes de contar cómo terminó aquel viernes, aclaro que el bucle del hábito es la figura que usa la ciencia para explicar el mecanismo de compensación que activa el cerebro, por ejemplo, al finalizar la rutina del día, después de hacer algo sin ganas, o cuando se siente ansiedad o angustia. Para esos momentos, el cerebro tiene identificada una recompensa y como es el órgano que más energía consume, y busca ahorrarla, repite el mismo esquema una y otra vez. En mi caso, el premio consiste en devorar algo rico y calórico. Nada original.
Una encuesta realizada en treinta países por la consultora Ipsos Mori con sede en Londres reveló que durante la pandemia los argentinos, chilenos y brasileros fueron los que más subieron de peso, además de ubicarse también entre los primeros cinco países que más aumentaron su consumo de alcohol. Otro informe local publicado por la Sociedad Argentina de Nutrición dice que seis de cada diez encuestados engordó durante la pandemia y que el 69,2% de los más de cinco mil casos confirmó que comía en exceso al sentir una o más de estas seis emociones negativas: ansiedad, el 50,6%; aburrimiento, el 39,6%; tristeza, el 8,4%; enojo, el 7,4%; cansancio, el 7% y soledad, el 5,2%.
En cuanto a las mujeres de más de cincuenta años, estudios sobre las consecuencias de la menopausia y posmenopausia, demuestran que el desequilibrio hormonal provoca este tipo de emociones negativas en seis de cada diez mujeres, algo que a su vez impacta en el aumento persistente del peso que afecta a más de la mitad en esta etapa de la vida. En síntesis, pandemia y menopausia son una combinación perfecta para que el bucle del hábito se reproduzca al ritmo que se ensancha el contorno de la cadera y cintura. La única posibilidad para intentar romper ese círculo vicioso es re-educar al cerebro, entrenarlo para que asocie la recompensa a un nuevo premio, es decir que adopte un nuevo hábito.
En síntesis, pandemia y menopausia son una combinación perfecta para que el bucle del hábito se reproduzca al ritmo que se ensancha el contorno de la cadera y cintura.
Intenté con algunas recomendaciones que no dieron resultado, como tomar un baño de inmersión con sales relajantes, hacer una caminata por sitios arbolados, escuchar música, meditar. Así que ese viernes, después de comer cuanta porquería encontraba, intenté distraer al rulo con textos que guardo en una carpeta para esos momentos de lectura aleatoria. La crónica salvadora que de pronto estaba frente a mí narraba la relación del autor, Nicolás Salvarrey, con la pornografía y daba a conocer que su recompensa consistía en hacerse “una pajita”. Inmediatamente recordé una entrevista que hace poco le hice a una chamana, una guía espiritual que vive en Córdoba y viaja con su auto destartalado por capitales y pequeños pueblos del interior dictando un curso para mujeres llamado "Clítoris. 28 días de orgásmica presencia". La entrevista se había enfocado en la experiencia con mujeres de más de cincuenta años y después de varias horas de charla, la guía espiritual me envió un acceso gratuito al sitio donde se desarrolla el taller guiado. No había activado el link hasta ese viernes en que me topé con la crónica de Salvarrey. Leí el programa armado en torno a preguntas: "¿Qué sabemos de este órgano en nosotras?¿En qué me aporta conocer el poder de mi propio gozo? ¿Cómo hago para que mis orgasmos sean sanadores? ¿Cuáles son los dones de mi vulva?". Luego, escuché el primer audio con las instrucciones para la práctica de exploración que dura 28 días y exige una dedicación de media hora diaria sin interrupciones, en un sitio plácido donde sólo pueden estar presentes el propio cuerpo y un espejo, nada ni nadie más. Después de las tres primeras sesiones soy optimista, creo que mi cerebro empieza a ver un bucle alternativo al final del túnel.