Estoy en un club de lectura, uno de esos grupos donde la gente lee un libro al mes y luego se reúne para hablar sobre él. Justo este mes leímos El club de la pelea, publicado en 1996 y famoso porque años después se hizo película, protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt. En dicha historia, el personaje principal empieza a asistir a grupos de ayuda para enfermos terminales porque llorar mientras siente que va a morir es la única forma que encuentra para combatir el salvaje insomnio del que padece. Asiste entonces a los de leucemia, cáncer y tuberculosis, lo que sea con tal de conciliar el sueño. Luego la trama se complica y es cuando aparecen los grupos de pelea, el vandalismo, las explosiones y todo lo demás, pero ese no es el punto. Lo cierto es que, además de ser una historia de acción, El club de la pelea está repleta de lecciones de vida, de revelaciones. Una de ellas tiene que ver precisamente con la falta de sueño y dice así: “Cuando se padece de insomnio nada parece real. Las cosas se distancian. Todo parece la copia de una copia de otra copia”.
Edward Norton y Brad Pitt en El Club de la Pelea.
Pues eso, que cuando no se duerme bien llega un punto en el que es imposible distinguir entre el sueño y la vigilia. ¿Esa sombra que se mueve en la penumbra de la madrugada es real o un sueño? ¿Ese ruido en el cuarto es madera crujiendo o solo sonó en nuestra cabeza? ¿En medio de la quietud de la habitación es el inconsciente el que produce imágenes sin control, o es que estamos despiertos recordando cosas? ¿Esa luz que se alcanza a colar por los bordes de la cortina es el sol que ya está saliendo o es el faro de la calle? Tantas preguntas, casi todas sin respuestas. Y a diferencia del protagonista de ‘El club de la pelea’, yo no he apelado a actividades como ir a grupos de ayuda, conformar una peña de luchadores o vandalizar la ciudad, si acaso he agarrado la almohada a golpes a ver si así logro dormir, pero, como dice una de mis frases preferidas, "No busques el martillo en la caja de herramientas, la paz en el sillón de orejas, el sueño en la cama, el dinero en la cuenta corriente, ni el sexo en los genitales. No busques la piedad en los beatos, ni la generosidad en los ricos. El amor existe, pero no donde lo buscamos".
Pues eso, que cuando no se duerme bien llega un punto en el que es imposible distinguir entre el sueño y la vigilia. ¿Esa sombra que se mueve en la penumbra de la madrugada es real o un sueño? ¿Ese ruido en el cuarto es madera crujiendo o solo sonó en nuestra cabeza?
Entonces a veces la respuesta a nuestras cuestiones está en donde menos las esperamos, en lugares donde ni por error se nos ocurriría buscar. En el caso de mi insomnio, en un pequeño frasco azul no más alto que mi dedo índice.
Tengo rachas en las que puedo llegar a dormir bien, semanas en donde logro sumar hasta siete horas de seguido, pero nunca más que eso. Siempre ha sido así. Cuando era niño y las preocupaciones y las responsabilidades eran mínimas, mis amigos podían dormir en vacaciones hasta medio día, mientras que yo estaba de pie desde las siete; con sueño, pero incapaz de volverme a acostar. Con los años no solo el número de horas se fue reduciendo, sino que empezó a aparecer el insomnio. Más de una vez he pasado en vela, pero la tendencia dice que me duermo a eso de la medianoche, me despierto a las tres de la mañana y me quedo despierto hasta las siete u ocho, para dormir luego un par de horas más. Es decir, cada noche suelo descansar no más de cinco o seis horas, pero de forma interrumpida en jornadas que en total suman diez horas, solo la mitad de ellas durmiendo. Así, al día siguiente empiezo la jornada tarde y cansado, con ganas pero sin tiempo para irme a la cama y recuperar las horas perdidas.
Salvo valeriana, nunca había tomado algo para el insomnio, básicamente porque no me gusta meterle cosas al cuerpo. Y aunque descansar en la noche no es un tema menor, como lo veo yo empiezas con unas gotas y terminas cogiéndole el gusto a las ayudas externas, ingiriendo sustancias o pastillas para cada dolencia, una línea que prefiero no cruzar. Sin embargo, decidí probar el contenido de ese pequeño frasco azul del que ya hablé: 30 mililitros de gotas de CBD, uno de los principales componentes de la planta de marihuana.
Tengo rachas en las que puedo llegar a dormir bien, semanas en donde logro sumar hasta siete horas de seguido, pero nunca más que eso. / Foto: Daniela Ariza.
Es preferible llamarle ‘Cannabis’, me aconsejan, y lo entiendo dado el estigma que tiene la marihuana, tema que no deja de sorprenderme. Digo, pleno siglo XXI, el mundo en constante cambio, y para muchos decir marihuana es como citar al diablo. Hay estudios que aseguran que la planta se empezó a cultivar hace doce mil años. Es decir, toda la vida ha estado entre nosotros en diferentes formas y con diferentes fines, y aún hay gente que la mira con recelo. Cannabis será entonces, aunque la expresión ‘Marihuana medicinal’ no me disgusta para nada, suena más natural y casual, menos científica y acartonada.
¿Cómo llegué entonces al mencionado frasco azul? Por necesidad y con algo de desconfianza, debo reconocerlo. Zerenia se llama la clínica que la prescribe; de hecho, no es solo una clínica de cannabis medicinal, sino que tiene dicha sustancia como uno de los muchos servicios que ofrece y que incluyen tratamientos de salud mental, neurología y cuidados paliativos contra el dolor crónico y otras dolencias. Fue en Zerenia donde hicieron la primera prescripción legal de cannabis medicinal en Colombia en marzo de 2020, justo antes de la pandemia, y por fuerza de la costumbre y leyes de cuarentena, hoy muchas de sus consultas son virtuales. Tienen allá líneas de teléfono y números de Whatsapp donde atienden y plataformas donde los doctores ven a sus pacientes. Quien quiera ir presencial a una de sus clínicas, puede hacerlo, pero ya es cuestión de cada quien elegir. Cuatro años después de haber sido fundada, hoy Zerenia cuenta con más de ciento cincuenta empleados, ha atendido a más de veinticinco mil personas, cuenta con sedes en ocho ciudades de Colombia, acaba de abrir otra en Lima, Perú, y además, Khiron, la empresa inversionista que está detrás de todo esto, cotiza en la bolsa de valores de Toronto.
Cuatro años después de haber sido fundada, hoy la Clínica Zerenia cuenta con más de ciento cincuenta empleados, ha atendido a más de veinticinco mil personas, cuenta con sedes en ocho ciudades de Colombia, acaba de abrir otra en Lima, Perú. / Cortesía Zerenia.
Yo elegí la consulta virtual, y tras media hora de charla con el doctor, me mandaron en cuestión de días la fórmula magistral de acuerdo a mi diagnóstico. Dos frascos azules acompañados de la receta y de cuatro jeringas porque las gotas se aplican debajo de la lengua unos veinte minutos después del desayuno y la comida. Eso sí, el proceso no se empieza hasta haber tenido una asesoría sobre el uso del producto, al fin y al cabo es un tratamiento médico. Y este punto es clave: gotas de marihuana se encuentran en todo lado y se pueden usar a discreción, pero en términos de seguridad y efectividad es mejor consumir un producto de confianza y solo en la forma en que la gente que sabe del asunto lo indique.
Mis frascos eran de gotas de CDB, ya lo he dicho, que son las siglas del cannabidiol, efectivo para tratar diversos síntomas. Entre un 60 y un 80 por ciento de las personas que acuden a ellas lo hacen por diferentes variantes de dolor crónico, pero también funcionan en casos de ansiedad, falta de sueño, depresión, en algunos casos de epilepsia e incluso en efectos secundarios que sufren los pacientes oncológicos. Insomnio es lo mío, así que, haciendo caso a la receta, empecé con pequeñas dosis de 0,2 mililitros tanto en la mañana como en la noche, cantidad que fue variando cada tres días, siempre al alza. Así, al final del tratamiento llegué a consumir 0,5 mililitros en la mañana y 1,5 en la noche.
Cannabis será entonces, aunque la expresión ‘Marihuana medicinal’ no me disgusta para nada, suena más natural y casual, menos científica y acartonada.
¿Miedos? Ninguno, se trata de productos seguros y bien manufacturados, con su respectiva aprobación, así que con un uso responsable no hay nada que temer. ¿Lo más difícil? Recordar tomárselos y ser disciplinado. A veces uno come afuera, o no alcanza a desayunar, o desayuna y se le pasa aplicarse las gotas. También ocurre que cuesta quedarse con ellas durante un rato debajo de la lengua, o medir bien la dosis correspondiente al día. Todo esto es causado por la falta de costumbre principalmente, cosa que pronto se domina sin problemas. No tenía miedo de ‘trabarme’, como dicen en la calle, porque tenía claro que lo que consumía era CBD, no THC, siglas del Tetrahidrocannabinol, el otro componente mayoritario de la marihuana y responsable de causar tal sensación. Incluso, de haberlo consumido bajo la supervisión de Zerenia no habría sido problema, ya que en la fórmula correcta no causa tales efectos sicoactivos y más bien calma muchas dolencias.
A mí lo que más me preocupaba era ver los resultados, si el tratamiento iba a surtir efecto y cuánto tardaría en sentirlo. Para mi fortuna, fue relativamente rápido, más no inmediato. No es que el primer día tomara las dos dosis de rigor y en la noche durmiera como bebé, pero estuvo cerca. Puedo decir que le metí buena onda, convencido de lo que estaba haciendo, y que me sugestioné a que tarde o temprano la cosa iba a funcionar. Podía no pasar porque la vida no se trata solo de ‘meterle energía positiva’, pero no tenía nada que perder.
¿Miedos? Ninguno, se trata de productos seguros y bien manufacturados, con su respectiva aprobación, así que con un uso responsable no hay nada que temer.
Una noche, dos, tres sin cambio, incluso la cuarta, siempre con la misma historia: en vela durante la madrugada hasta las primeras horas de la mañana, y luego un par de horas de sueño, todas aisladas, para poder rendir a medias durante el día. Llegó la quinta y me acosté pensando en que quizá estaba poniéndole demasiada fe al asunto y que había roto mi promesa de no usar mi cuerpo como laboratorio de ensayos. Esa noche tomé la dosis, me acosté al rato, vi televisión y a la media noche, como de costumbre, me quedé dormido. Luego abrí los ojos y, como siempre, la luz se colaba por el borde de la cortina, pero no la de los postes del alumbrado público, sino la del sol de la mañana. Miré el reloj del celular y eran casi las ocho. No podía creer que se me hubiera olvidado lo placentero que era dormir de un tirón, cerrar los ojos con el cansancio de la noche y abrirlos de día, como si en vez de ocho horas hubiesen transcurrido quince minutos.
Zerenia no es solo una clínica de cannabis medicina. Ofrece tratamientos de salud mental, neurología y cuidados paliativos contra el dolor crónico y otras dolencias. / Cortesía Zerenia.
Le doy todo el crédito al producto, faltaba más, pero, al creer en la fuerza de la determinación, pienso que mi actitud abierta hacia lo que estaba probando también tuvo algo que ver. Así, desde la primera noche que dormí bien me volví muy disciplinado con las gotas, y hasta puse alarmas en el celular para recordar tomármelas. Llegué incluso a salir con el frasco, la jeringa y la receta en un bolsillo de la chaqueta por si comía en la calle porque no quería modificar la rutina, no fuera a ser que por quebrar el delicado balance del tratamiento reapareciera el insomnio. No todo era perfecto, claro; había noches en que me despertaba y lo primero que sentía luego de la confusión natural de levantarse en la madrugada era decepción por haber perdido otra batalla contra el insomnio. Sin embargo, no claudiqué, que es lo que pasa muchas veces cuando sentimos que un procedimiento no funciona, y a fuerza de constancia las horas de desvelo se redujeron, al punto de que pasaron a ser minutos apenas. Ya no tenía la necesidad de prender la tele o de ir a comer algo a la cocina, solo con quedarme quieto y tranquilo en posición de sueño bastaba para volver dormir en poco tiempo.
Le doy todo el crédito al producto, faltaba más, pero, al creer en la fuerza de la determinación, pienso que mi actitud abierta hacia lo que estaba probando también tuvo algo que ver.
Quizá las gotas de CBD son una maravilla, tal vez mi problema no era tan grave y lo único que necesitaba era una pequeña ayuda, motivación y disciplina, ni idea, lo cierto es que hoy, casi tres semanas después de haber terminado el tratamiento, sigo en romance con el sueño profundo. Mi mayor miedo es recaer; normal, es el mismo miedo que siente cualquiera que ha superado un problema, en cuyo caso estoy dispuesto a fundar el club de la pelea seccional Bogotá. Sin embargo, para mi sorpresa y mi integridad física, sigo durmiendo bien sin las gotas, las cuales tengo guardadas por si acaso. Y entiendo que cada cuerpo reacciona diferente, que el cannabis medicinal no es una panacea que soluciona todo y que no llegó para revolucionar el mundo de la medicina como lo conocemos, pero sí creo que sus alcances pueden ser sorprendentes y que no sobra tener la misma disposición que tuve yo. Al final, lo peor que puede pasar es que no resulte ser tan efectivo como esperamos.
Insisto, todo va en la responsabilidad de su uso, que esto no es un tarro de Tictacs. Por ejemplo, me indicaron que no es recomendable usarlo en mujeres embarazadas, o en pacientes con antecedentes de esquizofrenia, sicosis, taquicardias o arritmias. Por otro lado, si no se tienen contraindicaciones, con su consumo es posible sentir algo de mareo, fatiga, somnolencia o boca seca, síntomas leves que desaparecen con el tiempo. Al final, es el médico y no el paciente quien tiene la última palabra y un seguimiento responsable es lo que determina la evolución del tratamiento y la conveniencia del uso del producto.
Mis frascos eran de gotas de CDB, que son las siglas del cannabidiol, efectivo para tratar diversos síntomas. / Alezia Kozik / Pexels
No hay que confundirse, esto que cuento va a dejar de ser algo exótico más temprano que tarde. La marihuana medicinal es un mercado al alza que movió once mil millones de dólares en 2018 y que para 2025 se espera que alcance la cifra de ciento cuarenta y seis mil millones en todo el mundo según algunas fuentes. Se consume de muchas formas, pomadas incluso, y en varios lugares del mundo el CDB se encuentra en alimentos como pan, café, galletas y hasta bebidas energéticas. Es una sustancia segura que cada vez está más lejos de atemorizar a los prohibicionistas, al punto de que no parece lejos el día en que la palabra marihuana no asuste a nadie. Mientras tanto, el cannabis medicinal llegó para quedarse, algo tan natural como chupar una tableta de vitamina C.