La sub 20 de Chile buscaba su clasificación al Mundial de Canadá de 2007 y los jóvenes futbolistas mataban el tedio con sus computadores y juegos electrónicos. Mathias Vidangossy, en cambio, aprovechaba de tocar el piano, algo que le llamó la atención a Alexis. "Él lo acompañaba y se ponía a tocar", me contó el 2011 en su casa de Coquimbo, José Sulantay, el entrenador del equipo. "No sabía nada, pero se quedaba harto rato tratando de que sonara algo. Y así fue que sacó tres canciones. Eso me llamó la atención. Fue apenas con un par de dedos, muy básico, pero me quedó más que claro que cuando se proponía algo no se paraba hasta lograrlo. En buen chileno, un porfiado". Alexis Sánchez, el delantero que amenaza con superar todos los registros de la selección nacional, ha demostrado a lo largo de su carrera que inició en Cobreloa que es de ideas fijas. Otros podrán llamarlo constante. Otros, obsesivo.
Eduardo Berizzo, ayudante de Marcelo Bielsa en la selección chilena entre agosto de 2007 y julio de 2010, también lo percibió. El entrenador que proclamó a O’Higgins campeón del Apertura 2013 tuvo que acompañar a Sánchez desde Buenos Aires a Johannesburgo, cuando militaba en River Plate. En ese viaje también iba Waldo Ponce, entonces en Vélez Sarsfield. No ocurrió nada anormal hasta que llegaron al aeropuerto de Ezeiza. En ese momento, Alexis se dio cuenta de que su pasaporte estaba vencido.
Alexis Sánchez, el delantero que amenaza con superar todos los registros de la selección nacional, ha demostrado a lo largo de su carrera que inició en Cobreloa que es de ideas fijas. Otros podrán llamarlo constante. Otros, obsesivo.
No podría salir de Argentina y el trámite al menos tardaría 24 horas. Imposible que llegara a Sudáfrica. Lo más probable es que al enterarse, Bielsa hubiera caminado por las paredes.
"¡Qué le decíamos a Marcelo! ¡Nos iba a matar!", recordó el Toto Berizzo cuando desclasificó esta historia en una cafetería del centro de Buenos Aires. "Pero entonces Alexis –continúa la historia– sacó su ingenio, esa frescura bien entendida, con la simpatía que lo caracteriza, y nos dice: No se preocupen, acá la vamos arreglar –entonces se acerca al tipo de migraciones y le pregunta:
—¿Amigo, a usted le gusta el fútbol?
—Sí, le responde el señor.
—¿Y de qué equipo es?
—De River.
En ese momento Alexis me agarra del hombro y le dice al funcionario: Mire, dos glorias de River junto a usted, un grande, Berizzo, me imagino que lo conoce. ¿Cómo no nos va a dejar salir?
Fue tan graciosa y sorpresiva la salida que el señor se largó a reír. Ahí Alexis no lo soltó, y le daba con lo de las dos glorias riverplatenses juntas para usted… un personaje."
Y llegó a Sudáfrica a tiempo.
Con Vidal y otras glorias del fútbol chileno. Foto:@alexis_officia1
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La sensación de estar ante algo que nunca viste, que es diferente, que levanta el ánimo, que conmueve, no es normal en el fútbol. Eso fue lo que nos pasó a Nicolás Olea y a mí cuando compartíamos la sección de deportes de El Mercurio y asistimos a los primeros balbuceos de Alexis Sánchez en el fútbol profesional. Y no es común porque cada semana ves varios partidos, muchos jugadores y la rutina ayuda a devorar cualquier asomo de sorpresa. ¿Quién hizo esta misma jugada? La comparación con los que ya viste –y triunfaron– siempre es una tentación.
Alexis superó pronto esa prueba. Con Nicolás no dejamos de seguirlo. Tanto que escribimos un libro, "Alexis, el camino de un crack", un intento de reconstruir una carrera en la que la acogida es vital, si en este deporte no tienes buenos padrinos, existe el riesgo de seguir en el lado oscuro de la fuerza.
Sánchez tuvo la fortuna de caer en un camarín, el de Cobreloa, con tipos maduros, ganadores, con recorrido, que por su oficio comprendieron de inmediato que ante ellos se presentaba la joya de la corona. Sostener que si no hubiera surgido de ahí, el destino hubiera sido diferente, es demasiado liviano. Sin embargo, ese plantel era lo que un niño de quince años necesitaba para iniciar su vida en el fútbol profesional.
Portada del libro Alexis, el camino de un crack.
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Si un rasgo distingue a Latinoamérica desde el río Bravo a Tierra del Fuego es la pobreza. Los contrastes y desigualdades son norma, así como la pasión de sus niños por el fútbol, un juego que a temprana edad abandona el estado lúdico. La vida y sus necesidades los hace entender que están en presencia del mayor vehículo de movilización social que podamos conocer. Literalmente, de un día para otro, los chicos que corren detrás de una pelota abandonan las carencias y se instalan en el grupo de privilegiados. Ninguna política educacional genera estos resultados milagrosos.
La pobreza siempre es dura, pero la pobreza agreste del norte de Chile es feroz. Quizás el verde y los árboles hacen la diferencia. No sé si la hacen más llevadera, pero es distinta al escenario que propone el desierto de Atacama con el sol implacable, el polvo en todas partes y ese viento de la tarde –sobre todo en la costa– que deja huella, porque ensucia todo y nos recuerda donde estamos.
Alexis Sánchez nació ahí, en el nortino puerto de Tocopilla, el 19 de diciembre de 1988. Cuando daba sus primeros pasos, el auge minero que revolucionó y cambió para siempre a la II Región, le dio un impulso aparente a esa ciudad apodada «el rincón del diablo». A comienzos de los noventa se abría la ruta 1, un camino costero de casi 400 kilómetros entre Antofagasta e Iquique que obligó a buses y autos a pasar por Tocopilla. La prensa de la zona especuló que podía ser un soplo fresco para el viejo terminal salitrero olvidado desde que la Ruta 5 conectó a las dos grandes urbes del Norte Grande a través del desierto. Pero la vía nueva, con un túnel incluido, fue apenas una ilusión. Tocopilla mantuvo sus carencias, con muchos niños, muchas mujeres, muchos ancianos y pocos hombres jóvenes. Lógico.
Literalmente, de un día para otro, los chicos que corren detrás de una pelota abandonan las carencias y se instalan en el grupo de privilegiados.
La plata dulce estaba en las faenas mineras, en los turnos por semana que suelen destruir las relaciones familiares en ese norte fecundo, donde la ausencia del padre genera severos problemas de autoridad. Nadie los puede cuestionar ni condenar. Es quizás la única forma de escapar a un destino de inopia. En esa angosta Tocopilla, apretada por el mar y los cerros, con una planta termoeléctrica que tiñe los pulmones de sus habitantes, se formó Alexis Sánchez. Y a ese pueblo, que hoy tiene una calle con su nombre, regresa cada Navidad cargado de regalos –los más codiciados: las pelotas con su firma– para los niños que aún juegan en calles de tierra o en alguna de las cinco canchas de fútbol que se construyeron con su auspicio.
No es el primer crack que surge de sus canchas de tierra colorada, en superficies durísimas, capaces de destruir los tobillos y dejar recuerdos eternos en las rodillas en cada caída. Ascanio Cortés encabeza la lista. Un zaguero central de jerarquía que triunfó en Audax Italiano y luego pasó a River Plate de Argentina, en los años en que el fútbol trasandino era una frontera infranqueable para los chilenos. Justo en el club que lanzaría a Europa a Sánchez.
A fines de los años cuarenta, irrumpió Manuel Muñoz, un centrodelantero atrevido y filtrador, apodado «El expreso de Tocopilla» o simplemente «Colo Colo» Muñoz, en una síntesis que reivindica su grandeza. ¿Un futbolista que llamen por el nombre del club más popular y ganador del fútbol de un país? Sí, fue Manuel Muñoz, el «Negro» como lo recordaba con cariño Sergio Livingstone, su compañero en el Mundial de 1950 y en muchas selecciones nacionales. Hoy vive con tranquilidad en Arica (nació el 28 de abril de 1928).
En esa angosta Tocopilla, apretada por el mar y los cerros, con una planta termoeléctrica que tiñe los pulmones de sus habitantes, se formó Alexis Sánchez.
Ellos no fueron los únicos jugadores entregados por el norte y la pampa salitrera. René Meléndez quedó en la memoria colectiva de Everton, Universidad de Chile y la selección. Fino, elegante, pensaba el juego. Eran los tiempos en que el fútbol local se disputaba sólo en Santiago. Recién en 1944 se sumaron Valparaíso y Viña del Mar. No es extraño, entonces, que Alexis surgiera en esas condiciones, en esa cultura. Tampoco que exhibiera desde temprano una habilidad endiablada para manejar la pelota y eludir rivales. Jugó desde que aprendió a caminar, escapando de adversarios mayores y más fuertes, de las piedrecillas y los desniveles de esos terrenos que moldean la técnica. A los doce años su nombre ya era parte de las conversaciones de los distintos entrenadores y dirigentes de la zona. Todos hablaban de que había un «cabro» chico extraordinario que se pasaba a los rivales con una facilidad pasmosa. Todos decían haberlo visto. Muchos dicen ser sus descubridores.
La realidad indica que Alexis jugaba por su club, el Arauco de Tocopilla, pero también reforzaba equipos y selecciones locales para distintos torneos amateur. Quemel Farías, exarquero de Cobreloa y Deportes Ovalle, fue quizás el primero en reparar en sus condiciones en el ámbito competitivo. En la selección de Taltal, otro pueblo costero olvidado del desierto, comenzó a explotar sus habilidades en un grado superior de exigencia.
Después de hablar con muchos de los habitantes del mundo futbolístico, queda la sensación de que Sánchez era un pequeño trotamundos de las canchas infantiles. No hay certeza, pero el sentido común indica que en la medida que fue creciendo más de algún peso aportó a la compleja economía familiar. No mucho, pero al menos un alivio para una madre esforzada que se las barajaba limpiando pescados en el terminal pesquero tocopillano. Martina Sánchez es la gran imagen del futbolista del Barça. "Mi madre. El único ídolo que tengo es mi madre", dijo el delantero en una entrevista que publicó el sitio oficial del FC Barcelona, su club desde 2011.
En la intrincada madeja de versiones sobre su descubrimiento, el nombre de Hugo Tabilo, lateral derecho de los mejores tiempos de Cobreloa (donde fue compañero de Farías), con paso por la selección chilena, dos veces finalista de la Copa Libertadores, no había asomado. Sin embargo, los dirigentes del cuadro de Calama sostienen que fue el marcador de punta quien avisó que en Tocopilla había un proyecto de crack.
Alexis Sánchez con su familia. / Foto: @alexis_officia1
Las escuelas de fútbol de Cobreloa habrían viajado a Tocopilla y allí Alexis los deslumbró. Cuesta entender cómo Deportes Antofagasta, el club más cercano a la casa del jugador, no supo de sus condiciones. La etapa amateur de Alexis concluye cuando Roberto Spicto, lateral derecho de Rangers y Magallanes en los años setenta, lo probó en la filial Santiago de Cobreloa, en la serie sub 15. Bastó un partido ante la sub 18 de la selección de Maipú, en la cancha «Hermanos Viveros», para que el entrenador recomendara su ficha je e inscripción inmediata. Con sencillez, Spicto se resta méritos:
"Cualquiera que estuviera en esto lo dejaba. Sería un farsante si dijera que yo le enseñé, porque la habilidad y su sentido del juego venían de nacimiento. Lo tenía todo".
12 de febrero de 2005. La fecha que marca su estreno en el profesionalismo, una tarde en que Cobreloa tenía problemas con un modesto Deportes Temuco. 5-4 fue el marcador de un partido que lo vio estrenarse en el minuto 71 al ingresar por Daniel Pérez. Nelson Acosta lo mandaba al campo. «Anda y juega lo que sabes, tranquilo, no te arriesgues, porque te van a pegar», le dijo el uruguayo nacionalizado chileno, técnico de la selección en el Mundial de Francia 98, medalla de bronce con la Roja en los Juegos Olímpicos de Sidney. Una recomendación que tendría sentido. A los habilidosos, encaradores, más aún si están partiendo, los rivales les hacen pagar su derecho a piso. En este mundo, los futbolistas con mayor trayectoria esperan ser «respetados» por los jóvenes. A nadie le gusta hacer el ridículo, menos en público.
No hay certeza, pero el sentido común indica que en la medida que fue creciendo más de algún peso aportó a la compleja economía familiar. No mucho, pero al menos un alivio para una madre esforzada que se las barajaba limpiando pescados en el terminal pesquero tocopillano.
Alexis Sánchez hizo de las suyas esa tarde calameña, ante la desesperación de Acosta, quien le pedía que se fuera cerca del arco rival, porque de lo contrario lo podían quebrar.
Nacía el «niño maravilla» justo cuando el fútbol profesional chileno intentaba recuperarse de la peor crisis de su historia, con Colo Colo en quiebra, Universidad de Chile a punto, Universidad Católica en severos problemas y el resto –con la excepción de Cobreloa, Cobresal y Huachipato–, sobreviviendo. Pero el fútbol siempre hace un guiño y Alexis fue el primer indicio de una recuperación deportiva, coincidiendo con Matías Fernández (elegido el mejor de América 2006 en la encuesta del diario El País de Montevideo), Arturo Vidal y Gary Medel, por mencionar a los emblemas de una generación a la que pronto se sumaría Mauricio Isla.
Chile venía de ser último en las eliminatorias de la Copa del Mundo de Japón-Corea 2002 y el tufillo de 2005 indicaba que estábamos casi vestidos y maquillados para otro funeral. Las matemáticas nos decían que existía lugar para la ilusión; la razón nos indicaba que otra vez fracasaríamos. El 0-0 frente a Ecuador en el Estadio Nacional, luego de un empate en Barranquilla ante Colombia (1-1) nos recordó que seguíamos en el fondo. Nelson Acosta dudó en ponerlo ante Colombia, pero entendió que era un riesgo mandar al campo a un mocoso que aún no cumplía los diecisiete años para arreglar los desatinos de una crisis que amenazó con pulverizar la actividad. Ya vendría su momento.
En torneos internacionales, Alexis Sánchez comenzó en la Copa Libertadores 2005 justo antes de partir a Colo Colo y luego a River Plate, equipo con el que fue campeón. Pero la escena grande la conoció en el Mundial sub 20 de Canadá 2007, cuando Chile iniciaba la revolución que encabezó Marcelo Bielsa. Si el rosarino aceptó encabezar el ofrecimiento de Harold Mayne Nicholls, cuyo proyecto debía aterrizar en Sudáfrica 2010, es porque observó materia prima. Los planteles que José Sulantay formó para los Mundiales de Holanda 2005 y Canadá 2007 eran la base de un cambio innegable en la manera como hoy el fútbol chileno afronta sus compromisos.
Nacía el «niño maravilla» justo cuando el fútbol profesional chileno intentaba recuperarse de la peor crisis de su historia, con Colo Colo en quiebra, Universidad de Chile a punto, Universidad Católica en severos problemas y el resto –con la excepción de Cobreloa, Cobresal y Huachipato–, sobreviviendo.
Antes de iniciarse las eliminatorias para Sudáfrica, Bielsa conversó con uno de sus amigos futboleros santiaguinos. Le hizo unas preguntas. Lo más probable es que él conocía la respuesta, pero solía probar a sus interlocutores para saber si entendían de la materia y también para ver si guardaban la reserva que él solicitaba.
—¿Cómo ves a Alexis?
—Me parece un crack, un delantero desequilibrante que no tenemos y puede hacer la diferencia. Es la mayor aparición del fútbol chileno desde Marcelo Salas.
—¿Y es valiente? Porque en Buenos Aires le van a pegar eh…
—Es muy valiente, le dan y no arruga.
—¿Vos decís que se la banca?
—Seguro.
Una lesión, luego de una falta de Juan Carlos Blengio, zaguero de Tigre, aplazó la irrupción del entonces delantero de River Plate en el inicio de las clasificatorias. Habría que esperar hasta junio de 2008, cuando vinieron los partidos ante Bolivia y Venezuela, ambos zanjados con victoria, determinantes para afirmar el proceso del exseleccionador argentino.
En ese River Plate lo dirigió Diego Simeone, entrenador actual de Atlético de Madrid, considerado uno de los mejores técnicos de Europa. El paso del tiempo demuestra que el «Cholo», con su obsesión por el trabajo y los detalles, fue lo mejor que le pudo pasar al nortino. Una verdadera pasantía antes de dar el salto definitivo a Italia.
El factor Sánchez quedó reflejado en la intimidad de la concentración del complejo Juan Pinto Durán. Bielsa siempre fue positivo, creía en su trabajo, en su metodología, en sus jugadores, pero también reconocía las debilidades y el techo de sus dirigidos. "Con Alexis se podía ganar en Buenos Aires", aseguró a uno de sus ayudantes. El desarrollo del partido le dio la razón. Un 2-0 inapelable, con dos tiros libres de Juan Román Riquelme. La transición estaba en curso. Faltaba para que se edificara ese cuadro fresco, atrevido, que conjugó la ecuación belleza y eficacia.
Marzo de 2009 establecería una fecha clave. El domingo 24 la Roja superó a Perú en Lima. Después de 24 años, en condición de visitante, por eliminatorias, Chile salía victorioso del Nacional limeño. Alexis hizo un partido brillante, el mejor quizás hasta el amistoso ante Inglaterra en Wembley el 15 de noviembre de 2013. Vendría Sudáfrica 2010. La ansiedad asomó.
Anotar un gol en un Mundial es demasiado, más aún para jugadores de países que no tienen por costumbre inscribir su nombre en la cita de la FIFA. Marcelo Salas disputó uno y consiguió cuatro. Iván Zamorano estuvo en Francia 98 junto al «Matador», formando la dupla Za-Sa, pero no pudo festejar. Una carrera brillante que concluyó sin poder gritar un gol mundialero en su única presencia en la cita mayor.
El paso del tiempo demuestra que el «Cholo», con su obsesión por el trabajo y los detalles, fue lo mejor que le pudo pasar al nortino. Una verdadera pasantía antes de dar el salto definitivo a Italia.
Alexis y Mark González eran los más ilusionados con marcar un tanto en Nelspruit, Port Elizabeth y Pretoria. Y se notó. Quisieron convertir con apuro, sobre todo en los dos primeros partidos. Carecieron de paciencia, aunque el zurdo que regresó a Universidad Católica sació sus ganas con el cabezazo que dio la victoria sobre Suiza. La experiencia de Sánchez no fue buena. No fracasó, pero no pudo convertirse en el arma desequilibrante que la selección requería. En su primera gran competencia, sintió el rigor que implica disputar un Mundial.
Alexis celebra uno de sus muchos goles. /Foto: @alexis_officia1
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Fue casi un suspiro lo que transcurrió entre esa noche en que el conjunto de Marcelo Bielsa cayó 3-0 ante el Scratch, en Ellis Park, la cancha que dio el escenario para «Invictus» de Nelson Mandela. Un suspiro accidentado, porque en menos de cuatro años ocurrieron demasiadas cosas relevantes en su historia. Bielsa se tuvo que ir en la más traumática elección directiva que recuerde el fútbol chileno. Claudio Borghi lo reemplazó y también debió marcharse, porque los resultados fueron malos y amenazaron con dejar a Chile fuera del Mundial. Alexis fue elegido por la Gazzetta dello Sport mejor jugador de Italia, llevando al modesto Udinese a la Champions League y facilitando la consagración de Antonio di Natale como máximo artillero de la liga Calcio de Italia; y terminó traspasado al Barcelona en 43 millones de dólares (26 millones de euros fijos y 11, 5 variables, como sentenció en su momento Quique Pina, consejero de la familia Pozzo, dueña del Udinese.
Sánchez cumplía su sueño. El abanico de opciones le aseguraba opciones económicas tentadoras, pero el deseo del jugador era uno solo: vestir la camiseta del FC Barcelona, candidato a instalarse como el mayor cuadro de la historia, que venía de aplastar en la final de la Champions League en Wembley al Manchester United (3-1) el 28 de mayo de 2011.
Esta decisión acarreaba un par de consecuencias no menores a la hora de establecer objetivos individuales en la carrera de un futbolista de élite. El Barça tomó por opción un estilo de juego que lo distingue, donde la posesión de la pelota es la idea fuerza. La táctica surge del pase, en ocasiones una sucesión de pases que busca al compañero mejor ubicado hasta encontrar el espacio que permita llegar a la posición de remate. Una cadencia que se transforma en norma, que vino a remecer los parámetros del fútbol moderno, dominado por el vértigo y la fuerza. Los «bajitos» del Barcelona –como los llaman los medios– y la pelota mandan.
Esta filosofía no es fácil de entender ni asumir. El futbolista, casi por una cuestión genética, pretende atacar lo más pronto posible al arco rival. En el Barcelona se llega a la portería contraria como consecuencia de la sucesión de toques. Los duelos individuales no están prohibidos, pero sólo se ocupan en mínimas porciones. Por ejemplo, en un contragolpe.
Para un puntero clásico, atrevido, incisivo como Alexis, que terminó de formarse en el duro fútbol italiano, donde los atacantes libran batallas con los rivales, el cambio podía ser traumático. El «Dilla» –su apodo de las inferiores de Cobreloa, que viene de ardilla, por su rapidez–, en cambio, sí se ajustaba a la escuela de Marcelo Bielsa, donde prevalecía la búsqueda del uno contra uno, ojalá con superioridad numérica, para desarmar la zaga adversaria.
Sánchez cumplía su sueño. El abanico de opciones le aseguraba opciones económicas tentadoras, pero el deseo del jugador era uno solo: vestir la camiseta del FC Barcelona, candidato a instalarse como el mayor cuadro de la historia, que venía de aplastar en la final de la Champions League en Wembley al Manchester United (3-1) el 28 de mayo de 2011.
Por eso, cuando decidió ir al Camp Nou, el estadio del Barcelona, tuvo que comenzar de cero. Todo de nuevo.
Su testimonio en la entrevista que dio al periodista Luis Marín de El País en septiembre de 2013, explica la metamorfosis que vivió:
"Yo tuve que aprender a jugar al fútbol de nuevo. Lo que hacía en Italia no lo puedo hacer aquí. Antes de usar el uno contra uno debo abrir el campo, encontrar espacios. Antes siempre esperaba al pie, regateaba (gambeteaba) a tres, y era yo el que daba el pase al espacio porque se me abrían los jugadores".
No es fácil. Son varios los jugadores que no supieron o no quisieron adaptarse a este planteamiento que pone el bien común por delante. Una idea que comparten, además, los hinchas y la prensa catalana, brazo armado e intelectual de esta postura.
Otro aspecto relevante en su traspaso tiene nombre y apellido, se llama Lionel Messi, hoy el mayor exponente de este juego, instalado ya en la galería que integran Pelé, Diego Maradona, Johan Cruyff, Alfredo Di Stéfano, Zinedine Zidane, Garrincha, Ronaldo y Franz Beckenbauer.
Fichar en el Barcelona implicaba (implica) asumir que la estrella es Messi, el protagonista principal de la película, y que el resto, aunque sean grandes actores, deben remitirse a roles de reparto. Zlatan Ibrahimovic, el enorme delantero sueco que brilla en el Paris Saint Germain, no pudo soportarlo y se fue de Cataluña.
Todos los jugadores que se mueven en posiciones de ataque en el Barça podrían ser la súper figura de cualquiera de los grandes de Europa, con la excepción del Real Madrid, donde Cristiano Ronaldo deja huella. Pero prefieren formar parte de un colectivo que da prestigio, gloria y estilo.
Si Alexis Sánchez hubiera optado por el Manchester United, el Arsenal, el Inter de Milán, la Juventus o el Milán, quizás dispondría de una mayor valoración. En los grandes de Italia, con seguridad, podría tener el estatus de súper crack. Pero el deseo de trascender en el proyecto barcelonista fue más importante, relegando su ego a un segundo plano. No es fácil en el fútbol tomar esta decisión.
Con la camiseta del equipo más popular del mundo pone su velocidad, habilidad, manejo, frenos y centros al servicio de la causa. Ni siquiera la campaña de la temporada 2012-2013 lo hizo cambiar de opinión. Su rendimiento no respondía a las expectativas, se había peleado con el arco y los hinchas junto a la crítica local le habían bajado el pulgar. Una decisión fácil era irse. Opciones le sobraban, porque igual formaba parte de los jugadores preciados en la élite europea. Pero como es de ideas fijas, su obsesión por la gloria resultó más fuerte. No quería fracasar en uno de los mayores desafíos que puede enfrentar un futbolista en la actualidad. Son pocos los llamados a vestir la camiseta del Barça.
Opciones le sobraban. Pero como es de ideas fijas, su obsesión por la gloria resultó más fuerte. Son pocos los llamados a vestir la camiseta del Barça. /Foto: @alexis_officia1
El tiempo le dio la razón. En los análisis no se tomaba en cuenta que el alejamiento de Josep Guardiola, quien decidió vivir un año sabático en Nueva York antes de enrolarse en el Bayern Munich, y el recrudecimiento del cáncer de Tito Vilanova, sucesor de Pep en la banca del Camp Nou, afectaban a la plantilla. Algunos lo sintieron más que otros. Sánchez fue quizás uno de los mayores perjudicados. Guardiola lo había fichado y supo llevarlo en su muy buena temporada inicial, donde anotó catorce goles en todas las competencias que disputó. La mayor cifra de su carrera, pero que se vio deslavada porque no consiguieron la Liga ni la Champions. Con Vilanova también existía una ligazón. Él había recomendado su contratación, pero mientras estuvo tratándose en Estados Unidos, tuvo una baja notoria.
Sánchez fue quizás uno de los mayores perjudicados. Guardiola lo había fichado y supo llevarlo en su muy buena temporada inicial, donde anotó catorce goles en todas las competencias que disputó.
El fútbol es confianza. Vieja frase que para algunos puede sonar a lugar común, pero que no pierde vigencia. Alexis lo repite en los últimos meses. Muestra recuperado el espíritu y la desfachatez que lo distinguió desde su irrupción en el gran mundo del fútbol. La razón es una sola y nuevamente viene de Rosario, Argentina. En julio de 2013, después de que Vilanova tuviera que salir casi de emergencia por la reaparición de su cáncer a la glándula parótida, la dirección del club fue asumida por Gerardo Martino. El «Tata», apodo de este excapitán e hincha de Newell’s Old Boys, conocía de sobra al nortino. Lo había enfrentado y sufrido dirigiendo a la selección paraguaya en las eliminatorias para Sudáfrica 2010. Sabía de sus condiciones, de su capacidad de sacrificio y sus debilidades. En el fútbol, si el jugador se sabe querido, si entiende que su entrenador cuenta con él y está dispuesto a respaldarlo, lo más probable es que el rendimiento crezca. Eso sucedió con Alexis Sánchez y Martino. Si a eso sumamos al cuerpo técnico del «Tata», donde resaltan su ayudante Jorge Remigio Pautasso y el profesor Elvio Paolorroso, un motivador de excelencia, es posible entender por qué la temporada 2013-2014 es la mejor del AS9 en Barcelona.
Hasta la jornada 26 de la Liga de España, sumaba 16 tantos, su máximo registro, ubicándose en la tercera ubicación. A ellos se deben agregar los dos convertidos en la Copa del Rey, donde el 16 de abril de este año disputaba la final del Real Madrid. El gol que le hizo al Madrid en la victoria de la primera rueda, con un sombrero precioso sobre el portero Diego López, simbolizó la recuperación del wing.
En el fútbol, si el jugador se sabe querido, si entiende que su entrenador cuenta con él y está dispuesto a respaldarlo, lo más probable es que el rendimiento crezca.
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El panorama actual indica que asistimos a la versión más depurada de Alexis Sánchez. Maduro, consolidado en su condición de jugador, con el manual del Barça aprendido de memoria, corrigiendo sus problemas en la definición.
Su aporte fue determinante en la clasificación a Brasil 2014, cuando asumió Jorge Sampaoli. Hizo goles, asistió, desestabilizó a las defensas rivales, provocó faltas, pero ante todo, respondió al liderazgo futbolístico que un crack del Barcelona impone en cualquier vestuario. Sus compañeros sintieron que las opciones de ganar crecían si estaba en el campo. Los adversarios también experimentaron el temor natural que genera un fuera de serie.
Pero Alexis necesitaba un golpe de efecto. Una noche de gloria que superara las fronteras de Sudamérica. La épica siempre es bienvenida en el fútbol. Sobre todo si la historia es circular.
Marcelo Salas fue el jugador inspirador del tocopillano. El gol frente a Bolivia en la eliminatoria para Sudáfrica 2010, donde celebró con la rodilla derecha en el piso y la mano izquierda arriba, con el dedo índice apuntando al cielo, tal como lo hacía el Matador, representó el encuentro con el ídolo de la infancia. Si alguien tenía alguna duda de que el Dilla era hincha de la U, en Ñuñoa pasó la prueba.
Con Salas alcanzó a compartir en la Roja en los amistosos de septiembre de 2007 ante Suiza y Austria. En esa gira, cuando Marcelo Bielsa iniciaba su ciclo, el goleador histórico de la selección (37 tantos) le dio un consejo que seguro utilizó en su ascendente ruta. A Sánchez le cuestionaban que de tanto enganchar dejaba a sus compañeros fuera de juego: "Le pedí que tirara los centros para adelante, porque el delantero la puede ir a buscar de frente. El puntero no se tiene que preocupar de otra cosa cuando desborda. Ahí debe levantar la cabeza y tirarla para adelante. La responsabilidad es de los que vienen entrando", dice el autor de cuatro goles en Francia 98.
Los caminos paralelos tuvieron un punto de encuentro en el sitio soñado: Wembley.
Alexis durante su paso poco exitoso por el Manchester United / Foto: @Alexis_Officia1
Salas presentó sus cartas credenciales en la sagrada hierba de Londres el 11 de febrero de 1998, justo antes del Mundial de Francia. Un 2-0 con dos tantos del temuquense ante Inglaterra, en una actuación consagratoria, brillante e inolvidable, permitieron al gran público del fútbol y a la prensa europea descubrir al Matador. Sus dos festejos fueron, por supuesto, con la rodilla derecha al piso y el dedo índice de la mano izquierda apuntando al cielo.
La noche del 15 de noviembre de 2013, Chile –ya clasificado– volvió a Wembley, el nuevo Wembley, que después de una remodelación millonaria, aunque elegante y sobria, mantenía las dos torres que lo identifican. Alexis jugó quizás su mejor partido por la selección nacional. El nivel del rival, el entorno, la exigencia y los dos goles muestran que hizo todo bien.
Esta generación, que en octubre de 2008 fulminó a la historia cuando logró vencer por 1-0 a Argentina en el Estadio Nacional, necesitaba un golpe de esta envergadura. Ese viernes lo consiguió.
"Soy un jugadorazo", había dicho Alexis Sánchez en marzo de 2013 cuando regresaba a Cataluña tras caer en Lima por la mínima en las eliminatorias de Brasil 2014. Hubo sorna e ironía.
El tiempo hizo justicia. Es un jugadorazo.
A las puertas de la Copa del Mundo de 2014, Alexis Sánchez dispone de la opción de agigantar su figura. Su falta de relación con los medios termina jugándole en contra, porque la crítica y los aficionados no dimensionan su extraordinaria carrera. Pareciera que la tendencia varía, aunque solo con los medios oficiales del club o alguna nota elegida con la prensa española.
No sé si el 7 de la Roja sabe que puede romper varios de los registros que definen a los más grandes de todas las épocas. Elías Figueroa es el único futbolista local que disputó tres Mundiales, aunque intercalados (Inglaterra 66, Alemania 74 y España 82). Sánchez jugará el segundo a los 25 de manera consecutiva. Si mantiene su nivel y lo acompañan sus compañeros, podría llegar a Rusia 2018 (tendrá 29) e incluso despedirse a los 33 en Qatar.
Soy un jugadorazo", había dicho Alexis Sánchez en marzo de 2013 cuando regresaba a Cataluña tras caer en Lima por la mínima en las eliminatorias de Brasil 2014. Hubo sorna e ironía. El tiempo hizo justicia.
Otro rubro para instalarse en el Olimpo es el de partidos internacionales. Ningún chileno pertenece al club de los 100, el selecto grupo que superó la centena de encuentros por su país. Leonel Sánchez encabeza la lista con 84 presencias, seguido de Claudio Bravo, 77 y Nelson Tapia con 73. Luego de enfrentar a Alemania en Stuttgart alcanzó los 64. Con el ritmo actual de competencia, de eliminatorias mundialista de dos ruedas, la Copa América de 2015 y 2019 y la Copa América extraordinaria de 2016, donde se calculan 12 por año en promedio, debiera llegar al club de los 100.
Sin ser un goleador de raza, ni patear tiros libres ni penales, hasta el duelo con los germanos sumaba 22 goles. Marcelo Salas con 37 es el artillero histórico, seguido de Iván Zamorano (34), Carlos Caszely (29), Leonel Sánchez (23) y Jorge Aravena (22). Una progresión natural en esta materia, con al menos siete años más en el máximo nivel, le permitiría quebrar la marca de su ídolo de la niñez.
A nivel de clubes, si levanta una Champions League, un par de ligas más con el Barcelona, y deja huella en esos éxitos, con seguridad podrá disputar a Elías Figueroa el título de mejor jugador chileno de todos los tiempos. En un deporte colectivo, la extensión de la carrera y los títulos son variables que permiten dirimir quién fue más o mejor. Por algo Marcelo Salas e Iván Zamorano dijeron en su oportunidad, con generosidad, que el «Toco» los superaría.
Instalarse entre los diez mejores de la lista del Balón de Oro que cada año entregan la FIFA y la revista parisina France Football sería un respaldo sustantivo a su candidatura. Si hubiera elegido uno de los grandes de Italia o Inglaterra, podría disponer de mayor protagonismo. Alexis prefirió ser actor de reparto en el Barcelona, un gregario.
La selección chilena celebra su triunfo en la Copa América Centenario 2106. / Foto:@Alexis_Officia1
Pasaron siete años desde esta mirada a Alexis Sánchez. Una eternidad en el fútbol. Un tiempo tan amplio que el tocopillano transitó de la gloria al fracaso y luego a la redención, justo cuando las lesiones empezaron a acompañarlo. Algo normal en un delantero que convive hace más de una década en la elite de la alta competencia, con golpes en sus tobillos que tumbarían a cualquiera, que no hacen mella en un futbolista de 1.74, que se las baraja con rivales que lo superan en promedio en 15 centímetros y 20 kilos.
El presente de Alexis Sánchez está en el Inter de Milán, con el que se consagró campeón de la temporada 20-21. Esta vez no fue el niño de la película, ante el notable rendimiento de los delanteros Lautaro Martínez y Romelo Lukaku, pero fue decisivo cada vez que actuó. Anotó siete goles y su incidencia en el desarrollo de los juegos, por lo general, no pasó inadvertida. En palabras simples, mantuvo su competitividad. No era fácil. En su segunda temporada en los neriazules recuperó la regularidad extraviada después del peor golpe de su carrera: el fracaso en el Manchester United.
En el equipo soñado, después de triunfar en el Arsenal, convirtiéndose en el jugador mejor pagado de la Premier League, en el ídolo y referente de los Gunners, la opción de hacer algo grande parecía al alcance de la mano. Imponerse en la liga inglesa e incluso pelear por la Champions League asomaban como las metas casi inmediatas, más aún si en la banca lo dirigía José Mourinho, el entrenador portugués apodado Special One. Un ganador por antonomasia. El plan perfecto se derrumbó. Entre las lesiones y un equipo que nunca cuajó, el capital de Alexis Sánchez quedó a la deriva. Nadie se acordaba de que fue bicampeón de América con la selección chilena, venciendo a Argentina en dos definiciones por penales. En la primera, la que dinamitó un siglo de frustraciones, Alexis convirtió el penal decisivo y su carrera por la zona sur de la cancha del Estadio Nacional, con la camiseta flameando en su mano derecha se transformó en una imagen que el país guardó para siempre.
En palabras simples, mantuvo su competitividad. No era fácil. En su segunda temporada en los neriazules recuperó la regularidad extraviada después del peor golpe de su carrera: el fracaso en el Manchester United.
De nada sirvió, para la implacable crítica británica, que Sánchez luciera el rótulo de mejor jugador de la Copa América Centenario en Estados Unidos en 2016, menos que fuera el mejor jugador de Chile en el Mundial de Brasil 2014 o que en la encuesta del “Balón de Oro” de France Football, la más importante del planeta, rematara en el décimo lugar en 2015. Tampoco que en la selección chilena batiera todos los récords, convirtiéndose en el futbolista con más presencias hasta el cierre de esta edición (138) y en el mayor anotador, con 46 goles. En Inglaterra, Alexis Sánchez entendió que en el fútbol solo sirve el presente y que las estadísticas se recuerdan y ensalzan después del retiro.
La eliminación del Mundial de Rusia 2018 fue otro mazazo. La posibilidad de disputar su tercera Copa del Mundo de manera consecutiva se fue de las manos en medio de una polémica feroz entre sus compañeros. Ser un crack no bastaba para llevar a la denominada “Generación Dorada” a la cita máxima. La Copa América de 2019, con un cuarto lugar, a pesar de llegar en menos de un 75 por ciento de su rendimiento, otra vez lo instaló como la estrella de La Roja.
En este 2021, Alexis Sánchez batalla por liderar desde el campo de juego a sus compañeros a la Copa del Mundo e iniciar el epílogo de su carrera con un éxito final. Lo hace desde su distanciamiento permanente con los medios de comunicación, que solo se enteran de sus opiniones a través de las redes sociales, de su cuenta de Instagram o alguna intervención en las conferencias de prensa oficiales.
En Inglaterra, Alexis Sánchez entendió que en el fútbol solo sirve el presente y que las estadísticas se recuerdan y ensalzan después del retiro.
Un error de este futbolista que llama la atención porque no luce tatuajes, como el grueso de sus compañeros de profesión. Ese anonimato autoimpuesto, esa voz que casi no conocemos, lo deja en un espacio secundario que no corresponde. Si hablara más, si diera entrevistas, si estuviera más cerca, sería reconocido como la estrella que realmente es.
Pero no. Él eligió otra ruta.
Estoy seguro de que si saliera de su caparazón, el fútbol chileno no tendría dudas que Alexis Sánchez es el mejor de la “Generación Dorada”, que discute mano a mano con Marcelo Salas, Iván Zamorano y Elías Figueroa el título de mejor de todos los tiempos.
Mientras tanto, disfrutemos la lenta despedida de un futbolista de colección.
Este texto forma parte del libro “LOS MEJORES DE AMÉRICA. Historias inéditas de los grandes jugadores del Mundial”, (uqbar editores), editado por Bárbara Fuentes y publicado en 2014.